Aunque todos los focos apuntan hacia la taquillera elección bonaerense, un poco más acá, de este lado de la General Paz, los comicios porteños también tienen tela para cortar. Después de diez años de gobierno, el Pro volverá a rendir examen ante su electorado natural. En política nada está resuelto hasta que se cuentan los votos, pero cualquier resultado que no sea una victoria abultada será leído como una señal de debilidad. Mientras tanto, el peronismo logró traccionar una unidad que le permite ser competitivo para tratar de recuperar el segundo lugar histórico, en competencia directa con Martín Lousteau, un dirigente difícil de clasificar, que hizo su propia apuesta, arriesgada. El massismo, con una pequeña ayuda de sus amigos, intentará, nuevamente, hacer pie en un distrito que le resulta sumamente esquivo, mientras que la izquierda necesita consolidar el crecimiento que tuvo en las últimas elecciones. Las cartas están echadas.
Quizás, el dato más relevante para entender la elección en la Ciudad de Buenos Aires es que es el único distrito del país en el que el Pro decidió dejar de lado el sello de Cambiemos. Como Cristina Fernández de Kirchner en la Provincia, Mauricio Macri partió aquí su alianza natural para evitar una interna que podía complicarlo, no seguramente en el resultado sino en el transcurso de la campaña. No es que el Presidente aborrezca las internas en sí: en 2015 una primaria forzada entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti terminó por cimentar su autoridad y fue una escala primordial en su camino a la Casa Rosada.
Pero Lousteau no es Michetti: es más joven, más ambicioso, menos leal y presenta un obstáculo en el plan macrista de mantener a la CABA como fuerte en el que refugiarse en caso de que la aventura presidencial termine abruptamente después del primer mandato. Macri ve al ex embajador en los Estados Unidos como un aliado circunstancial devenido adversario directo por el control de la Ciudad, y por eso decide expulsarlo de su hábitat. Un Lousteau por afuera de Cambiemos, evalúa, tiene menos capacidad de daño que por adentro. Hay que esperar a que se cuenten los votos pero, por ahora, la táctica parece estar dando resultados: las encuestas muestran al economista lejos del primer lugar, compitiendo cabeza a cabeza con el pamperonismo por la medalla de plata.
“El problema más grande de Macri en la Ciudad es Lilita”, dice un hombre del Presidente que conoce a la perfección las internas del oficialismo. En el Pro temen que una victoria demasiado abultada de la mujer fuerte de la Coalición Cívica, primera candidata oficialista, siga engrosando la columna de haber en su libreta política hacia adentro de la alianza Cambiemos. Una libreta que, dicho sea de paso, engordará muchísimo en los próximos meses. ¿Cuál es el miedo que solo algunos se animan a expresar en voz alta, por ahora con muchos condicionales? Que ante otro bienio rengo en la Casa Rosada, con la economía sin despegar, con denuncias de corrupción multiplicadas alrededor del Presidente, la figura de Carrió crezca demasiado y vuelvan a ella las aspiraciones presidenciales, que parecían sepultadas desde el fatídico 2011. ¿Tiene que ver con eso, también, el súbito entusiasmo oficial por derogar las PASO de cara a 2019? Qui lo sa?
Lousteau, empero, no está solo. En su aventura capital lo acompaña buena parte de la estructura del radicalismo porteño, que, a diferencia de sus contrapartes en el resto de las provincias, no aceptó en silencio el rol de reparto que le designó la mesa chica de Cambiemos, hoy compuesta exclusivamente por macristas purasangre. El desafío pasa también por las ambiciones políticas de una generación de dirigentes de la UCR criados en los 90 al calor de la política universitaria a los que la implosión del partido en 2001 dejó sin nada. Referenciados en el opaco Emiliano Yacobitti se juegan algo más que unas bancas en esta campaña, su propia rebelión en la granja.
De Orwell a Borges, del peronismo podemos decir, sin pretensión de ser originales, que no los une el amor sino el espanto. Con Cambiemos en el poder en Nación, Ciudad y Provincia y luego de que en los últimos dos turnos electorales una tercera opción los relegara al tercer puesto (Solanas, por izquierda, en 2013, y el mismo Lousteau, por derecha, en 2015), los popes de todos los sectores que formaban parte del Frente para la Victoria, y otros que se habían desprendido de esa estructura, decidieron presentar una propuesta unificada para ser competitivos: así, con el imperecedero Daniel Filmus y Mariano Recalde a la cabeza, todo este espectro, desde La Cámpora hasta el Movimiento Evita, pasando por el PJ, la CGT y los inorgánicos de siempre, se refugiaron bajo el mismo paraguas, que también contiene a la centroizquierda alternativa de Itai Hagman y Jonathan Thea y al papismo de Guillermo Moreno y Gustavo Vera.
Hasta acá, el mapa de los espacios que seguramente van a ser protagonistas de la campaña y los comicios, aunque hay un par de actores más que, aunque sumen de a menos puntos, pueden terminar por definir una contienda cerrada. Por un lado, Matías Tombolini tendrá la difícil tarea de hacer prender al massismo en la Ciudad, proyecto que ya fracasó dos veces. Con un perfil más descontracturado y mediático, su objetivo de mínima será superar el paupérrimo papel del también economista Guillermo Nielsen, que con el sello del Frente Renovador no pasó el piso para superar las PASO (no es un trabalenguas), y, de máxima, intentará meterse a solas en el Congreso para sumarse a la bancada mayoritariamente bonaerense de 1 País.
El Frente de Izquierda, en tanto, principal beneficiado por las imposiciones de las primarias obligatorias, que lo obligó a conformar una alianza electoral de buenos resultados en los últimos turnos, tiene como principal objetivo engrosar su representación en la legislatura local y por eso le dieron protagonismo en ese tramo de la boleta a su carta más fuerte, la abogada Myriam Bregman, de fuerte presencia mediática y una buena capacidad de llegar a un electorado que no necesariamente es el de la izquierda más radical. El piso bajo en la ley electoral porteña promueve este tipo de acuerdos y facilita el acceso de minorías al parlamento ciudadano, algo que, seguramente, nos dejará a partir de octubre un panorama diverso y políticamente rico desde el cual discutir el futuro de una ciudad que hace muchos años dejó de discutir su futuro.