No bien debutaron como alianza política, los principales voceros del Frente Amplio Unen (FAU) ya debieron ponerse a la defensiva para aclarar algunas cuestiones que los desvelan.
La que generó una mayor rispidez y mereció un análisis más profundo para los dirigentes del FAU es la posibilidad de una alianza con Propuesta Republicana (Pro), el partido que preside Mauricio Macri, que gobierna la Ciudad de Buenos Aires.
La segunda es la desmentida de que su coalición se parezca a la fatídica Alianza, que, encabezada por Fernando de la Rúa, gobernó la Argentina entre 1999 y 2001 y debió dejar el poder en medio de graves disturbios, que provocaron 35 muertos en todo el país. “De ninguna manera –desmintió Ernesto Sanz, uno de los presidenciables del espacio–, ni nosotros somos iguales a aquella Alianza ni el país es igual al del 99.”
Pero la primera cuestión fue la que generó una mayor controversia hacia adentro y hacia fuera del acuerdo. Lilita Carrió lanzó el tema hace un mes, un poco como un globo de ensayo para testear las reacciones internas y otro poco para que Macri hiciera lo mismo en su propio territorio.
Paradójicamente, uno de los principales operadores que mantiene aceitado el puente entre ambas fuerzas es el histórico dirigente radical Enrique “Coti” Nosiglia, padre del legislador de Suma+ Juan Francisco Nosiglia, integrante del FAU. El Coti, hace dos semanas, se encontró con Macri en el festejo por el cumpleaños número 40 de Jorge Triaca (h) en el stud que la familia del diputado tiene en San Isidro. Se los vio a ambos charlar animadamente de las posibilidades que entregarán las presidenciales de 2015 y coincidieron en que sería posible que ambas fuerzas enfrentaran juntas al peronismo, so pena de perecer en el intento. Precisamente, el accionar político de Nosiglia fue una de las razones por las que Carrió abandonó la Unión Cívica Radical, según relató ella misma alguna vez, encerrando en la misma bolsa hasta al propio Jesús Rodríguez, que ahora se declaró como un ferviente partidario del FAU.
De todos modos, los más entusiastas en que esta alianza se construya fueron los más necesitados. Los radicales mendocinos y cordobés Ernesto Sanz, Julio Cobos y Oscar Aguad se manifestaron inmediatamente favorables a la propuesta de la chaqueña por una razón muy simple: Córdoba y Mendoza son los distritos en los que mejor mide Mauricio Macri fuera de la ciudad que gobierna. En Mendoza, el macrismo salió segundo en las recientes elecciones a concejales, y en Córdoba, si bien la performance del Pro fue menor, los puntos que consiguió son los mismos que le faltan al radicalismo para derrotar a José Manuel de la Sota.
Lo mismo, más allá de las alianzas que construya el Frente Amplio Unen en el futuro, solo si se definiera la elección presidencial en segunda vuelta, y en esa recta final el FAU o el Pro debiera competir con el peronismo o con el Frente Renovador, sería necesario –imprescindible, se podría decir– que los dirigentes de ambos sectores se sienten a negociar un acuerdo.
Si el balotaje fuera entre Scioli –si llega a 2015 como candidato– y el candidato del FAU, que se definirá en las PASO, entonces Macri sería convocado de urgencia. Si, por el contrario, el que acabara en esa encrucijada fuera el Jefe de Gobierno porteño, ocurriría lo mismo, pero al revés.
En el caso de que Sergio Massa fuera el contendiente de cualquiera de ambos espacios, las cosas no serían tan claras, quizás. Es posible que en el camino, el tigrense busque sumar a Macri a su espacio, como ya ocurrió el año pasado en las legislativas. Entonces la ecuación sería distinta.
De todos modos, el Pro apuesta por ahora a presentarse en sociedad como “lo nuevo”, por lo que esta contingencia está en agua de borrajas, ya que Macri está muy convencido de que su destino es la Casa Rosada y nada más, al igual que el intendente de Tigre. Como Massa y Macri se muestran habitualmente adictos a los sondeos de opinión, quizás el año próximo las encuestas tendrán la última palabra.
