Las señales de alarma de los trabajadores de los subterráneos se encendieron hace unos 15 días, cuando unos simpáticos encuestadores, planilla en mano, comenzaron a abordar a los usuarios del servicio en las estaciones de las líneas B y H.
Una encuesta puede ser solo un instrumento técnico, pero las preguntas más importantes de esta estaban referidas a dos temas centrales: conocer si los usuarios estaban dispuestos a aceptar un aumento del boleto a $3,50 y saber si estaban de acuerdo con que el Gobierno porteño adoptara sanciones contra los trabajadores del subte, que en los últimos años protagonizaron algunas medidas de fuerza para lograr mejoras en sus condiciones laborales.
Sesenta y ocho preguntas y ninguna flor
“Es una encuesta antisindical. Pone a los trabajadores en un lugar denigrante, porque las preguntas están dirigidas especialmente para enfrentarlos con los usuarios”, acotó el secretario general de la Asociación Gremial de Trabajadores de Subte y Premetro (AGTSyP), Roberto Pianelli, para agregar, en tono de desilusión, que “no se les preguntó a los pasajeros si es necesario agregar más formaciones, cuya falta es la esencia del mal servicio actual”.
Las primeras preguntas –en total son 68– se refieren al lugar de residencia de los interrogados, a la relación entre el servicio y el precio del boleto y, en general, a los niveles de satisfacción que registran los usuarios con respecto a la prestación. Incluso, en las preguntas 43 y 44, los encuestadores les plantean a los pasajeros si estarían dispuestos a pagar más por el boleto y cuál sería la cifra límite.
El conflicto más profundo está planteado a partir de la pregunta número 47, en la que el GCBA le pide al público que evalúe “el trato de los trabajadores del subte hacia los pasajeros” y lo califique en categorías que van desde “muy bueno” hasta “muy malo”.
Luego, en las preguntas que van desde la número 48 a la 61, la encuesta intenta profundizar en el humor de los usuarios para ver hasta dónde apoyarían al Gobierno porteño si este decidiera sancionar a los trabajadores del subte si hay un conflicto que incluya la interrupción del servicio.
De esta manera, los gremialistas evalúan que la encuesta podría significar el primer paso del Gobierno hacia un intento por quebrar la voluntad de los empleados del subte, que en el pasado se mostraron muy combativos en su defensa de las conquistas que lograron hasta el momento.
Por otra parte, las afirmaciones de algunos funcionarios, quienes los acusaron de que “no quieren trabajar” o de que ganan salarios demasiado altos para el trabajo que hacen, no orientaron las discusiones hacia el camino de la concordia, precisamente.
El tercer elemento que atiza permanentemente las llamas del conflicto es que cada vez que existen demoras en el servicio por alguna razón, la empresa concesionaria, Metrovías, emite audios por la red interna de altoparlantes en los que siempre alegan “problemas gremiales” o directamente no informan, entonces, cuando los usuarios van a pedir información a los empleados de las ventanillas –que tampoco saben nada–, la vía de la agresión queda expedita.
Siniestros mortales
“Hasta hace dos años, en las últimas dos décadas hubo solo dos accidentes mortales en el ámbito del subterráneo –vuelve a relatar Pianelli–. El primero de ellos ocurrió antes de que llegara Metrovías a la concesión. Fue en el túnel que une la Línea D y la Línea E, que era tan angosto que solo cabía un tren y nada más. Un operario estaba allí trabajando y, como no puedo escapar, una formación lo atropelló.”
“El otro accidente ocurrió fuera de los túneles. Mientras iba en una camioneta que lo trasladaba hacia un trabajo, un operario fue despedido del vehículo tras un choque y falleció. Los trabajadores, cuando deben ir de un lugar a otro de noche, viajan por afuera de los túneles porque los trenes no funcionan en ese horario.”
“Esto es lo que ocurrió antes –continuó narrando Pianelli–, porque en los últimos dos años hubo cuatro muertos, tres por electrocución y el último, el 28 de septiembre, fue un operario de limpieza que recién empezaba a trabajar, que fue atropellado por un tren en la Línea B. Por estas razones es que la Superintendencia de Riesgos de Trabajo ha catalogado a Metrovías como una empresa de peligrosidad mortal.”
Lo que falta
Pianelli se queja además por las faltas y las fallas del material rodante que todos los días transporta a alrededor de un millón y medio de personas.
