El fiscal especial Robert Mueller ha finalizado sus 22 meses de hermética investigación sobre la trama rusa sin hallar pruebas de que Donald Trump o su campaña conspirasen con Moscú durante las elecciones presidenciales de 2016 con el fin de favorecer la victoria del republicano. Mueller sí deja abierta la posibilidad de que haya cometido obstrucción a la justicia, la otra gran sombra que planeaba sobre el presidente de Estados Unidos, pero el balance de este domingo supone una victoria política. En tono combativo, Trump dijo a la prensa que las conclusiones significan su “exoneración total” y tachó de “vergüenza” este proceso explosivo, que ha marcado toda su presidencia.
Un gran punto de inflexión de la presidencia de Trump fue el 17 de mayo de 2017, cuando el Departamento de Justicia puso en manos de un fiscal especial independiente la investigación federal más sensible en años, del posible pacto entre el presidente de EE UU y ni más ni menos que Rusia, el viejo enemigo de la Guerra Fría. Mueller ha levantado tantas alfombras para tratar de esclarecer esto que, a lo largo de dos años, han salido a luz toda una ristra de otro tipo de delitos —con 34 individuos imputados—, una marea de mentiras y hasta viejos contenciosos del mandatario con una actriz de cine porno.
El otro gran giro tuvo lugar este domingo por la tarde, casi dos años después, cuando el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, entregó al Congreso sus conclusiones sobre el informe Mueller, una carta de cuatro folios y dos ideas muy claras: que la injerencia rusa tuvo lugar, pero que no hay rastro de que la campaña de Trump u otro ciudadano estadounidense se coordinara con ella. “El fiscal especial no ha hallado que la campaña de Trump, o cualquiera asociado con ella, conspirase o coordinase con el Gobierno ruso en esos esfuerzos [de injerencia] a pesar de las múltiples ofertas de personas vinculadas a Rusia por ayudar a la campaña de Trump”, señala Barr.
Un equipo de 19 abogados ayudado por 40 agentes del FBI, analistas de inteligencia, contables forenses y otros profesionales se han ocupado del caso y emitido hasta 2.800 citaciones, 500 órdenes de registro y 280 órdenes de registro de comunicaciones, además de haber interrogado a medio millar de testigos.
Mueller, sin embargo, no ha sido capaz de pronunciarse sobre si Trump ha cometido un delito de obstrucción a la justicia, algo que se podría concluir si se comprueba que mintió a los investigadores durante la indagación de la trama rusa, o si presionó al exdirector del FBI James Comey, al que además despidió, para que cerrase el caso. “Mientras este informe no concluye que haya cometido un delito, tampoco le exonera”, afirma Mueller en su informe, según la carta de Barr.
El fiscal especial, de hecho, ha optado por describir los actos de Trump y dejar en manos del Departamento de Justicia la interpretación de si estos son constitutivos de delito. Y, según el criterio de Barr, y de su número dos, Rod Rosenstein, las pruebas “no son suficientes para establecer que el presidente haya cometido una falta de obstrucción a la justicia”. Su argumento valora que Trump no era culpable del delito que se investigaba y de que una mala práctica no tiene por qué resultar obstrucción si no se hace de forma intencionada.
La jornada supo a victoria rotunda para el mandatario. “Después de una larga revisión, después de una larga investigación, después de que tantas personas hayan sido tan dañadas, después de no mirar al otro lado donde ocurrieron muchas cosas malas, se acaba de anunciar que no hubo complot con Rusia”, proclamó el presidente a la prensa desde Florida, donde había pasado el fin de semana, a punto de tomar su vuelo de regreso a la Casa Blanca. “Es una pena que nuestro país haya tenido que pasar por esto. Para ser honesto, es una pena que su presidente haya tenido que pasar por esto”, añadió.
Para los demócratas, sin embargo, la historia del informe Mueller no termina aquí. De la indagación del fiscal especial y su equipo, un trabajo hermético, lleno de secretismo, solo se conocen las cuatro páginas de la carta del fiscal general. Varios congresistas ya han avanzado que darán la batalla por que el conjunto del informe salga a la luz, de la misma manera que en 1998, el informe Starr sobre Bill Clinton se difundió. El documento puede contener material corrosivo políticamente, todo tipo de malas artes, aunque no incluya la colusión.
A raíz de las pesquisas, por ejemplo, la fiscalía de Nueva York ha implicado al mandatario también en un delito de financiación ilegal de campaña, pues quien fuera el abogado personal de Trump durante años, Michael Cohen, asegura que le ordenó el pago a dos mujeres poco antes de las elecciones para que callaran sobre supuestas infidelidades con él. Como el objetivo de la transacción era proteger la imagen del entonces candidato presidencial, se considera una contribución no declarada.
Que los supuestos romances con una actriz de cine porno, Stormy Daniels, y con una modelo de Playboy, Karen McDougal, formen parte de la investigación de la trama rusa da una idea de cómo se ha enrevesado el caso, las impredecibles derivadas a las que ha dado lugar. Seis exasesores de Trump han sido acusados de distintos delitos, entre ellos, el abogado Michel Cohen, quien fuera mano derecha de Trump durante una década, a tres años de cárcel por fraude y por mentir; y su exjefe de campaña, Paul Manafort, a siete años y medio por fraude y por conspiración, a raíz de unos trabajos de lobby no declarado para Ucrania.
Las sospechas de que Rusia estaba tratando de interferir en las elecciones presidenciales comenzaron ya en verano, con el robo y filtración de correos del partido demócrata. Tras las elecciones, a primeros de enero de 2017, los servicios de inteligencia estadounidenses y el FBI concluyeron que Vladímir Putin había orquestado una campaña basada en ciberataques y propaganda para denigrar la candidatura de Hillary Clinton y favorecer la de Trump.
La sombra de la colusión entre el entonces ya presidente y Moscú apareció en escena cuando empezaron a salir a la luz toda una serie de contactos opacos entre quienes iban a formar su gabinete y funcionarios rusos, lo que provocó la dimisión de su fugaz consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Los intentos de Trump por desacreditar la investigación, a la que siempre acusó de “caza de brujas”, y el despido de Comey en mayo de 2017 alentaron aún más los recelos. Poco después, en verano, además, se supo de algunos encuentros controvertidos, como el que el hijo mayor del presidente, Donald júnior, y su yerno, Jared Kushner, mantuvieron antes de las elecciones con una mujer que se decía cercana al Kremlin y que prometía “trapos sucios” sobre Clinton.
Casi dos años después de erupción de trapos sucios por doquier, la investigación del informe Mueller ha llegado a su fin. La batalla política resultante, entre partidarios y detractores de Trump, no ha hecho más que empezar.
La información fue dada a conocer por El País.