Si bien cruzaron invectivas de variada gama en algunas ocasiones, que incluyeron de una de las partes una alusión a tirar a alguien por la ventana o que motivaron a la otra a pedir “respetuoso silencio”, el 4 de diciembre se encontrarán frente a frente en un despacho de la Casa Rosada, ese sitio emblemático que desvela a los que buscan el poder.
El lunes 25 de noviembre último, el nuevo jefe del Gabinete de Ministros de la Nación, Jorge Capitanich, anunció que había convocado al Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, a una reunión. “Hablaremos sobre metas referidas a las economías regionales, programas de inversión pública y privada, creación de empleo, mecanismos de seguridad pública y metas fiscales para los próximos dos años”, especificó.
De todos modos, preso nuevamente de la lógica de la confrontación, Macri contestó con un desconfiado “espero que no nos convoque para la foto”, lo que mereció la seca desmentida de parte de Capitanich: “Ninguna reunión es para la foto”.
El jefe del Gabinete de Ministros agregó luego que “en todo lo que sea posible para generar mecanismos de acuerdos, que impliquen metas en común para garantizar el trabajo en forma coordinada y conjunta, que no le quepa la menor duda ni a Mauricio Macri ni a ningún gobernador que vamos a hacer el máximo esfuerzo para que podamos trabajar juntos y con éxito”.
Macri se comunicó con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de manera telefónica unos días antes de las elecciones del 27 de octubre, en una charla en la que analizaron obras de la Ciudad que necesitan de la ayuda de Nación, como la ampliación de la autopista Illia y las obras del arroyo Medrano, para impedir inundaciones en el norte de la Ciudad, por donde fluye esta corriente de agua que desemboca en el Río de la Plata a la altura de la Ciudad Universitaria.
Finalmente, en referencia a la convocatoria de Capitanich, el mandatario porteño anunció: “Estamos preparando el temario. Vamos a ir con una agenda que vamos a adelantar para ver si hay algunos temas que se pueden ir concretando”.
En diálogo con el canal “independiente” de noticias TN, el Jefe de Gobierno se esperanzó con que, tras la reunión con Capitanich, su gestión pueda “empezar un trabajo en conjunto en temas que le resuelvan la vida a la gente”.
Lo mismo, preso aún de la desconfianza, Macri cuestionó que “con todos los jefes de Gabinete hubo reuniones cuando empezaban” y “después no pasó nada”, aunque auguró que está mejor predispuesto en esta ocasión. “Antes de la enfermedad de la Presidenta, tuve un par de conversaciones positivas con ella”, sintetizó su estado de ánimo.
De todos modos, el Jefe de Gobierno se mostró temeroso por el salto que está a punto de impulsar, que lo llevará de la Ciudad a la Nación. “Imaginemos lo que alguna vez podríamos hacer si trabajásemos en conjunto con el Gobierno nacional; sería mucho más. Todo esto lo hemos hecho casi a pesar del Gobierno. Si ahora se suma el Gobierno, nos habilita y nos acompaña, creo que podemos hacer cosas muy interesantes”, se defendió.
Macri, en sus declaraciones a los medios, no abandonó su tono de beligerancia y en este camino consideró que existieron “conflictos innecesarios” con la jefa del Estado nacional, aunque expresó que ya era pasado. “Ahora tenemos esta oportunidad de futuro y la vamos a explorar al mango.”
El Jefe de Gobierno tampoco se privó de opinar sobre otros cambios en el gabinete que dispuso la Presidenta de la Nación. “Con la salida de Moreno y estos cambios espero que el Gobierno haya entendido que la política no es entre enemigos, es entre adversarios”, ilustró.
De regreso en el camino de la confrontación, Macri volvió a la carga contra el oficialismo nacional, al que acusó de que hasta ahora “ha entendido que quien no se somete a ellos es un enemigo, y la verdad es que así no se puede seguir más”, recordando extrañamente que en las elecciones de octubre la gente “rechazó la intolerancia, la prepotencia y la división”, a pesar de que el kirchnerismo volvió a lograr la primera minoría a nivel nacional.
En tren de analizar sus posibilidades de arribar a 2015 a bordo de un armado político que le permita llegar a la Casa Rosada, aunque esta vez para ocupar el sillón de Rivadavia, Macri adelantó que su construcción política va “muy bien”. “Lo mismo que hicimos en la Ciudad lo vamos a hacer en la Nación”, se entusiasmó el mandatario porteño, para lo cual solicitó el “compromiso de la gente”.
Una autonomía incompleta
Cuando se realizó la reforma de la Constitución Nacional, en 1994, se aprobó el artículo 129, que otorgaba una mayor autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, que incluso fue habilitada a dictar su propia Constitución y a elegir un gobierno autónomo, ya que tradicionalmente regía los destinos porteños un intendente designado por el presidente de la Nación.