Precisamente, hace una semana –véase Noticias Urbanas N° 445– se conocieron los resultados de una encuesta de Poliarquía, que arrojó guarismos que incrementaron la fe de los referentes del Frente Amplio Unen. En ella, Massa apareció en el primer lugar, con un 25 por ciento de intención de voto, seguido por Daniel Scioli, que conseguía el 21 por ciento; en tanto que a Hermes Binner los números le dieron el 9 por ciento; a Julio Cobos, el 8 por ciento, y a Lilita Carrió, el 6 por ciento.
Algo apresuradamente, algunos dirigentes radicales, como Jesús Rodríguez, declararon en los medios que el FAU había resultado segundo en la encuesta, a pesar de que esta no medía partidos o alianzas, sino candidatos individuales. Además, es sabido que, en materia de elecciones, la suma de las partes no siempre es igual al todo, porque lo que se gana por un lado se puede perder por el otro. Más aún: la suma de dos parcialidades, si ambas son compatibles, puede generar un todo aún mayor que la suma individual, un hecho matemáticamente imposible pero viable en el mundo de la opinión pública, que se guía por premisas que a menudo la razón no entiende.
Por si fuera poco, a todo esto habría que sumarle que aún faltan casi 16 meses para las PASO y unos dos meses más para las presidenciales. La política es un avatar constante, por lo que es impredecible medir a los candidatos definitivos un año y medio antes de que se produzca el evento electoral en el que medirán fuerzas.
Hasta ahora, la especulación es la que manda, porque más allá de las palabras de amplitud, tolerancia y respeto, hay una elección por delante y es sabido que las matemáticas matan al amor. Los del FAU evalúan que si Macri no construye un partido nacional capaz de triunfar en algunos distritos –algo hasta ahora improbable, fuera de la Ciudad de Buenos Aires–, ellos podrían ser los beneficiarios del armado del Jefe de Gobierno porteño, si no en primera vuelta, en la segunda.
Pero para ser los bendecidos con un desplazamiento de votos desde el Pro hacia su candidato, previamente el FAU deberá limar seriamente sus asperezas internas. Si en el propio acto de lanzamiento de su propuesta no habló nadie, y luego se leyó y se firmó un acta que contiene solo generalidades, no existió un punto de partida auspicioso. Hasta ahora, a sus ocho partidos políticos solo los une la necesidad de evitar la derrota constante a la que los viene sometiendo el peronismo, por lo que armar una propuesta política que vaya más allá de las candidaturas es su premisa principal.
El martes, en el hall de entrada del teatro Broadway, Ernesto Sanz esbozó una queja frente a algunos periodistas y una cronista le retrucó: “Los que no hablaron hoy fueron ustedes”. El mendocino buscó con la mirada algún apoyo y, al encontrar únicamente caras de interrogación en los demás cronistas, solo le cupo esbozar un gesto de impotencia, como diciendo: “¿Y qué quieren que haga?”. Para colmo, el inesperado apoyo de Fernando de la Rúa, que le deseó “el mayor de los éxitos” a la nueva fuerza, mereció de parte de los FAU la misma mueca silenciosa.
Lanzamiento en un Broadway desteñido
El acto en el que la alianza Frente Amplio Unen oficializó su acuerdo electoral transparentó la actualidad de esta fuerza, que intentará pelear el poder en las elecciones presidenciales de 2015, aunque para entonces deberá haber logrado una integración entre sus dirigentes que hoy brilla por su ausencia.
Terminado el acto, que fue muy planificado, los augurios sobre los desacuerdos entre sus dirigentes se vieron ampliamente confirmados con solo evaluar su desarrollo.
Para empezar, no hubo oradores, hubo dos videos, uno sobre “las luchas del pueblo argentino” y otro “a la Patria”.
En el rubro “puesta en escena”, el legislador porteño Maximiliano Ferraro fue el “Fuerza Bruta” de Lilita, recorriendo el escenario en todas direcciones y cuidando obsesivamente los detalles de la manera en que la flamante alianza iba a mostrarse frente a su propio público. Tan cuidada estuvo esta presentación que dos diligentes señoras escribieron los nombres de los referentes que iban a subir al escenario, los pegaron en el suelo y luego los llevaron tomados del brazo hasta esos puntos exactos, después de firmar el acta-acuerdo.
