No son recortes, es lisa y llanamente un desguace. La respuesta de la Casa Rosada al paro cegetista del lunes fue acelerar un proceso que ya estaba escrito en los manuales oficiales. La escasa sabiduría intelectual y la nula cintura política de Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, significan la ratificación de esa gran enseñanza que nos legó el maestro polaco Ryszard Kapuścinski: los cínicos no sirven para este oficio que es el periodismo.
Con los 354 despidos y la publicación de un comunicado firmado por el directorio de Télam, la avanzada contra los medios públicos está en marcha. La apuesta es el aniquilamiento de la agencia pública y así lo entienden sus trabajadores, que por estas horas están en lucha por salvaguardar absolutamente todas las fuentes de trabajo y en contra de un plan con gusto “aliancista”, que tiene a los mismos protagonistas interpretando la misma película de terror.
Ya en 2000, con Rodolfo Pousá como presidente de Télam y Lombardi como ministro de Fernando de la Rúa, al igual que ahora, habían intentado cerrar la agencia de noticias y no pudieron entonces quebrar la resistencia de sus trabajadores. El refritado plan actual incluyó, al igual que ayer, nefastos mensajes de bienvenida a la “nueva” Télam, destinados a los que no habían sido alcanzados por los telegramas de despido. Ni el jefe de Gabinete, Marcos Peña, entrenado en la defensa irrestricta de cualquier cosa que haga el Gobierno, se animó a responder por la situación en Télam.
Fue Lombardi el que tuvo que dar las respuestas oficiales, escondido detrás de un comunicado que difundió en sus redes sociales para celebrar que hoy, tras los 354 despidos, había “ganado el periodismo”. También dijo, en un párrafo que no tiene desperdicio, que “donde reina la posverdad, no hay periodismo posible, donde se inventa la verdad lo único que importa es el efecto de la noticia y no su fundamento”.
Es justo hablar de posverdad, una máxima duranbarbista que incluye en los manuales gubernamentales arrebatos y dosis sobreactuadas de optimismo para los tiempos difíciles. Una de las últimas joyas nos la obsequió esta semana el jefe de Gabinete para hablar del paro del lunes: “Si uno mira el nivel de conflictividad, ha sido relativamente bajo, pese a las dificultades que afrontamos todos los argentinos para la normalización de la Argentina”.
El Gobierno escupe para arriba, mientras inaugura la etapa del ajuste más duro de los últimos años, que incluirá recortes en otras dependencias estatales y medidas que ya hasta el Observatorio de la UCA anticipa que impactarán en el aumento de la pobreza. Al cierre de esta nota, los trabajadores se manifestaban frente al Centro Cultural Kirchner, donde funcionan las oficinas del ministro del ajuste. Junto con ellos, las fuerzas de seguridad daban el presente en los dos edificios en los que se reparte la vida laboral de la agencia, ambos ocupados pacíficamente por sus trabajadores para defender una vez más las fuentes de trabajo y la importancia del rol de los medios públicos en la sociedad. Una verdad irrefutable, que solamente defienden aquellos que todos los días hacen su trabajo con profesionalismo y que hoy son demonizados y calumniados por unos funcionarios escasamente instruidos, que no resisten ni un archivo.
Lombardi, que de periodismo no sabe absolutamente nada, es por estos días el preferido de los grandes medios pluriplataforma de comunicación, a los que ya se les regalaron las telefónicas y una derogación de hecho de la Ley de Medios, en el camino hacia avanzar a una etapa de convergencia que solamente beneficia a los patrones del sector privado. Paralelamente, se anota un poroto con uno de los objetivos originales del Gobierno que integra: bajar los salarios y poner a los trabajadores como única variable del ajuste.