La juventud tiene que crear, no morir

La juventud tiene que crear, no morir


Cómo voy a creer, dijo el fulano, que el mundo se quedó sin utopías; cómo voy a creer que la esperanza es un olvido (…) aunque lo sea, escribía Benedetti. Son momentos difíciles para los familiares y amigos de las víctimas de Cromañón, y, así y todo, las palabras de Mario parecieran salir de nuestras voces… Vivimos en tiempos en los que quieren hacernos creer que se nos ha muerto la esperanza, o que la utopía se redujo a una mera curita para una herida que no cesa de sangrar. Cierto es que se ha podido leer hace algunos años en paredes de Montevideo frases como “la esperanza es lo último que se perdió” . Sin embargo, tales afirmaciones deben ser consideradas como simples provocaciones de necios conservadores bravucones.

A nosotros y nosotras no se nos ha muerto la esperanza, a pesar de que nos han enterrado un puñal en las entrañas. Y nos lo han clavado hombres y mujeres de este mundo. En este sentido, es necesario diferenciar entre el profundo dolor por la muerte de un ser querido como consecuencia de una enfermedad terminal accidental y fortuita, y aquel profundo y desgarrador dolor por la muerte de un ser querido que ha sido generada por el accionar de indudables seres humanos que en la organización de nuestra sociedad cumplen ciertas funciones que producen la muerte y la recrean permanentemente: me refiero, puntualmente en el caso de Cromanón, a las prácticas de los empresarios de la noche y de las bandas que funcionan como empresas (que perseguían y persiguen el objetivo de maximizar su ganancia económica a costa de la seguridad de sus clientes), a las prácticas de la policía y los bomberos cómplices y corruptos, de los funcionarios de gobierno que funcionan para garantizar la injusticia y favorecer la acumulación de dinero.

A siete años de la Masacre de Cromañón, con el entramado de complicidades revelado por el Juicio Oral, y sin ningún responsable preso, es nuestro deber convocar a todos y a todas a marchar, a movilizarnos con el cuerpo, la cabeza y el corazón… Pero hay que aclarar que lo importante no es el marchar en sí; lo importante es que al marchar, al movilizarnos, le estamos diciendo al mundo: “nosotros y nosotras sentimos un odio intransigente a la injusticia humana”. Se lo decimos a los Ibarras, a los Chabanes, a los Rafaeles Levy, a toda la policía corrupta, y a todo aquél que entienda que la plata es más importante que la vida, y a todo aquél que crea que el lucro económico es más valioso que la existencia de quien fuera que sea.

El promedio de edad de los 194 chicos que murieron en Cromañón es de 22 años. Me pregunto, ¿qué clase de futuro prometido podemos construir en un país que mata sistemáticamente a su juventud? Porque a la luz de los hechos, queda chico hablar de la sociedad argentina -y del Estado- en términos de que no cuida a sus jóvenes: se trata de una sociedad y un Estado que los manda directamente a matar, que desde las esferas del poder planifica su muerte, tanto por acción como por omisión. Y el Estado es partícipe necesario de todas las muertes jóvenes que serán denunciadas a continuación:

– el 43,23% -aproximadamente- de las personas detenidas y desaparecidas por la última dictadura militar tenían entre 16 y 25 años, según CONADEP;

– de los pibes mandados a morir en la nefasta Guerra de Malvinas, el promedio de edad era de 19 años;

– de los 2.826 muertos por acción policial (casos de gatillo fácil y torturas de muerte) que contabiliza CORREPI, más de la mitad corresponde a la franja de “varones pobres de menos de 25 años”, y uno de cada tres, ni siquiera llegaba a los 21 años;

– 40 chicos mueren mensualmente en el Conurbano Bonaerense por causas relacionadas con el consumo de paco, aseguró Alicia Romero integrante de la Asociación Madres contra el Paco.