Otro síntoma de la fragilidad del acuerdo que une a estos ocho partidos políticos fue que sus referentes solo subieron al escenario después de firmar un acta, que primero leyó Luis Brandoni, para cosechar recién allí la adhesión de sus seguidores.
Los momentos previos al acto, cuando aún el público no había ingresado en el teatro en el que Flavio Mendoza presenta su espectáculo Stravaganza –del que se veía colgado en las alturas, por sobre las cabezas de los integrantes del FAU, uno de sus artilugios–, suelen ser, de alguna manera, el revés de la trama, lo que todos los periodistas anhelamos ver y pocas veces podemos.
La previa
Mientras los encargados de armar el escenario corrían de aquí para allá, un asesor de imagen le encargaba a un político que les dijera a sus colegas que protagonizarían luego la jornada “que no levanten los brazos más arriba de los hombros, porque más arriba se desacomoda la ropa y se ven las panzas. Esto es muy importante”. Indudablemente, el asesor no es demasiado escuchado, porque lo primero que hicieron los dirigentes en cuanto estuvieron todos juntos en escena –y lo repitieron varias veces– fue levantar los brazos lo más alto que pudieron.
Mientras en el frente todos corrían, una cámara mostraba en la retaguardia –que daba sobre la avenida Corrientes– la concentración de los seguidores de los principales dirigentes tocando sus bombos, alzando sus pancartas y entonando sus cánticos. Ante la ausencia de banderas de la Coalición Cívica o del socialismo, se destacaba una gran bandera de Margarita Stolbizer –un recurso habitual en el Gran Buenos Aires, donde los estilos y los modos de hacer política se alejan del pavimento– y las banderolas de Libres del Sur, que enarbolaban jóvenes que no paraban de vivar a su preferida: Victoria Donda.
Entretanto, en el hall de entrada del teatro comenzaban a aparecer los radicales, cuyo aparato partidario es la carnadura del frente recién estrenado, pero cuya crisis no les permite encabezarlo, al menos por ahora.
Así, se pudo ver a Juan Manuel Casella, Hipólito Solari Yrigoyen –apoyado en un bastón, secuela de un atentado contra él cometido hace muchísimos años–, Raúl Baglini, Marcelo Stubrin, José María García Arecha, Ricardo Gil Lavedra y a Facundo Suárez Lastra, casi todos ellos desconocidos para los que siguen la política en este tiempo. Se saludaban, conversaban y recordaban viejas épocas, cuando las primeras planas de los diarios los exponían casi todos los días, hasta que su sueño estalló en 2001.
En el teatro, la temperatura se elevaba lentamente, mientras los jóvenes ubicados en el pullman saltaban y cantaban “Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Cristina que lo mira por TV”. El microclima contagiaba a los más grandes, que intentaban cantar con ellos.
Luego de que la locutora leyera la adhesión del Partido Socialista de Uruguay y del Partido Socialista Obrero Español, se proyectó el video titulado “Al gran pueblo argentino, salud”, que fue presentado como un homenaje a las luchas del pueblo argentino.
El acto comenzó con la presencia de Jairo en el escenario, que –cuidadoso, como siempre– entonó el Himno Nacional. Inmediatamente, los jóvenes rompieron a cantar: “Patria sí, colonia no”, transportando a este cronista a otros ámbitos políticos.
Otro video, titulado –parafraseando a Eduardo Galeano– “La canción de nosotros”, fue el prólogo para que Luis Brandoni leyera el acta del acuerdo que alcanzaron trabajosamente los ocho partidos después de la reunión fundacional realizada hace cuatro meses en Rosario.
A continuación, todos los dirigentes –dos por partido– subieron por primera vez al escenario para firmar el acta.
Los primeros fueron Ernesto Sanz y Julio Cobos –por la UCR–; seguidos cronológicamente por Hermes Binner y Roy Cortina –por el Partido Socialista–, Elisa Carrió y Pablo Javkin –por la Coalición Cívica–; Pino Solanas y Alcira Argumedo –por Proyecto Sur–; Margarita Stolbizer y Sergio Buil –por GEN–; Mario Mazzitelli y Virginia González Gass –por el Partido Socialista Auténtico–; Humberto Tumini y Victoria Donda –por Libres del Sur–, Luis Juez y Norma Morandini –por el Frente Cívico de Córdoba– y por Martín Lousteau y Alfonso Prat-Gay, representándose a sí mismos. La locutora agregó la adhesión del partido de Sergio Abrevaya –Podés– y del Encuentro Popular de la Provincia de Buenos Aires.
