Hay una pregunta que aun los que conocen de cerca a Cristina Kirchner no se animan a contestar: ¿la ex presidenta apuesta más a la carrera política de Axel Kicillof que a la de su propio hijo? La sola existencia de la duda, incluso sin respuesta, sirve para entender el nivel de compromiso de Cristina con el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Fue uno de sus funcionarios más cercanos, incluso antes de hacerse cargo del ministerio de Economía e impuso su nombre para el principal distrito del país, cuando los intendentes reclamaban ese puesto para uno propio.
También la ex mandataria fue clave en la conformación del gabinete bonaerense. Tres ejemplos: Sergio Berni, Julio Alak y Daniel Gollán ya habían trabajado para ella en Seguridad, Justicia y Salud antes de hacerlo para Kicillof.
Esa simbiosis y la categoría de estrella que tiene el gobernador para el proyecto político del kirchnerismo, con La Cámpora como una de las patas centrales, le da mayor dimensión a la crisis que se vive actualmente en la Provincia.
En realidad, podría decirse que son como tres crisis en paralelo, y con efectos colaterales: la crisis sanitaria –y económica- por el coronavirus, que se va esparciendo desde el Conurbano hacia el interior del distrito; la crisis habitacional, con las tomas de terrenos –sólo en Guernica se calcula que hay unas 10.000 personas en 100 hectáreas- y la crisis policial, con una inédita protesta en decenas de municipios.
Más allá de las teorías conspirativas aplicadas a cada una, las imágenes y los datos revelan la complicación de una gestión que no termina de hacer pie. El Covid fue un caso emblemático: Gollán y otros funcionarios se la pasaron vociferando contra estrategia de la Ciudad y ahora su provincia se encamina a una estadística similar y con final abierto. La esperanza de que por fin la curva empiece a aplanarse en los partidos pegados a la Capital sería sólo un paliativo: el problema se está trasladando hacia los municipios más alejados, que hasta hace poco parecían inmunes a la peste.
Esta realidad no hace más que golpear una economía bonaerense que ya venía mal…hace décadas. Y recién en 2021, quizá, podrá tenerse una dimensión real de las pérdidas. La base de donde se partió es mala: cuando a fines del año pasado la pobreza afectó a un promedio de 35,5% del país, en los partidos del Gran Buenos Aires alcanzaba 40,5%. Se descuenta que la cifra que informará el Indec el 30 de septiembre, respecto al primer semestre del año, dará una suba. Y ni siquiera se sabe si se habrá tocado fondo.
Kicillof tardó quizá más de la cuenta para salir a decir en público que se trataba de una metodología ilegal, más allá de las necesidades habitacionales. Ahora, tanto él como los intendentes e incluso en el Gobierno nacional, dudan de cómo atacar el problema. En el oficialismo hay terror a que una desocupación con fuerzas de seguridad termine en desbordes.
En cuanto a las tomas, también desnudaron los problemas de gestión y enredaron al gobernador en un duelo de discursos. Kicillof tardó quizá más de la cuenta para salir a decir en público que se trataba de una metodología ilegal, más allá de las necesidades habitacionales. Ahora, tanto él como los intendentes e incluso en el Gobierno nacional, dudan de cómo atacar el problema. En el oficialismo hay terror a que una desocupación con fuerzas de seguridad termine en desbordes.
Y la siguiente pregunta se enlaza con la otra crisis y cae sola: ¿con qué fuerza de seguridad avanzarían sobre una toma, con la Bonaerense sublevada? Las imágenes de los agentes en la puerta de la Quinta de Olivos, con sus móviles, uniformados y a cara descubierta, habla del nivel del desafío.
Acaso como nunca imaginó y cuando apenas cumple 9 meses de asumir, Kicillof se enfrenta a semanas decisivas para determinar el rumbo que tomará su gestión y, por qué no, su proyecto político. Ese que tiene a Cristina como una de sus madrinas.