Hace algunos años, en un mundo mucho menos interdependiente y competitivo como el que se ha ido modelando, las provincias y los municipios se ocupaban no sólo de su actividad principal –la gestión de sus respectivas responsabilidades de gobierno– sino también de una serie de actividades indirectas que comprometían su eficiencia.
La compleja y creciente multiplicidad de problemas que afrontan hoy las administraciones gubernamentales pone en riesgo su capacidad operativa, dificultando su acción en pos de la eficiencia que reclama la sociedad.
Frente a esta cuestión los gobernantes más innovadores han comenzado a optar por la descentralización y tercerización de distintas actividades.
En la actualidad se observa cada vez con mayor frecuencia la propensión a que determinados servicios públicos –como la recaudación de tasas, la comunicación institucional, el contralor y las auditorias, entre otros– sean provistos por empresas de servicio especializadas. Y esto es así no sólo por el impulso en boga tendiente hacia un nuevo modelo de gestión de calidad, sino también por la necesidad de brindar a los ciudadanos beneficios concretos a costos más razonables.
En materia de vinculación internacional una apropiada estrategia, desplegada de manera consecuente y sistemática, puede generar una serie de ventajas que redundarán en mejores condiciones de bienestar social y, por carácter transitivo, de gobernabilidad.
Algunas de las acciones que se pueden planificar en el marco de una estrategia de vinculación internacional madura son: el establecimiento una agenda internacional específica en función de intereses y prioridades propias; el incremento del intercambio de bienes y servicios a través de la organización de misiones comerciales, la participación en ferias y la suscripción de acuerdos económicos; y la promoción del turismo y la localización territorial de inversiones a través estrategias de imagen, marketing y relaciones publicas internacionales.
Como las provincias y municipios se encuentran inmersos en un proceso de “aprendizaje globalizador”, que se desarrolla de manera paralela a la vorágine cotidiana de gobierno, no todos han caído en la cuenta de la importancia perentoria de organizar adecuadamente un área internacional que le imprima un sesgo favorable al cambio.
Negociar y establecer acuerdos de cooperación y asociación en materia política, económica, cultural o educativa; obtener capacidad técnica para mejorar la gestión de gobierno y resolver problemas acuciantes mediante programas de intercambio acerca de buenas prácticas de gestión en las más diversas especialidades (seguridad, justicia, comercio, turismo, generación de energía, saneamiento, tecnología, pesca, minería, etc.), constituyen algunas de las iniciativas que pueden implementarse para dotar a la gestión de un perfil propio y definido que aproveche en términos positivos el impulso de la globalización.
El proceso de tercerización del área de relaciones internacionales de los gobiernos provinciales y municipales crece en el mundo a un ritmo veloz e inversamente proporcional al de las ventajas que sus responsables logran advertir que pierden. Estas oportunidades perdidas nunca quedan desiertas: otros gobiernos las aprovechan ganando potencialidad comparativa.
El mundo propone hoy un sinfín de oportunidades. No todo es amenaza. Lo verdaderamente peligroso es permanecer estáticos en medio de un universo dinámico que no espera.
Confiar el armado de una estrategia de vinculación internacional a profesionales no implica la resignación de potestades sino más bien la posibilidad de fijarlas. Ello supone el establecimiento en conjunto de metas asequibles bajo estricto control político de la gestión y de los resultados.
Si esos gobiernos no cuentan con un área especializada, mayor razón para crearla. Ello también podrá hacerse con asistencia profesional externa que forme y capacite al personal propio en aquellos menesteres necesarios para funcionar con excelencia, efectividad y bajos costos.
En la Argentina de hoy no todas las provincias y sólo unos pocos municipios lo han advertido. Se cuentan con los dedos de la mano los gobiernos que tratan la cuestión con la rigurosidad y la dedicación que corresponde mientras que, por el contrario, son decenas las administraciones que lo intentan de manera artesanal, desordenada, caótica y onerosa.
Tercerizar estas funciones –tanto al principio como de manera permanente– permite trabajar ajustándose a presupuestos sin sorpresas, ejecutados con eficacia, responsabilidad y transparencia. Pero lo más importante de todo es que permite conseguir beneficios concretos para la comunidad de manera efectiva, sin improvisación y con control y rédito político asegurados.
* Director de Pontis Consultora y ex director de Relaciones Internacionales, Consulares y Cooperacion del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.