Como curiosidad puede decirse que solo los intendentes Saúl Bouer y Jorge Domínguez fueron porteños. Por el contrario, Carlos Grosso es chaqueño; Facundo Suárez Lastra, mendocino; Fernando de la Rúa, cordobés; Aníbal Ibarra nació en Lomas de Zamora, y Mauricio Macri en Tandil. Los vicejefes de Gobierno que debieron terminar los mandatos de Ibarra y de De la Rúa, Jorge Telerman y Enrique Olivera, también son porteños, como lo fue Julio Saguier, el primer intendente de la democracia posdictatorial.
Complementariamente, el 21 de diciembre de 1995, el Congreso Nacional sancionó la Ley 24.620, llamada Ley Snopek, que habilitaba la elección de un jefe y un vicejefe de Gobierno y de 60 representantes, que dictarían el Estatuto Organizativo, tal como se llamaba originalmente a la Constitución porteña.
Si bien la Ciudad obtuvo su autonomía, esta se vio limitada por la Ley N° 24.588, llamada luego Ley Cafiero, por el senador Antonio Cafiero, relator de la comisión, que garantizaba los intereses del Estado nacional en la Ciudad.
Seguridad y Justicia, temas urticantes
Promulgada el 27 de noviembre de 1995, la ley disponía que la mayor parte de la Justicia quedaría en manos de la Nación y le otorgaba marco legal al accionar de la Policía Federal Argentina en el ámbito de la Ciudad, que ya era la encargada de cumplir las funciones de policía de seguridad desde hacía 115 años.
En realidad, la Policía Federal fue creada el 24 de diciembre de 1943, tomando como base la antigua Policía de la Capital, que operaba en la Ciudad de Buenos Aires desde 1880. La nueva fuerza finalmente entró en funciones el 1 de enero de 1945.
El artículo 7º, que estableció la potestad a la Policía Federal como fuerza de seguridad de la Ciudad, prohibía a su vez la creación de otro organismo de seguridad sin autorización del Congreso Nacional. Recién en agosto de 2007 el Congreso modificó la Ley Cafiero y le permitió a la Ciudad tener una fuerza de seguridad propia. La nueva posibilidad no llegó sin controversias entre el distrito porteño y la Nación, ya que la segunda no le transfirió ni los recursos ni parte de la estructura de la Policía Federal. Por ese motivo, Macri debió crear la Policía Metropolitana con recursos propios.
En el artículo 8º de la Ley Cafiero se le permitía a la Ciudad designar a los jueces y funcionarios judiciales en los fueros de vecindad, contravencional y de faltas y contencioso-administrativo y tributario locales. La Justicia Ordinaria, que contiene a la gran mayoría de los fueros, continuaba a cargo del Poder Judicial de la Nación. Con el tiempo, se fueron dando traspasos de delitos menores a la Justicia Contravencional de la Ciudad mediante convenios.
Transporte, la pelea bajo tierra
Se puede decir que la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es una de las más modernas del país, como que fue la última en ser sancionada, aunque habría que agregar que contiene acápites en defensa de los derechos individuales que la convierten en una norma de avanzada.
Pero la Ley N° 24.588 cercenó, sin demasiadas justificaciones, algunas de las competencias que deberían haber equiparado a la Ciudad con las demás provincias argentinas. Ya hemos hecho referencia a las áreas de seguridad y justicia, pero existen otras que deberían estar en manos de las autoridades elegidas por el pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
Para empezar, no se le permitió a la Ciudad el manejo del transporte, que sigue en manos de la Secretaría de Transporte de la Nación. La Ciudad solo obtuvo jurisdicción plena sobre los colectivos cuyos recorridos no salieran de su territorio. Sobre los subterráneos, recién pasó a tener el control operativo en diciembre de 2012, cuando la Legislatura porteña aceptó el traspaso del servicio luego de un año de controversias con la Nación. En enero de ese año, la Nación y la Ciudad habían firmado un acta acuerdo para avanzar con la transferencia, pero luego el Gobierno porteño, tras subir súbitamente el precio del boleto de $1,10 a $2,50, se echó atrás denunciando que la Nación no le otorgaba los recursos que solicitaba.
Por otra parte, la Agencia Metropolitana de Transporte, creada nominalmente hace un año, aún no comenzó a cumplir realmente con sus funciones.
Puerto que no es de Buenos Aires
Cuando el expresidente Carlos Saúl Menem decidió en 1992 la privatización de la Administración General de Puertos (AGP), traspasando todos los puertos nacionales a las jurisdicciones provinciales en las cuales se asentaban, vetó la transferencia del Puerto a la Municipalidad de Buenos Aires, entonces la unidad administrativa de la Ciudad. Este fue el único que le quedó a la AGP, que desde 2002 tiene el aditamento “en liquidación”, decidido por el presidente provisional Eduardo Duhalde. Desde entonces, nada se ha avanzado en esa cuestión y las terminales del puerto siguen siendo administradas por empresas privadas. Por lo que la cuestión del puerto propio sigue siendo, para los porteños, un tema pendiente.