“Tragedia en Brasil: 232 muertos por un incendio en un boliche. Fue en la disco Kiss, en la ciudad de Santa María, en Río Grande Do Sul. El fuego se desencadenó a las 2.30, en medio de la presentación de una banda que habría realizado un show de pirotecnia.” Fuente: www.clarin.com
El “Cromañón brasilero”, como lo han llamado decenas de periodistas, nos alerta trágicamente de una premisa que tiene que tener presente todo el pueblo argentino que palpita cada injusticia ajena en el corazón propio: en la República Argentina, todavía hoy, están dadas las condiciones para que otro Cromañón se repita.
Parece un calco, una copia. Desafortunado es que lo que exportamos al mundo son mecanismos de exterminio colectivo, no la creación heroica de proyectos productores de vida. Afirmamos una única y concreta cuestión: en la Argentina están dadas las condiciones para que otro Cromañón se repita. No estamos planteando que en Argentina están dadas las condiciones para que la adversidad de la calle mate a los pibes y las pibas que andan harapientos día y noche bajo el cuidado de nadie y protegidos integralmente por nada; aunque así sea. No estamos planteando que en Argentina están dadas las condiciones para que el consumo de drogas asesine a cientos de pibes que, sin un pan entre sus dedos, eligen la droga que, además de sacarles el hambre, les permite olvidar el olvido al que son condenados por el conjunto de la sociedad. No estamos planteando que en Argentina están dadas las condiciones para que la desocupación estructural condene a miles y miles de trabajadores/as a alimentar a sus hijos con “las gotitas que chorrean de un fuentón lleno de agua cuando uno mete un dedo y se desborda”, es decir, con la indignante plata de un “plan social”, que ata al hombre y a la mujer a la dependencia del Estado y les impide desarrollar la siempre próspera experiencia del trabajo humano, dador de capacidades de responsabilidad, de lograr metas, de autosuperarse, de fortalecer el autoestima, y más; no estamos planteando eso, aunque así sea. Ni siquiera estamos planteando que en Argentina están dadas las condiciones para que más temprano que tarde vuelva a producirse un crimen social que asesine a usuarios del tren Sarmiento o cualquier otro tren, y que no se produjo otro choque mortal después del 22 de febrero de 2012 por cuestiones de azar. No estamos planteando eso, no. Ni muchas otras cuestiones que podríamos plantear (y que debemos plantear) que ponen en peligro la vida de miles y miles.
Como las muertes en discotecas son una parte y no el todo, pareciera que es más posible de generar las condiciones para que no se repita. Pero no es así. Y además, no es un problema nacional, es una realidad del mundo contemporáneo globalizado esta mala costumbre de matar jóvenes.
– 4 de diciembre de 2009, incendio en la Discoteca Lame Horse, en Rusia. Resultado: 109 jóvenes fallecidos.
– 20 de septiembre de 2008, incendio en la Discoteca Dance King, en China. Resultado: 43 fallecidos.
– 18 de marzo de 1996, incendio en la Discoteca Ozono Club, en Filipinas. Resultado: 162 muertos.
– 28 de octubre de 1998, incendio en la Discoteca Gothenburg Dance Hall, en Suecia. Resultado: 63 fallecidos.
– 20 de febrero de 2003, incendio en la Discoteca The Station, en Estados Unidos. Resultado: 100 asesinados.
– 19 de abril de 2008, incendio en la Discoteca Factory, en Ecuador. Resultado: 15 muertos.
– 20 de junio de 2008, incendio en la Discoteca News Divine, en México. Resultado: 12 fallecidos.
– 27 de noviembre de 2006, incendio en la Discoteca Jazzys Elite Club, en República Dominicana. Resultado: 9 fallecidos.
– 20 de diciembre de 1993, incendio en la Discoteca Kheyvis, en Argentina. Resultado: 17 fallecidos.
– 20 de octubre de 2000, incendio en la Discoteca Lobohombo, en México. Resultado: 20 muertes.
– 30 de noviembre de 2002, incendio en la Discoteca La Goajira, en Venezuela. Resultado: 50 fallecidos.
– 4 de septiembre de 1993, incendio en la Discoteca Divine, en Chile. Resultado: 20 muertos.
– 27 de enero de 2013, incendio en la Discoteca Kiss, en Brasil. Resultado al momento: 232 muertos. (fuente: www.quenoserepita.com.ar)
Cromañón, como tantos otros hechos de impunidad -no vamos a cansarnos de denunciarlo-, es expresión de una lógica perversa de negociación corrupta con la cual el Estado (sus funcionarios, su policía, sus bomberos, y el resto de los actores), y el empresariado (del rubro que sea, en este caso “empresarios de la noche”) articulan mecanismos para, por un lado, producir el máximo nivel de ganancias posible, y por otro lado, reproducir la situación de privilegio en la que se encuentran. No parece ser importante para ellos y ellas que ese objetivo se lleve unas cuantas muertes en el camino, pues lo primero que recortan para incrementar las ganancias son las inversiones en pos de la seguridad de los consumidores/as, usuarios/as, ciudadanos/as, seres humanos.
Con la lucha del Movimiento Cromañón y con el acompañamiento de quienes se solidarizaron con los sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, se conquistó -no del todo aún- una forma de Justicia, imprescindible: que el Poder Judicial sancione a quienes han infringido la ley en tanto actores necesarios para que se produzca semejante hecho de muerte. De los hombres y mujeres responsables directos de la Masacre de Cromagnón, hay catorce que están con prisión efectiva, más allá de los problemas psiquiátricos de tal o cual. Y todavía falta un fallo de Casación en relación a la sentencia dada por el Tribunal Oral 24 en el segundo Juicio Oral (Cromagnón II), la cual fue apelada por las partes, pues absolvía a todos de responsabilidades exceptuando a Rafael Levy. En este Juicio aún en proceso están procesados: el ex Secretario de Seguridad porteño Juan Carlos López, el segundo de Aníbal Ibarra en orden de responsabilidades, y, además, su concuñado; Rafael Levy, dueño de República Cromagnón, quien mandó a cerrar la puerta de salida de emergencia con candado, vinculado, además, a trata de personas, prostíbulos y talleres textiles clandestinos; Gabriel Sevald, ex comisario, Enrique Carelli y Vicente Rizzo, ex funcionarios.
Sin embargo, todavía no podemos decir que esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar… todavía no somos el pueblo unido los que planteamos “queremos acabar con las injusticias de una vez y para siempre”. Cuando eso suceda, más temprano que tarde, esa marcha de gigantes no se detendrá hasta que dejen de repetirse Cromañones o hechos de masacre ética, como la desigualdad social y económica al interior de la condición humana. Eso va a estar bueno.
Por lo tanto, todavía nos falta la segunda batalla para que Cromañón ni ningún hecho de impunidad se repita: acabar con las condiciones estructurales que producen estos hechos, terminar con la lógica perversa de negociación corrupta de la que hablé más arriba. Se trata de invertir la lógica de las cosas: primero la vida y la naturaleza (pues somos lo mismo), después el progreso económico y la ganancia particular. Para esto, como dice Isabel Rauber, tenemos que construir raizalmente (desde la raíz) una nueva civilización, una nueva condición humana.