Los comicios legislativos de 2017 son la prueba que debe superar el Presidente para garantizarse un paraguas político para sus últimos dos años de mandato y quedar bien posicionado para disputar la reelección en 2019. Para eso deberá solucionar varias cuestiones sensibles de su gestión. La provincia de Buenos Aires, como siempre, será clave.
En jerga futbolera, sería una final anticipada. Un partido de seis puntos. En clave política, tendrá un valor simbólico de seis años. Imposible no mirar el 2017 de Mauricio Macri sin la lupa electoral. Y los comicios legislativos de este año, los primeros para este primer gobierno de Cambiemos, marcarán el rumbo de esta joven alianza. Y el futuro político del Presidente. Por eso, aunque el líder del Pro intente transmitir cierto desentendimiento con la próxima votación, sus desafíos para 2017 están teñidos por esa contienda. Todos.
El propio Macri fue virando un discurso inicial tímido, apenas asumió, por otro más realista: la transformación que dice querer en el país necesita de dos períodos presidenciales. De ahí que la batalla en las urnas de octubre tendrá, en caso de una victoria, no solo la garantía de un fin de mandato con paraguas político, sino que será la carta más fuerte para ir de banca en 2019.
El Presidente hace dos apuestas básicas para la elección. Son las que dependen casi exclusivamente de él y de su Gobierno. Del lado económico, se despidió de 2016 con una jugada arriesgada: se desprendió de uno de los pocos ministros que podía mostrar resultados, en esa idea de que el año inicial fue para sentar bases sólidas. Alfonso Prat-Gay, el exiliado, arrancó con una exitosa salida del cepo, luego cerró el acuerdo con los fondos buitre y se despidió (lo despidieron) con un blanqueo inédito y aún en marcha. Con ese movimiento, más la llegada del ignoto Nicolás Dujovne, se da una paradoja: la cartera económica se divide aún más, en media docena de ministerios, y, en paralelo, la responsabilidad de los números recae más que nunca en Macri.
El sendero que al menos en palabras empezaron a transmitir el jefe de Gabinete, Marcos Peña, Dujovne y el propio Macri aparece hoy como un desafío difícil de cumplir: bajar el déficit en un año electoral pero sin ajustar en la obra pública y con una mejora en el consumo. Sería casi inédito en la historia política argentina. Las primeras señales confunden, al menos al ciudadano de a pie. Se decidió dar de baja un viejo incentivo fiscal para las ventas minoristas (la devolución del cinco por ciento del IVA para las compras con tarjeta de débito) y se insiste en hablar de una inflación con 17 por ciento de techo, cuando para enero y febrero ya se anunciaron subas en nafta, prepagas, parquímetros y peajes. En este último caso, con incrementos superiores al 100 por ciento.
La apuesta parece centrarse en el blanqueo, que ya garantizaría los fondos para pagarles las mejoras millonarias a los jubilados (que, se descuenta, volcarán esa plata al consumo) y a un crecimiento de la economía que se demora en llegar.
Desde el punto de vista político, el gran desafío de Macri será consolidar una propuesta electoral sólida en todo el país y salir airoso de “la” batalla en la provincia de Buenos Aires. Cuenta con un plus estructural: además de manejar las principales cajas del país (Nación más las dos Buenos Aires), Cambiemos es una marca con extensión territorial e identificación propia. El otro sello extendido es el PJ, pero difícilmente se presente como una propuesta nacional. Como estas elecciones son de medio término y las necesidades son puntuales, lo más probable es que el peronismo termine diagramando acuerdos provinciales, en algunos casos, incluso, en sintonía con el Gobierno.
Esta particularidad presenta un escenario favorable para el oficialismo, siempre y cuando, se insiste, haga una buena performance en la provincia de Buenos Aires. Y hoy allí todo es incógnita: ¿se presentarán Cristina Kirchner y, eventualmente, Daniel Scioli, con la Justicia revoloteando sobre su cabeza? ¿Jugará Sergio Massa, el opositor amigo más incómodo y quien mira 2019 con voracidad? ¿Conseguirá Cambiemos ofrecer un candidato taquillero? ¿Podrá domar a Elisa Carrió si decide embarrarse en la pelea bonaerense? ¿Logrará María Eugenia Vidal transmitir su buena imagen a una boleta que la verá ausente?
Con el vértigo que se apoderó del país desde hace décadas, varios de estos interrogantes empezarán a dilucidarse con el correr del verano. El próximo lunes, Macri retomará su trabajo luego de sus criticadas vacaciones. Hizo bien en tomar aire. El año político ya no le dará mucho margen para descansar. Sobre todo si quiere ganar un partido que vale seis años.