Esta semana, Mauricio Macri cumplió tres años al frente de la Casa Rosada, y el aniversario coincidió con el llamado a indagatoria de su padre y su hermano en la causa de los cuadernos de la corrupción, que lleva adelante el juez Claudio Bonadio. Mientras la noticia empezaba a circular con fuerza por las páginas de los principales medios del país, los dirigentes del Pro se reunían en Parque Norte para debatir sobre el cronograma y la estrategia electoral.
Sin la presencia de Macri, quien no suele asistir a este tipo de encuentros partidarios desde que asumió la Presidencia de la Nación, muchos de los que llegaban al predio expresaban su absoluta “sorpresa” por la citación de la familia presidencial. Sin alcanzar definiciones de algún tipo, el Consejo Directivo Nacional del Pro se volvía a reunir una vez más, a puertas cerradas y con la excusa de conmemorar su llegada al poder, en el medio de las dudas entre adelantar o no los comicios en la provincia de Buenos Aires y en otros distritos.
Hasta el momento, la Casa Rosada no formuló ningún balance en público, pero la obvia conclusión es que si así lo hiciera, este arrojaría más sombras que luces. Es que fue Macri quien pidió una y otra vez ser evaluado al final de su mandato por su combate a la pobreza. Y los resultados están a la vista de todos: el camino hacia la “pobreza cero” se encuentra cada vez más agravado por la mala praxis económica, el ajuste sin precedentes en el Presupuesto para 2019 y un endeudamiento nunca antes registrado en la historia argentina.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó en el medio de las turbulencias cambiarias que consolidaron la megadevaluación y arrastraron a la inflación por arriba del 40 por ciento, según las estimaciones privadas para este año. En estos tres años se habló de terapias de gradualismo o de shock, pero cualquiera de las opciones iba a tener el mismo impacto, más temprano o más tarde. Y así fue que, tras los tarifazos en los servicios públicos, también llegó el enfriamiento de la economía, con números rojos para la mayoría de los sectores de la producción. Ahora, la expectativa oficial propone patear la pelota para adelante y guardar la esperanza de que algunos índices del segundo trimestre, muy cerca del inicio formal de la campaña para Cambiemos, mostrarán una leve mejora, aunque insuficiente desde una perspectiva más amplia.
La generación de empleo es una deuda cada vez más lejana, pese a las reiteradas promesas del primer mandatario de atacar esta variante. En el balance positivo que hacen los militantes oficialistas por estas horas a través de las redes sociales y de las que el Gobierno se despega, aparecen la resolución del conflicto con los fondos buitre y la salida del cepo cambiario, favoreciendo aún más la fuga de dólares que se intentó maquillar con un blanqueo que terminó favoreciendo a los amigos del poder y a sus familiares, a quienes el Presidente había intentado favorecer también liquidando la deuda que el Grupo Macri mantiene con el Estado por el Correo Argentino y que se llevó puesto al Procurador del Tesoro, Carlos Balbín.
Un dato que el Gobierno exhibe como positivo es el del incremento de las reservas en dólares del Banco Central, que subieron un 106,3 por ciento, pero que, tarde o temprano, irán a parar al pago de una deuda externa que condicionó como nunca la soberanía política y económica. La reducción del famoso “gasto público”, reflejado en una limpieza exhaustiva de la plantilla estatal y en la eliminación de programas y estructuras estatales, no implicó que el Gobierno desatendiera los planes sociales que incluyen a los sectores más vulnerables. Y es por esa decisión que, en voz baja, confía en poder transitar otro diciembre sin conflictividad social y con la gobernabilidad garantizada.
Desde el plano político, el Gobierno tuvo su máxima performance en las elecciones de medio término, en las que derrotó una vez más al kirchnerismo, en el medio de aquellos meses en los que se reclamaba por la aparición de Santiago Maldonado. “Lo peor ya pasó”, decían desde el Gobierno por esos días de 2017, sin presagiar que en marzo el rumbo empezaría a torcerse a partir de la crisis cambiaria.
Unos meses antes, el país entero se sacudía con la triste noticia de la desaparición del submarino ARA San Juan, hallado recién el 16 de noviembre pasado. Paralelamente, la investigación judicial todavía no encontró a ningún responsable por la muerte de los 44 tripulantes.
Hace dos semanas, la Argentina recibía a los principales mandatarios del mundo, que se reunieron en Buenos Aires para protagonizar la Cumbre de Líderes del G20. El encuentro, de carácter histórico y sin precedentes en Sudamérica, resumía uno de los mayores logros de la gestión macrista, el de una reinserción en el mundo nunca antes vista, aunque sin demasiados beneficios concretos para encaminar la economía argentina por una senda de crecimiento. A un año de terminar su primer mandato, Macri intentará conquistar el segundo, empoderando una vez más como estratega principal a Marcos Peña, quien se prepara para ser “el principal vocero” de la campaña electoral, según repiten en Casa Rosada ante la consulta de Noticias Urbanas.
En ese horizonte, deberá tratar de conformar a sus principales aliados de la alianza Cambiemos, mientras que los radicales protestan por los armados provinciales de Rogelio Frigerio, y Elisa Carrió mete el dedo en la llaga cada vez que puede, ahora sobre el protocolo de seguridad que les da vía a libre a las fuerzas para disparar y luego preguntar, al nefasto estilo del brasileño Jair Bolsonaro.
El tema del financiamiento político, uno de los desafíos que le quedan a Mauricio Macri, es tanto político como económico. Le va a costar convencer a los propios y al electorado. Mientras tanto, en la vereda de enfrente, también se anotaron para hacer un balance de los últimos tres años.
Sergio Massa, el más activo de los candidatos del peronismo, difundió un documento partidario en el que plantea que la pobreza aumentó de 29,7% en 2015 al 31,4% en 2017 y que el empleo industrial cayó 8% hasta septiembre de este año. Los últimos datos de pobreza del nuevo Indec –otro de los logros exhibidos por el oficialismo– llegarán recién en los primeros meses del año próximo. “Las previsiones para 2018 son alarmantes, ya que la devaluación y la inflación están golpeando a los sectores más desprotegidos, profundizando su condición”, señalaron desde el Frente Renovador (FR), para luego precisar que el poder adquisitivo, entre noviembre de 2015 y julio de 2018, “cayó en un 10 por ciento”.
El kirchnerismo más duro también se anotó en el balance y expresó, a través del exministro de Economía y actual diputado nacional Axel Kicillof, que todos los indicadores de la economía “son muy malos y terribles” en términos de empleo y salario, de la mano de una inflación acumulada en tres años del 156 por ciento. En ese mismo sentido, el titular del bloque de Diputados de Unidad Ciudadana (otro que anhela recibir la bendición de Cristina Kirchner para los próximos comicios), Agustín Rossi, aseguró que con Cambiemos en la Casa Rosada “hay más hambre y menos trabajo” y que son solamente “unos pocos de arriba que ganan, mientras que la mayoría se perjudica”.
Una vez más, el oficialismo hablará en campaña sobre “profundizar el cambio” y “no volver hacia atrás”, hacia el “populismo kirchnerista”, y mostrará su cara más dura para el combate contra la inseguridad y el narcotráfico. Esta semana, Macri insistió durante una actividad oficial en Pilar que Cambiemos “está cambiando las cosas de raíz” y les pidió a los argentinos “no detenerse” en ese camino. “Estamos sentando las bases para avanzar hacia la estabilidad de la macroeconomía”, sostuvo. A un año de terminar su mandato, Macri ya ensaya el discurso con el que intentará convencer a los argentinos.