La gobernadora logró tener presupuesto. Más le vale, ya que su antecesor le dejó en las cajas bonaerenses solamente 100 millones de pesos, cifra irrisoria que ella misma comentó durante varias entrevistas y que ni Daniel Scioli ni ningún otro kirchnerista se animó a desmentir.
Con los votos del massismo y del Frente para la Victoria, se aprobó un recatado endeudamiento de 60 mil millones, que ayudarán a fondear los 354 mil millones presupuestados (junto con el aumento de 26 por ciento de los impuestos), cuya abrumadora mayoría se destina para pagar salarios y otras deudas con proveedores y con el IOMA.
La deuda a saldar con el Bapro, que requiere 33 mil millones de pesos, se pateó para más adelante, como prenda de cambio con el kirchnerismo. Algo que resultará un búmeran: no eran pocos los massistas que se manifestaban felices de que cuando se llevara a recinto el debate por el banco provincial, se harían un festín explicando los desaguisados de la gestión anterior, en la cara de sus compañeros de bancada del FpV.
Del endeudamiento, 10 mil millones irán directo para los municipios, que tendrán libre disponibilidad en su uso (la esperanza es que sean usados para obras). Esta tajada fue la que sedujo a los intendentes kirchneristas para presionar como pocas veces se ha visto a sus legisladores en la Cámara de Diputados. Si volvían a defaultear la sesión convocada por la gobernadora, la grieta abierta entre el cristinismo y el peronismo tradicional amenazaba con convertirse en fractura.
La resolución del bloque kirchnerista merece un párrafo aparte. José Ottavis, su presidente, se corrió de la escena para facilitar el éxito de la negociación, y se hicieron evidentes algunas fisuras entre el poder territorial y los legisladores que le deben su banca a la lapicera de la expresidenta. En el Senado, el bloque ya se rompió y, si bien los negadores de siempre como el Chino Navarro salieron de la votación ponderando que todos votaron unidos, nadie apuesta mucho por una paz duradera. Para la división cuentan con todo Cambiemos, que en la órbita nacional y las 24 provincias intenta aislar al cristinismo del PJ. De hecho, ya no sorprende ver a algunos prominentes jefes comunales del FpV sacarse fotos con miembros de Cambiemos (el último fue Gabriel Katopodis, que, junto a Diego Valenzuela, se reunió con el ministro Guillermo Dietrich para analizar la extensión del metrobús). Fotos impensadas hace dos meses.
Más allá de contar ahora con un presupuesto (que debió ser recortado para alcanzar consenso), la situación financiera y política de la Provincia es preocupante. Apenas asumidos, el Presidente le envió partidas a Vidal por la contundente cifra de 4.100 millones de pesos para poder pagar los sueldos. Y la ayuda persiste, tal vez con menos publicidad.
Una alta fuente de Cambiemos le relató a Noticias Urbanas el cuadro de situación. Ante todo, la preocupación de Mauricio Macri por el rumbo de la gobernación es alta. No por la labor de Vidal, sino por los desafíos complejos que la aguardan y la dimensión de la pauperización estatal en ese distrito (el episodio de las fugas de los condenados por el triple crimen y la presunta complicidad policial fueron una cruda muestra de ello).
La misma fuente adelantó que el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, se reunió con la gobernadora y con el ministro Hernán Lacunza para pedirles un orden en las cuentas porque la subvención de la Nación para la Provincia no puede ser un agujero sin fondo.
Pero no todo es financiero. También se está intentando realizar una suerte de operativo contención para con la gobernadora, para que no se empantane. Su gabinete no deslumbra (pocos fueron los cuadros que, a la hora de la verdad, aceptaron irse a La Plata en vez de quedarse en la Ciudad o pasar a la Nación) y algunos símbolos preocupan: varias subsecretarías y organismos estatales aún no están cubiertos (por ejemplo, la estratégica ARBA acaba de recibir a su nuevo director, Gastón Fossati), y en algunos altos cargos sí ocupados surgen ciertas muestras de amateurismo.
Macri pidió que se muestre solidaridad política y empatía con la gobernadora. Tal vez en ese sentido se deben interpretar las recientes reuniones de Vidal con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y con la vicepresidenta Gabriela Michetti. Curiosamente, fueron difundidas con foto pero sin texto. También Lacunza fue recibido por el ministro del Interior y Obras Públicas, Rogelio Frigerio, aunque al comunicarse esta reunión se dijo que era “de cara a la discusión del régimen de coparticipación federal”. Algo que, a la vista de la correlación de fuerzas de la actualidad, es un eufemismo.
Vidal ganó la primera batalla de una larga contienda. Su discurso contra el narcotráfico y la purga en la Bonaerense es la antesala del choque frontal con poderes fácticos que prometen no quedarse en paz si se sienten aguijoneados. El kirchnerismo no parece dispuesto a bajar los brazos y el massismo no dudará en pasar la factura por tanta prestación de ayuda. Hasta 2017, cuando la gobernadora pueda mejorar su situación en la Legislatura, quedan largos, largos meses.