Uber no puede llegar a un lugar sin ser noticia. Su actitud disruptiva con lo tradicional genera pánico entre empresarios acostumbrados a no compartir el poder. Los gremios monopólicos como el de Omar Viviani en la Ciudad –del Sindicato de taxis- ven una competencia a la que no están acostumbrados, y se ven en la necesidad de convivir con otros jugadores como lo hace, en definitiva, cualquier empresa del mundo.
Esta vez, el revuelo se generó porque Uber anunció que pronto arribará con su flota a la provincia de Mendoza, aunque no se sabe aún cuando comenzará a funcionar su servicio.
El gerente general de Uber para la región, Rodrigo Arévalo, estuvo el último fin de semana en Buenos Aires y anunció que la compañía invertirá en el país 50 millones de dólares en el país. Según lo informó la empresa, estarán destinados principalmente, a seguir operando sin sobresaltos pero también a ampliar el negocio: lanzarán Uber Black, un servicio para ejecutivos, y UberPool, de car-sharing; inaugurarán servicios en las ciudades con mayor concentración de población (en Mendoza, Córdoba y Santa Fe pero también en destinos turísticos como Mar del Plata o Bariloche) y se preparan para tomar más personal y abrir nuevas oficinas de atención. Retroceder nunca, rendirse jamás.
Rodrigo Arévalo es tildado como la mente detrás de la estrategia que logró que la compañía emblema de la sharing economy pudiese operar en América latina, pasó por Buenos Aires para anunciar inversiones y reafirmar el compromiso de la empresa de no dar marcha atrás, por más reveces judiciales o críticas a su modelo de negocios existan.
La realidad es que la empresa no ha iniciado ningún tipo de trámite ante el gobierno de Mendoza para empezar a operar. Si se tiene en cuenta que en Buenos Aires Uber nunca solicitó funcionar oficialmente y que, a pesar de eso, ya lleva un año operando allí, la falta de papeleo a nivel local no sorprende.