“En la Línea A existían, en 2000, 18 formaciones de La Brugeoise, que fueron reemplazadas por nueve fabricadas en China y por las seis Fiat, provenientes de la Línea D. Esto significa que hay 15 formaciones para un trayecto que incluye cuatro estaciones más”, denuncia el gremialista.
“En la Línea B se necesitan 24 formaciones para que el servicio pueda ser brindado, pero hay solo 18, que no alcanzan en las horas pico. Y eso si no se descomponen. Hay dos formaciones obsoletas que son trenes CAF 5.000, comprados al Subte de Madrid. Se compraron seis de estas, pero solo andan dos. Hay un video desopilante en la red que muestra cómo utilizan los vagones para probar explosivos en España.”
“Las CAF son formaciones que se descomponen todo el tiempo. No hay manuales para arreglarlos. Hace poco se quedó una formación cerca de la estación Carlos Gardel y no se podía encontrar el desperfecto. Todo terminó como siempre: la gente agarrándosela con nosotros, que solamente hacíamos nuestro trabajo.”
“La falta de material se nota en especial en las horas pico, porque, por ejemplo, el público no puede subir ni en Villa Urquiza ni en Caballito. Hay que evaluar que en ambas líneas –la A y la B– se incorporaron dos estaciones en cada una, lo que significa que hay 40 mil pasajeros más”, agrega el dirigente.
“Por otra parte –agrega Pianelli–, en la Línea C hubo 500 averías en 2012, las que generaron interrupciones constantes del servicio, como era de esperar.”
Metegol, pero no en el cine
“Hace poco hablaron de que a los trabajadores del subterráneo nos gusta más jugar al metegol que trabajar. Pues bien, esos metegoles a los que se refieren los puso Metrovías en las cabeceras, en los momentos de mayor conflictividad, al igual que varios televisores con canales de cable. Son elementos que no ayudan a reflexionar, pero sirven para que los guardas y los conductores se entretengan un rato. Igual, ese recurso no les alcanzó, porque nosotros jugamos metegol, pero lo mismo defendemos nuestros derechos. Queremos tener un salario que nos alcance para vivir y que nos dejen más tiempo para nuestras familias y nuestro esparcimiento. Porque no somos solo seres productivos.”
De la imagen a la realidad
A veces, los medios le crean una imagen determinada a un grupo de personas, que hacen que el concepto del público sobre los miembros de esa cofradía sea erróneo. La mayoría de los que lidian con los medios diariamente ve a estos sindicalistas de subterráneos tan combativos que deberían ser –se supone– gente sin límites ni educación. Nada más falso.
Mientras charlaba con NU, de repente sonó el teléfono de Pianelli, que atendió y por unos minutos charló cordial y respetuosamente con un tal Cristian Pérez. Cuando cortó, miró al cronista e identificó a su interlocutor: un gerente de Metrovías.
En la charla, el directivo de la empresa le informó al sindicalista acerca de algunos trabajos, como el del blindaje de las boleterías, que fue un pedido del gremio en las paritarias. Incluso, Pianelli relató el caso de una empleada de boletería que fue asaltada y nunca más regresó al trabajo, shockeada por la situación.
La empresa desmiente
Desde la empresa Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) desmintieron, en diálogo con NU, que la encuesta que irritó a los sindicalistas tuviera un contenido antisindical. “Son encuestas trimestrales para medir la satisfacción de los usuarios y abarcan distintos aspectos, no solo la imagen de los sindicalistas. En una anterior se preguntó al público sobre la imagen que tienen de Metrovías”, afirmaron las fuentes de Sbase consultadas por este medio.
En el caso de la encuesta de la controversia, “tiene dos partes –informó el vocero–, la primera consta de preguntas que se repiten siempre, referidas al servicio. La segunda es una batería de preguntas relacionadas con la coyuntura y la actualidad. Por ejemplo, en una encuesta anterior se detectó que los usuarios estaban disconformes con los trenes que llevaban los vidrios opacados con grafitis, en especial los de la Línea B. Entonces, se contrató a una pyme argentina –Solmi– para que los limpiara, y ya están terminando su tarea”.
El controvertido tema de la encuesta mereció otra reflexión del hombre ligado a Metrovías. “No hay ninguna intención de poner a los pasajeros contra los trabajadores. Hay que tener en cuenta que buscamos conocer la opinión del pasajero, algo que no se hizo en los últimos diez años”.