– la Campaña que denuncia “El Hambre es un Crimen” nos dice que los niños se nos mueren de hambre por decenas cada amanecer, y ya se ha dicho que el hambre de los pibes y las pibas también es un crimen organizado, planificado por acción u omisión desde las esferas del poder político y civil.

Por todo esto, marchar este 30 de diciembre es salir a la calle a gritarle a la brisa crepuscular argentina que “no queremos más muertes jóvenes” y que “queremos un futuro sin Cromañones”. Porque cada una de esas situaciones en las que se mueren jóvenes da cuenta de que seguimos siendo Argentina República Cromañón.

Y como si todo lo hasta aquí dicho fuera poco, permítanme formular una proposición que vengo reflexionando: el asesinato, la muerte evitable, se trata de la negación objetiva y directa de la posibilidad de Ser de un individuo; y, la pobreza, la marginalidad (por supuesto evitable), se trata de la negación subjetiva e indirecta de la posibilidad de Ser de un individuo en nuestras sociedades. La exclusión social y la precariedad estructural que vienen padeciendo millones de argentinos y argentinas desde hace décadas, es decir, el vivir en los márgenes de la sociedad, de la cultura, del trabajo y de la política ha creado en la juventud una profunda dificultad para proyectar sus vidas (armar un proyecto de vida) hacia un futuro mejor, porque las condiciones concretas en las que se crece dan cuenta de que ese futuro, muy posiblemente, va a ser peor. De manera tal que la droga y la delincuencia son la opción más viable para una vida que a partir de ello cobra sentido.

Planteo tal preámbulo sobre qué implica ser joven pobre hoy, para denunciar lo que nos dice Néstor Sappietro (en una nota publicada en la Agencia de Noticias Pelota de Trapo) y que no todos dicen: En Argentina, “la mitad de los menores de 18 años vive bajo la línea de la pobreza”.

No nos queda más remedio que rompernos el upite para acabar de una vez y para siempre con lo capitalista, aquello que despliega por doquier muertes jóvenes para reproducir la hegemonía, el poder de los individuos que gozan de las potencialidades (asesinas) de este orden social, político y económico que es, en sí, hostil.

Urge la necesidad de que la vida sea un pétalo violáceo y fresco, para lo cual, necesariamente, deberán darse cambios macroestructurales -políticos, económicos, sociales, culturales- que, obviamente, no se darán sin la lucha de todos y todas. Porque no hay que perder de vista que vivimos en tiempos de una profunda crisis de civilización. En este sentido, hay un aspecto de todo entramado social que necesitará ser transformado: la dimensión ética de la vida. La Revolución -ese sueño eterno, como escribiera Andrés Rivera- deberá ser, también, Revolución Ética. Sólo así el odio intransigente a la injusticia pasará a ser un valor humano incorruptible. Y el amor –llamemos a las cosas por su nombre- será aquello que guíe rigurosamente todas nuestras relaciones humanas (y relación social será sinónimo de fraternidad según la Real Academia Española ).

Y debemos participar todos y todas de esta nueva construcción… porque es necesario nunca olvidar la máxima martiana según la cual: “en la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre”.

Cromañón nos pasó a todos. Nunca más Cromañón: queremos memoria y justicia por nuestros pibes, y que no se repita. Hagámoslo por los que no están, por los que sí están, y por los que vendrán.

Los chicos de Cromañón PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE.

Los indignados marcharemos… 30 de diciembre/ 18 hs /Plaza de Mayo/ Misa y Marcha de Plaza de Mayo a Plaza Once.

Con unidad y organizados, con el puño cerrado y el ceño fruncido, con el corazón tierno y la rabia justa… venceremos a los que imponen el egoísmo como verdad única.

Santiago Joaquín Morales (sobreviviente de Cromañón), 21 años.
Hermano de Martín (sobreviviente también), y de Sofía (asesinada en Cromañón)".

www.quenoserepita.com.ar

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