En un bunker en el que la ausencia de información brillaba, pero por su ausencia, repentinamente, a las 22:30, estalló la algarabía. La ovación sorprendió a los periodistas, que nos asomamos al salón principal para ver a un Papa Francisco bendiciendo a la multitud.
¿Había viajado el cardenal primado de argentino que fue ungido como Sumo Pontífice el 13 de marzo de 2013? ¿Habría arribado, por fin, a su Patria tras casi seis años de ausencia?
La respuesta fue la esperada: alguien –no se sabe quién, con exactitud- se disfrazó de Papa y llegó para ungir a los presentes con una apócrifa bendición “urbi et orbi”, es decir, la que entrega el Papa a los fieles que se reúnen para verlo en el Vaticano (urbi, la ciudad) y extenderla al resto del mundo (orbi).
Luego, tan pronto como amaneció, el clamor se apagó y todo el mundo regresó a sus tareas.
Será una larga noche, como dijimos antes.