“La gestión de Macri ha promovido un desguace de la educación y la salud. El desastre en la Educación demandará décadas para que pueda ser reparado”, apunta, como para que no queden dudas, la hermana de la fallecida dirigente radical Gabriela González Gass, en un reportaje cargado de críticas hacia “el ingeniero simplista”, como lo llamó.
Esta licenciada en Letras, que exhibe en su CV dos posgrados –uno en Literatura y el otro en Neurolingüística–, es presidenta de la Comisión de Salud Mental en la Legislatura e integra la de Educación.
En la entrevista para la contratapa de NU, González Gass también habló de los fantasmas que acechan a Unen: la creencia de que no puede gobernar, tal como le pasó a la Alianza, como un rejunte de dirigentes aglutinados en torno solo al objetivo de ganarle al oficialismo.
–¿Por qué, si la gestión de Pro es tan mala como usted dice, tiene tanto éxito?
–Porque hace cosas visibles. Fijate el metrobús, no es un mal proyecto, pero es un disparate que lo hayan puesto en la 9 de Julio, en lugar de hacerlo en las calles laterales, donde sería más funcional. Cuando llueve, por ejemplo, la 9 de Julio se inunda y realmente es un despropósito poner un metrobús allí. El único que tiene funcionalidad y que es para la gente que trabaja es el de Juan B Justo. Hace cosas muy vistosas y para gente linda.
–¿Y cuáles serían, en cambio, proyectos necesarios o para gente “no linda”?
–Bueno, la salud mental es un área desatendida y por cierto no muy visible. La situación empeoró por la obsesión de Macri de convertir al hospital Borda en un centro cívico. Este apuro hace que los pacientes sean externalizados de modo compulsivo, para luego volver a recaer en hogares o centros de medio camino. ¿Por qué? Porque imaginate que, luego de veinte o treinta años de estar en un neuropsiquiátrico, la familia se ha desentendido en la mayoría de los casos y no tienen adónde volver. Precisamente, ese fue el nudo de la cuestión cuando, en 2013, la gestión de Macri demolió uno de los talleres protegidos destinados a la rehabilitación de los pacientes y posteriormente se desató la represión cuando los familiares quisieron detener la demolición. Después, hay muy pocas casas de medio camino y también pocas camas destinadas al área de psiquiatría en los hospitales comunes. Y lo que hacen con las adicciones es terrorífico.
–¿Por qué?
–Porque el área de adicciones se trasladó a Desarrollo Social, lo que es un disparate, y además el tratamiento de las adicciones se deriva al ámbito privado, otro desatino. O, mejor dicho, una forma de ver la política.
–Usted está reclamando por los hospitales de salud mental monovalentes, como el Borda, el Moyano o el Tobar García. En tanto, otros sectores del espectro progresista –como el kirchnerismo, por ejemplo– están por la desmanicomialización de la salud mental. ¿No son ideas contradictorias?
–Depende de cómo se encare. Desde ya que nadie está de acuerdo con “manicomializar” la salud mental, pero los hospitales no pueden desaparecer. Sí es urgente que se transformen. Devenir en centros para el tratamiento de la bulimia o la anorexia, por ejemplo, o para tratamientos cortos de diversos desórdenes. La distribución del presupuesto también te da pistas de cómo se piensa el área: hoy el 88 por ciento del presupuesto va a los hospitales monovalentes mientras que el 22 restante va a las casas de medio camino. Con un agravante: como las casas de medio camino no alcanzan, los hogares de tránsito para gente en situación de calle se están convirtiendo en pequeños manicomios.
–¿Cómo es eso?
–Sencillo: quienes son expulsados del Borda, sin familia que los contenga, quedan en situación de calle. Y de allí vuelven a los hogares. En el informe que hice sobre el estado de la salud mental en la Ciudad –al que no le han dado importancia en absoluto–, todo este panorama está detallado con nombres, cifras y hechos muy concretos. Días pasados pedíamos un psiquiatra y una enfermera para el hogar de tránsito Félix Lora, uno de los que, precisamente, se ha convertido en un minimanicomio.
–¿Y la educación de la gestión Pro también obedecería a un diseño destinado a la “gente linda”, según usted?
–La educación es vista por esta gestión en términos económicos. Pero ocurre que la educación es un proceso que no es medible con los instrumentos del mercado. Ahora están promoviendo una división a raíz de la instauración de los 15 bachilleratos internacionales en la Ciudad y los bachilleratos con orientación en alguna especialidad. Fomentan la competencia y la desigualdad en el sistema educativo, porque es muy probable que los alumnos del segundo bachillerato no lleguen nunca a la universidad. Por otro lado, el bachillerato internacional saldrá 900 dólares por alumno, sin contar la capacitación de los docentes y otros temas de infraestructura.
–Le cambio un poco de tema. ¿Cómo hará Unen para convencer a los argentinos de que no son la Alianza?
–Trabajando con base en consensos y no uniéndose en contra de algo o alguien. Yo no estuve en la Alianza, pero mi impresión es que eran una suma de personalismos.
–¿Pero cómo se conjuga el republicanismo de Carrió con el chavismo de Pino Solanas o de Victoria Donda?
–Consensuando, ya te digo. Yo pertenezco a la mesa nacional de Unen y siempre digo: es obvio que no pensamos igual en varios temas porque, de lo contrario, estaríamos en el mismo partido. Pero sí pensamos igual en varios otros. Y además estamos unidos en torno a una propuesta: elevar la calidad de vida de todos nosotros.
–Esta semana Macri se diferenció de Boudou argumentando que no se puede comparar un caso de escuchas ilegales con el intento de apropiación de una fábrica de hacer billetes, ¿qué piensa de esa defensa?
–Simplista, como es el ingeniero. El foco, entiendo, debería estar puesto en la cuestión de fondo, que es el enriquecimiento ilícito como un modo de hacer política.