En una semana echará a rodar la pelota en Rusia, eso ya lo sabe hasta el más distraído. Los diarios, los portales, las radios y los televisores, durante varias horas por día, reseñarán hasta el mínimo detalle de lo que hagan Messi y los suyos, adentro y afuera de la cancha. El debate público dedicará esfuerzos a discutir fallos arbitrales, la utilización del VAR o las novedades tácticas que proponga el cuerpo técnico. El éxito deportivo traerá euforia; el fracaso, desazón. Muchos fantasean con vivir un mes de vacaciones, dedicados exclusivamente al consumo de material mundialista, en la mayor cantidad de pantallas posible. Algunos pocos, incluso, concretarán su sueño y hasta se subirán a un avión que los deposite en tierras rusas, con o sin entradas para ir a la cancha. Pero mientras tanto, el mundo gira y el país sigue andando.
Existe, desde siempre, una suerte de leyenda urbana que propone que los grandes eventos deportivos funcionan como una excelente cortina de humo que permite a los gobiernos tomar decisiones impopulares y hacerlas pasar inadvertidas para la sociedad. Como toda leyenda urbana que se precie de tal, resulta casi falsa y siempre incomprobable. Habrá quien cite ejemplos: desde el frustrado referéndum por la “re re” de Menem, anunciado un día antes del comienzo de Francia 98 y nunca concretado, hasta la polémica reforma de la Ley de Administración Financiera, impulsada por Néstor Kirchner en pleno Alemania 2006. Se trata, en todo caso, más que de indicios de una o varias conspiraciones contra el pueblo, de la prueba de que en la política, al contrario de lo que pasa en el fútbol, la pelota nunca deja de rodar.
Rusia no será la excepción. Aunque en su momento el Gobierno confió que los 31 días que durará la competencia fueran un bálsamo para una agenda que ya a principio de año se preveía agitada, el giro que tomó a partir de la crisis de las tarifas y el anuncio de un acuerdo con el FMI deshizo ese anhelo. Durante el mes que tenemos por delante, Messi, Agüero y compañía tendrán que codearse en los medios con la inestabilidad económica, el conflicto social, la conquista de nuevos derechos largamente reclamados, la necesidad del oficialismo de avanzar con una agenda legislativa impopular y sin apoyo mayoritario en el Congreso y hasta los prolegómenos de la campaña presidencial que viene pidiendo pista. Estamos mejor que durante Corea y Japón, seguro, al menos afuera del verde césped. El consuelo resulta magro.
El acuerdo con el FMI, que el Gobierno siempre quiso ratificar oficialmente antes del partido inaugural, será un tema de tanta relevancia que parece estúpido pensar que pueda ser opacado por la actividad mundialista. Al cierre de esta nota no se conocían los detalles del préstamo otorgado ni de las condiciones que traería aparejadas, pero desde un primer momento se supo que la Argentina solamente calificaba para un programa de tipo Stand By, que es el equivalente, en materia de finanzas globales, a estar disputando el torneo de Nacional B. En la Casa Rosada aseguran que Mauricio Macri quiere relanzar su gestión con este anuncio. El lavado de cara al gabinete incluiría recortes de trazo grueso y varios ministros de patitas en la calle. Una buena noticia para los que se queden afuera: a lo mejor están a tiempo de sacar un pasaje y viajar a Rusia, actividad que el Presidente vedó de forma tajante a sus funcionarios.
Uno de los ítems en los que el Gobierno quiere avanzar durante la Copa es la postergada reforma laboral, aunque su futuro es incierto. Si no pasó por el Congreso en diciembre, cuando una parte del peronismo sí aceptó modificar la fórmula jubilatoria, difícilmente lo haga ahora, con el recuerdo fresco de la derrota oficialista en el debate por la Emergencia Tarifaria. El Ministerio de Trabajo tiene una carta en la manga para cambiar esa historia: dejar caer el articulado que modifica a la baja el régimen de indemnizaciones por despido para salvar el blanqueo de trabajadores. Se lo propuso Jorge Triaca Jr. a los sectores más amables de la CGT, que quedaron en contestar. Un apoyo del sindicalismo podría ablandar la voluntad de un puñado de diputados y senadores justicialistas, los necesarios para darle a Macri una buena noticia que no dependa de resultados deportivos.
La CGT, por su parte, está en la previa de su propio partido, que en agosto designará nuevas autoridades. En ese contexto, la colaboración con un gobierno impopular sale más cara. Más cuando el actual triunviro Héctor Daer quiere ser ungido secretario general, para lo que no le alcanza con el apoyo de los dialoguistas y necesita tender puentes con sectores más combativos.
Sus principales rivales en la compulsa, representados en el tándem de Pablo Moyano y Sergio Palazzo, avanzan a su vez con la convocatoria de un paro general, que coincidirá con el Mundial.
Hugo Moyano llegó a proponer que la huelga coincida con el comienzo de la competencia y otros sugirieron que sería un buen gesto programarla un día en el que juegue la Selección nacional. El mismo Moyano conoce bien un antecedente: fue protagonista de la Marcha Federal que, en 1994, coincidió con el Mundial en los Estados Unidos sin que ese evento hiciera mella en la potencia política de aquella manifestación.
Tampoco se tomará una pausa por el Mundial el proyecto para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo. El miércoles que viene, 13 de junio, en las vísperas del partido inaugural, la Cámara de Diputados tratará la iniciativa, con final abierto. En caso de que reciba media sanción, la idea de las impulsoras e impulsores es que comience a trabajarse de inmediato en el Senado, donde se realizará un proceso similar al que se llevó a cabo hasta ahora, con audiencias públicas y un amplio debate de cara a la sociedad. Seguramente haya nuevas manifestaciones públicas, a favor y en contra. Nada de eso se interrumpirá por la disputa del torneo. Una eventual votación en la Cámara alta llegaría en la segunda quincena de julio o en los primeros días de agosto, días o semanas después de que se juegue la final en Moscú.
Una vez que haya pasado la emoción por la Copa del Mundo, empezarán a calentarse los motores para la elección presidencial para el año que viene. Al último minuto de la participación argentina en el Mundial le seguirá el primero de la campaña. Tanto en el oficialismo como en la oposición empiezan a prepararse en ese sentido. El Presidente busca buenas noticias para mantener la expectativa popular y el optimismo en su tropa. Algunos candidatos opositores ya iniciaron los trabajos preliminares: encuestas de opinión, focus groups, armado de equipos técnicos. Otros prefieren poner el cuerpo y hacer recorridas por todo el país. Los mítines, públicos, privados o cuidadosamente en el medio se multiplican. Cuando deje de rodar la pelota será el momento de salir a jugar ese otro partido. Mientras tanto, las ruedas ya están en movimiento. Aunque falta mucho para que termine el partido, nadie quiere dar un solo gol de ventaja.