El resultado del domingo 14 puede cambiar muchas cosas en el oficialismo. Lo más probable es que vuelva a perder a nivel nacional y también en la Provincia de Buenos Aires. Esto último no da lo mismo, ya que un resultado favorable puede fortalecer y darle un bonus de continuidad al kirchnerismo, que tiene su base y su futuro afincado en ese territorio.
Un resultado negativo lo dejaría muy a la intemperie, ya que a su raquitismo federal le sumarían una derrota dolorosa en su casa y aunque en el 2018 ya probaron de esa medicina, aquella fue una dosis mucho más baja.
Lo que nadie tiene claro es para dónde va a arrancar el Gobierno, ya que hasta ahora no ha dado pistas claras de su rumbo, en especial porque las distintas fuerzas que integran la coalición no tienen la misma idea sobre el modo de encarar algunas cuestiones centrales, como por ejemplo, el acuerdo con el FMI, un tema neurálgico que tiene en llamas a la macroeconomía por estos días.
Una de las principales dudas que nadie puede despejar hasta ahora es qué tiene en mente el presidente de la Nación, Alberto Fernández, para el día después del 14N. Lo que sea sucederá días después de un periplo internacional al que Alberto asistió rodeado de todas sus personas de confianza, mostrándole de ese modo al mundo la postura dominante en el gobierno.
Su hermetismo después de las PASO y de la carta que le escribió la vicepresidenta, sumados a los cambios realizados en el gabinete generan una incertidumbre en la coalición oficial, que pone a más de uno al borde del ataque de nervios. La pregunta del millón es con quién afrontará el Presidente la segunda parte de su mandato. Con el Frente de Todos tal cual está conformado ahora, está descartado. ¿Con los retoques que hagan falta para relanzar la gestión, con algunos cambios para asegurar la gobernabilidad? ¿O, finalmente, efectuará un giro copernicano, ya cansado de tanta contradicción interna y rearmará la coalición con nuevos sectores que vienen pidiendo pista?
También el Presidente sabe que no juega solo este partido, otros toman decisiones también. Si algo le quedó claro es la postura de renuncias que tomó el kirchnerismo ante la derrota en las PASO. La resolución de la crisis no fue la ideal, pero sí la posible, con una elección crucial a sesenta días.
En el kirchnerismo duro están cansados de las indefiniciones de Alberto o más bien de que no se haga cargo de algunas cuestiones que ellos ven como elementales y posibles a la hora de gobernar. Quieren certezas en el rumbo (¿qué rumbo?) y no están dispuestos a tolerar ninguna baja de los propios ante eventuales cambios en el gabinete y en los principales organismos, que son precisamente los que ellos manejan.
Algunos allegados tanto al Instituto Patria como a La Cámpora dicen por lo bajo que “si nos tocan a uno nos vamos todos, esta vez va en serio” y no queda claro adónde irían, pero se cumpliría una de las hipótesis que manejan hace tiempo y que adelantáramos hace un año desde estas líneas: la concentración política en la Provincia de Buenos Aires y desde ahí tratar de armar y lograr la conquista del gobierno nacional, sin perder nunca ese “refugio”.
Así, el que estará en dificultades será Axel Kiciloff, ya que si eso se cumple deberá contener a una importante cantidad de cuadros del kirchnerismo que hoy ocupan altos cargos en el gobierno nacional, que no le responden a él.
De cualquier manera, parece poco probable que eso suceda por una decisión de Alberto Fernández, pero como ya estamos dentro del terreno político y no del institucional, cualquier cosa puede suceder cuando el peronismo besa la lona.
La CGT unificada ya bendijo el cisma con el kirchnerismo, los gobernadores pesados -de los cuales uno de ellos, Jorge Manzur, ya está adentro, en la cima del gabinete- y otros más podrían llegar al gabinete o acercar a sus hombres de confianza para participar de las decisiones. Por su parte, no está tan claro que los intendentes del Conurbano (más bien no, la mayoría) prefieran quedarse con la espada K sobre sus cabezas y quizás intenten otro plan más cerca del poder nacional y en posturas de mayor consenso social y político, además de estar más tranquilos en sus distritos.
Un tema aparte es el futuro de Sergio Massa que quedó en medio del fuego cruzado en setiembre, pero ahora deberá elegir entre seguir presidiendo la Cámara de Diputados (habrá que ver con qué acuerdo y votos) o trasladarse al gobierno nacional, en lo que algunos denominan un súper ministerio, que contendría a los de Economía, Producción y algunas otras áreas, como Energía y quizás alguna otra que sea clave a la hora de proveer de dólares a la economía.
Más allá de todo lo que se hable y de lo útil que pueda ser para los años que vienen, este megaproyecto es mirado con alguna desconfianza por Fernández, que podría quedar “desdibujado” ante tanta concentración de poder. Quien está totalmente en contra es Manzur, que tendría de este modo un competidor de fuste para la Jefatura de gabinete que hoy ostenta y un competidor para el 2023, con mucho poder de fuego.
Un país con un gobierno más federal y menos AMBA, un pacto social con empresarios y sindicalistas, un modelo peronista más clásico y una mejor relación con la oposición, o al menos con la parte más racional de la misma, sería la alternativa buscada si se produce por alguna razón la ruptura, esa que muchos quieren y otros muchos dudan de concretar. Veremos, ya faltan solo diez días, tras los cuales se develará la incógnita. Las partes están preparadas para casi todo, sólo falta saber que decidirá Alberto. Su decisión afectará su futuro político y la gobernabilidad.
Y lo sabe, por eso nada se filtra.