“No pusieron nada, pero nada, de la violación. Se los dije, que dejaran constancia, y me cambiaban de tema, no me escuchaban. Me mandaron a un médico forense en la Subjefatura de Policía, en la Chile y San Miguel, pero por las lesiones, no por la agresión sexual. Estuve dos horas esperando y recién me dijeron que el médico no iba a llegar, que venga a ver si lo encontraba a las seis de la tarde o que directamente fuera mañana (por hoy)”, relató Lucas Mathías Gargiulo, un joven tucumano de 24 años que salió con sus amigos por la noche y esperaba volver a su casa, como mucho, con una resaca.
Pero Lucas, que se tomó un taxi que lo dejó a tres cuadras de su casa, en la avenida Belgrano y Paso de los Andes, fue disciplinado por tres varones que vehiculizaron, a su vez, los vestigios de una sociedad patriarcal que busca corregir a quienes no siguen sus órdenes de la heterosexualidad y la procreación como destino.
Es que Lucas, como tantos otres, es un chico trans. Eso significa que el género que le asignó al nacer la institución de la medicina, no lo representa. Es decir, no siente que hayan sido correctos en su diagnóstico. Por propia voluntad, y gracias a leyes como la Ley de Identidad de género que amparan sus deseos, Lucas decidió ser un chico trans, una persona cuya identidad no corresponde con la del género que se le asignó y, aún menos, con lo que la Institución androcéntrica de la medicina sostiene sobre qué significa ser varón o mujer.
Hace un año comenzó el tratamiento hormonal y tiene su nuevo DNI. También es un reconocido activista y defensor de sus derechos y el de todas las disidencias en las redes sociales.
“Puto de mierda, ahora te vas a hacer machito”, dice que le gritaron. Aunque no se acuerda mucho, no se quiere acordar, dice.
“Empecé a caminar por Paso de los Andes y antes de llegar a la Italia me interceptan tres tipos que venían en una moto. Era obvio que me venían a robar y les entregué la billetera y el celular en el acto. Pero aún así comenzaron a golpearme hasta que no di más y me caí al piso. Ellos pensaron que yo era un chico gay, porque me decían ‘ahora te vamos a hacer machito, puto'”, contó Lucas al diario La Gaceta.
Cuando le sacaron el pantalón y vieron sus genitales femeninos, se ensañaron. “Buscaron una rama de un árbol y con eso me violaron. Yo lo único que quería era no mirar y dejar de sentir ese dolor”. Luego, lo dejaron tirado. “Llegué llorando y le conté a mi tía que me habían robado el celular. Ella me preguntaba si eso era todo lo que había pasado y yo le decía que no sabía. No quería saber. Hasta que ella me señaló el pantalón y ya estaba sangrando”.
Cuando le contó a su tía, le aseguró que prefería que le hubiesen “pegado un tiro” a que lo siguieran violando.
La denuncia policial y el doble aleccionamiento
Volver a revivir la pesadilla de Lucas es torturoso y humillante. Pero si además se le agrega tener que contarlo frente a personas no entrenadas en cuestiones de género, todo ese dolor se multiplica. En la comisaría sexta, asegura el joven, los policías de turno le recibieron la denuncia, pero sólo por el robo y las agresiones.
Lucas perdió toda esperanza con la Policía. Es que, además del problema con la denuncia, recordó que dos minutos antes del ataque él había pasado por la esquina de España y Paso de los Andes, donde vio al menos cinco uniformados en la esquina. “¿Puede ser que ninguno haya escuchado mis gritos? Estaban ahí y no hicieron nada”, se enfurece.
El hecho, además, ocurrió a dos cuadras de la Comisaría Sexta, a tres cuadras de la Subjefatura de policía y a seis del ex Comando Radioeléctrico, donde ahora funciona la base de los patrulleros y motoristas del 911.
Consultado por el mismo medio, La Gaceta, el jefe de la Comisaría Sexta, comisario Juan Reinoso, solo dijo que había recibido el parte vinculado al robo y las lesiones, pero no por violación. “Aparentemente no denunció eso”, dijo Reinoso. Lucas sostiene que pidió expresamente que constara la violación en la denuncia.
Además de la denuncia judicial, el protocolo indica que se tomen todos los recaudos para prevenir enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y también se brinda asistencia psiquiátrica y psicológica.
Sin perspectiva de género, los policías expusieron a Lucas a un posible embarazo y a innmuerables infecciones de transimisión sexual. Agentes cuya función es la protección dejaron al libre azar el aleccionamiento de tres varones que buscan que todo suceda dentro de la heteronorma. ¿Serán los policías normales como los tres varones agresivos? ¿O será que les falta formación?
La perspectiva de género, necesidad y urgencia
La perspectiva de género es una necesidad y una urgencia. Las personas Trans están padeciendo su falta en carne viva: están expuestas a torturas como violaciones, golpes y robos, además de vivir una vida precarizada por no acceder al sistema de salud, de vivienda y a trabajos informales, en su mayoría, trabajos sexuales.
Tal es la realidad de las personas trans en la actualidad, que su expectativa de vida es de 35 años, igual que la de una persona en la Edad Media.
Quedó demostrado incluso hacia fines del 2018 la necesidad y la urgencia de que todas las disciplinas de la sociedad se formen y capaciten en temas de género cuando se aprobó, en el Congreso, la Ley Micaela, una norma que establece la formación obligatoria en perspectiva de género para todos los funcionarios estatales.