Después de la firma, todos los dirigentes se tomaron de las manos y alzaron los brazos por encima de los hombros –como no quería aquel asesor–, y luego se dispersaron rápidamente, aunque ninguno fue tan veloz como Lilita, que prácticamente huyó del escenario antes que nadie, quizás molesta por la larga serie de incidentes internos que consumen a una alianza que nació sietemesina y tiene destino de incubadora, adonde se mantendrá en letargo hasta 2015, so pena de estallar en mil pedazos.
El acto duró menos de una hora, pero el escaso contenido político que le dieron sus protagonistas, que se tradujo en un acta fundacional fértil en generalidades pero carente de definiciones, se tradujo en las declaraciones posteriores, que dan pie para avizorar que solo una fuerte presión de los verdaderos interesados en mantener unida a la alianza podrá lograr ese objetivo.
Tras el acto, las cámaras
Los principales dirigentes del Frente Amplio Unen enfrentaron a los periodistas con suerte disímil cuando bajaron del escenario. Lo más llamativo fue que algunos duchos políticos, que llevan años en la trastienda, fueron los que menos poder de definición mostraron en sus declaraciones.
Hermes Binner, que ya fue el candidato presidencial del Frente Amplio Progresista en 2011, se limitó a llamar “a los partidos vecinales y provinciales, que ayuden a generar una corriente de cambio en la Argentina”. Luego señaló: “Nosotros somos interesados y auspiciosos (sic) de que en la Argentina va a haber un cambio, y nosotros queremos estar entre los protagonistas”.
Otro de los presidenciables del espacio, Julio César Cleto Cobos, manifestó que “hace falta un gran acuerdo con otros sectores políticos”, en un intento de abrir el juego hacia el Pro.
Ricardo Alfonsín, en cambio, se mostró confiado “aunque a seguro se lo llevaron preso”, de que “el oficialismo no va a ganar, menos aún con los ajustes que está haciendo”.
Fernando “Pino” Solanas destacó que el FAU representa “un cambio tranquilo” en la Argentina, una afirmación sorprendente para quien en sus años mozos revolucionara las pantallas.
Martín Lousteau, por su parte, dijo que “este espacio nació como un reclamo de la gente”, haciéndose cargo de las protestas de los cacerolazos, y definiendo que “este es un espacio no populista”. Luego agregó que “estos no son proyectos biográficos”, haciendo referencia a la posibilidad del ingreso del macrismo al frente, contra el que no puso objeciones.
Alfonso Prat-Gay declaró que “el Pro representa diez puntos del electorado”, para rematar, desafiante, que “acá hay un tercio del electorado”, aunque se mostró prudente a la hora de definir alianzas futuras con las huestes del Jefe de Gobierno. “Después veremos cómo sigue”, afirmó, sin cerrar la puerta.
Luis Juez, que en política se siente más cerca de Cacho Bustamente que de Hermes Binner, señaló: “No tengo afinidad con Mauricio Macri, pero lo respeto. Igual el Frente no puede ser un camión jaula donde se suba cualquier animal”.
Carrió, la más mediática, si no la más importante dirigente del Frente Amplio Unen, afirmó provocativamente, como es su estilo: “No estoy de acuerdo con muchos dirigentes del espacio. No estoy de acuerdo con Libres del Sur, pero me parece que vale la pena el sacrificio”. Además llamó –esta vez cayendo en la irrespetuosidad– a “construir una república, versus la asociación ilícita del PJ”. “Es un proyecto que exige sacrificios”, remató hablando ante los micrófonos de Radio Mitre.
Pero, tras el acto, en el que prácticamente no habló con la prensa, la blonda chaqueña escribió enigmáticamente en su Twitter que “nació la República pero ahora hay que darle mucha leche. Yo ya salgo con el cochecito a convocar a todos”.
Macri, por las dudas, le guarda una silla.