Los desafíos luego de la elección

Los desafíos luego de la elección


Las elecciones del domingo 23 marcaron dos hechos: una fuerte presencia y una enorme ausencia. La presencia se notó por el respaldo notable a la persona de Cristina Fernández de Kirchner y a algunas realidades, especialmente económicas. La ausencia fue la de una alternativa de poder con una visión de país convocante.

Dos cosas, entonces, necesitarán los que sean no K. La primera, construir una alternativa competitiva, es decir que pueda ganar una elección nacional. Eso requiere buenos candidatos, ideas claras, objetivos duros, disciplina y calidad en la comunicación. Pero también requiere disponer de una organización con capacidad de transmitir un mensaje, interactuar con el liderazgo, sumar y sumar gente y, finalmente, estar en condiciones de hacer un trabajo físico elemental: contar los votos. Se necesita una organización importante, convocante, flexible, apta para coordinar intereses comunes, que trabaje en red. Se necesita una organización adecuada para el logro de un objetivo tan relevante como la presidencia de la nación.

La segunda cosa a lograr es tener una visión de país convocante, que defina bases estratégicas y tenga la flexibilidad de adaptarse a las circunstancias y aprovechar oportunidades. Que defina los requerimientos de infraestructura (energía, logística, comunicaciones); que plantee un nuevo esquema poblacional; que piense a la nación como un todo; que nos vincule con los países vecinos, junto a los cuáles debemos encontrar nuestro lugar en el mundo; que resguarde la dignidad de todas las personas; que se haga cargo de los desafíos de la modernidad: igualdad de oportunidades e innovación.

Lo bueno de Cristina es que tendrá libertad absoluta para hacer lo que quiera: todo el poder es suyo personal. Lo malo para Cristina es… lo mismo. Si no se abre, oye a otros, delega más, ve otras cosas, se enriquece con los que ven cosas distintas, diversas, diferentes y en algunos casos opuestas, no tendrá lo que sólo pueden los dioses: ser infalible, no equivocarse y no dañarse a sí misma. Puede abrirse, adecuarse al mundo, poner fronteras y definiciones a los logros que quiere obtener en su gestión. En ese caso puede terminar como Bachelet. O puede encerrarse, enojarse, cuestionar a los demás. En ese caso terminará como tantos, mal. Es difícil tener la sabiduría del primer camino, sobre todo después de sacar 54% de los votos. Es que hay que darse cuenta de una pequeña realidad: los votos son de la gente, no de los dirigentes.

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