E n su primer día de gestión en la Casa Rosada, Alberto Fernández aprovechó para chicanear una vez más a Mauricio Macri. “No sé si el Presidente venía a trabajar porque el aire acondicionado no funciona”, dijo al hablar unos segundos con los periodistas acreditados, antes de subirse al helicóptero que lo trasladaría hasta la ciudad de La Plata para acompañar al nuevo gobernador bonaerense, Axel Kicillof, en su acto de asunción.
Con la sede gubernamental todavía algo despoblada y en un proceso de lenta asunción de los nuevos funcionarios, no hubo declaraciones rutilantes, aunque sí una intensa actividad oficial, que incluyó además de un viaje relámpago a la capital bonaerense, una reunión de trabajo con el presidente cubano Miguel Díaz Canel, un almuerzo con la comitiva estadounidense y un viaje a Santa Fe para acompañar a Omar Perotti en su acto de asunción.
Muy temprano, el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero estrenaba su rol como vocero oficial para explicar algunas de las primeras medidas que adoptará el Gobierno y que ya había anunciado el propio Alberto Fernández durante su alocución ante la Asamblea Legislativa. Habrá sesiones extraordinarias en el Parlamento para debatir, entre otros temas, las emergencias económica y sanitaria y para hacerse de las facultades extraordinarias que le permitirán reasignar partidas presupuestarias y reformas inmediatas en el esquema impositivo.
“Queremos que salga antes del 31 de diciembre”, precisó luego, off the record, un funcionario de la mesa chica del Presidente. Los festejos, que comenzaron en la noche del triunfo electoral y que se reeditaron el martes con la asunción presidencial en la Plaza de Mayo, tuvieron su correlato también en la Rosada durante las primeras horas de la nueva gestión.
La algarabía no parece tener fin: incluso hasta los emisarios de Donald Trump debieron esperar más de la cuenta para encontrarse con el anfitrión, ya que mientras Gustavo Béliz los entretenía en el Salón de los Científicos, Alberto se tomaba fotos con el pelotón de empleados públicos que lo esperaba en el segundo piso, a la salida de uno de los salones donde descansa buena parte del patrimonio cultural y artístico que supo vestir las paredes de la sede gubernamental.
María, la histórica secretaria del Presidente, tuvo que lidiar con la desesperación del flamante Secretario de Asuntos Estratégicos de la Jefatura de Gabinete, quien ya había emprendido el lento camino hacia el Salón Eva Perón para el almuerzo con los funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos, a los que no pudo recibir en su despacho justamente por el agobiante calor que se instaló en cada uno de los pasillos y espacios del ala presidencial, por el no funcionamiento del aire acondicionado.
¿Se habrá tomado revancha Alberto por el desplante de Maurice Claver-Carone? El director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, un funcionario con peso en la Casa Blanca, que es el responsable de la estrategia con América Latina, se había retirado el día anterior antes de lo previsto, eludiendo la jura presidencial, mostrando su enojo por la presencia de funcionarios del Gobierno de Venezuela.
Según voceros presidenciales, no se tocó el tema durante la reunión y hasta el momento tampoco hubo ninguna palabra oficial de la Embajada en Argentina que convalidara el enojo. “¿Desde cuándo tenemos que consultarle a Estados Unidos a quiénes invitamos o dejamos de invitar?”, razonan desde esos despachos. Del encuentro en Gobierno, finalmente participó otro de los enviados por Trump, el subsecretario interino del Departamento de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental estadounidense, Michael Kozak, quien acordó –y esto es lo que verdaderamente importa en la relación bilateral- crear un “sistema de consulta permanente para trabajar coordinadamente entre ambos países”, según se informó luego desde Presidencia de la Nación.
Kozak elogió el discurso que el presidente argentino ofreció ayer ante la Asamblea Legislativa y le transmitió los mismos conceptos sobre el “apoyo” para la negociación con el FMI que le había manifestado el presidente Donald Trump durante la conversación telefónica que mantuvieron hace unas semanas. Además Kozak trasladó una invitación para el Gobierno nacional para el 17 de diciembre en Washington en un evento vinculado al petróleo y Fernández se comprometió a garantizar la presencia argentina.
Lo acompañaron a la reunión el ya nombrado canciller Felipe Solá, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz y Jorge Argüello, que será el Embajador argentino en los Estados Unidos. Por parte de la comitiva norteamericana también asistieron el embajador en la Argentina, Edward Prado, el consejero político Chris Andino y la asesora Mariju Bofill.
Por la tarde, Alberto viajó a la provincia de Santa Fe para acompañar a Omar Perotti en su asunción como nuevo gobernador, acompañado del nuevo ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ De Pedro y por el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, uno de los gobernadores con sintonía fina con el Presidente de la Nación, a quien su entorno excusa por los cambios permanentes en su agenda oficial, algo a lo que el periodismo deberá acostumbrarse. Luego, siguió viaje hasta Paraná para hacer lo mismo con Gustavo Bordet.
“El anuncio de la rutina es que no habrá rutina”, había advertido su vocero Juan Pablo Biondi, para luego precisar que, de aquí en más, “habrá algunas audiencias prefijadas, que serán anunciadas y luego la actividad seguirá de acuerdo a las entrevistas que mantenga. Es un hombre a quien le gusta conversar personalmente los temas y, en general, cita en el momento a sus interlocutores”, precisó.
Un nuevo estilo se instaló en la Casa Rosada y muchas costumbres cambiarán, tanto para la prensa como para los interlocutores habituales del Presidente.