Al Presidente de la Nación por estos días no le sobra nada en ningún rubro. Es cierto que no ligó con la herencia recibida, ni con la pandemia global. Pero si vamos a las fuentes y a las posibilidades de revertir situaciones, es precisamente en el plano político donde Alberto Fernández podría encarar con buenas posibilidades de éxito la reconstrucción de un liderazgo, que no es que lo haya perdido, sino simplemente que no lo ha ejercido con nitidez a lo largo de estos diez meses.
El 20 de diciembre hay elecciones en el Partido Justicialista Nacional, ese lugar tan emblemático que a partir de la presidencia de Carlos Menem tuvo una hermosa y nueva sede en la calle Matheu 130. El riojano, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner ocuparon el máximo escalón del partido siendo presidentes. Ésta es la llave que buscará ahora Alberto para consolidar su conducción y evitar conflictos.
Las diferentes tribus que cohabitan el PJ, tienen en los gobernadores a los “electores VIP” como los candidatos naturales para ocupar ese sillón. Precisamente, el chaqueño Jorge Capitanich ha sido el primero en intentar, para esta ocasión, juntar masa crítica para lograrlo, en tiempos que el Presidente de la Nación ignoraba, quizás por la magnitud de los problemas, la posibilidad de quedarse con ese cargo.
Pero el tiempo fue pasando y, más allá de que en la Casa Rosada interpretan que “la que manda es Cristina” es sólo parte del relato opositor, los cuestionamientos internos al liderazgo político de Alberto fueron aumentando en algunos sectores, posándose las principales críticas sobre la inacción de buena parte del gabinete. Aunque tiene la pandemia como excusa excluyente -y cada vez más a juzgar por el número de infectados-, la cuestión es que muchos dirigentes opinan en off que “la gestión no arranca” y siembran dudas acerca de si el Presidente está o no cómodo con el ritmo que le imprime a la misma.
Las siempre mediáticas actitudes de Sergio Berni también tienen uno ojo puesto en la conducción del PJ Nacional. Su alto perfil, sus apoyos y su voluntad política son por ahora el único escollo que podría tener Alberto en su intento de hacerse con la conducción nacional del peronismo. De todos modos, pareciera ser endeble y personalista a la hora de hacer frente a una decisión que en el PJ se considera “de manual”: cuando gobierna un presidente peronista, el PJ debe estar conducido por él.
Los gobernadores (como liga abstracta) representan el punto más alejado de Cristina desde el universo del poder partidario y es altamente probable que, a la luz de sus necesidades, ellos conformen un bloque sólido de resguardo hacia el Presidente para neutralizar el avance de cualquiera de las partes. Poner al PJ en modo Rosada, es algo que desde Menem para acá resultó ser bastante eficaz para evitar internas de alto voltaje y es lo que terminó por convencer a los albertistas de dar este paso.
Poner al PJ en modo Rosada, es algo que desde Menem para acá resultó ser bastante eficaz para evitar internas de alto voltaje y es lo que terminó por convencer a los albertistas de dar este paso.
El 17 de octubre la CGT va a solicitar -y seguramente será por aclamación- que Alberto Fernández además sea quien conduzca el Partido Justicialista. Hace unos días, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, dejó entreabierta la puerta para que eso suceda en un drástico cambio de lo que pensaban hasta unos meses atrás, donde “el albertismo” era mala palabra puertas adentro del grupito del poder más reducido, ése que reside en Olivos, adonde se trasladó el poder político de nuestro país durante el reino del virus.
Solo la pandemia podría evitar que los hechos sucedan de manera lógica y Fernández fuera ungido para fines año como presidente del PJ. En cualquier otro escenario, este dirigente porteño como buena parte de su gabinete, trasladará la experiencia que adquirió en el PJ local al escenario nacional, tal como adaptó su postura de jefe de Gabinete a la Presidente muchos años después. Sorpresivamente.
¿Esta movida alterará la coalición gobernante con el Frente Renovador de Massa o con las expresiones más secesionistas y duras del kirchnerismo? La respuesta es que no debería pasar nada raro, ni alteraría demasiado el equilibrio reinante. Lo que es seguro, es que le agregaría un elemento más (otro camino) al diálogo del Presidente con cada una de las partes externas al PJ e incluso con los peronistas más tradicionales. El factor partidario enriquece y se amolda a su conductor, al modo que éste le imprima. Alberto necesita dinamizar su gestión y concentrar el apoyo a su persona, que sea más denso y visible, también más orgánico que el grupo de buenos amigos que lo rodea en las decisiones más difíciles. Lo puede aprovechar o no. Pero es seguro que lo intentará.