Mauricio Macri vive días difíciles. Su futuro está en juego y el panorama está más negro que su ojo luego del fulbito. Las distracciones y la incapacidad demostrada por la mayoría de los referentes de su espacio en el desarrollo político del conflicto, sumadas a la falta de una estrategia judicial temprana y ajustada, provocaron que hoy Macri habite en el peor de los mundos.
Un viaje de dudosa importancia a República Dominicana en este tramo de la causa lo privó de poder dar respuesta personalmente al fallo de la Cámara Federal. Su lugar fue ocupado por un fronting que integraron Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti como protagonistas estelares, más Marcos Peña y Guillermo Montenegro, que compartieron cartel con los dos nombrados, aunque con más bajo perfil. Todo el resto del gabinete quedó en una segunda fila, incluido el jefe de la Legislatura, Oscar Moscariello, quien ejercía en ese momento la máxima autoridad del Ejecutivo local. Una desprolijidad grosera entre tanto desatino.
Digamos que esa rueda de prensa fue como la síntesis de los errores que cometerían reiteradamente en los días subsiguientes. La gravedad de la acusación –excesiva y apresurada– no se condecía con la representatividad política de quienes la hicieron. Uno se imagina a Néstor Kirchner mirando desde su plasma la imagen de quienes lo acusaban de ser el instigador absoluto de la causa judicial de las escuchas ilegales. Seguramente debe haber sonreído y cambiado de canal. Es una cuestión de asimetrías de poder. Uno no se imagina al ex presidente temblando en Olivos a partir de lo que escuchaba. Ni por los que lo decían.
Del mismo modo que las escuchas ilegales no lograron perforar hasta ahora al cuerpo social en su conjunto, al menos hasta el fallo de Cámara, las palabras de Franco Macri acerca de los K llevaron hasta el gran público el tema que parecía reservado a especialistas, y los miles de minutos de TV que siguieron a aquella conferencia mantienen la expectativa social.
El gran problema que afronta Macri, en el día que lanzó su propio juicio político en el salón Blanco, es que debe atender un doble frente de conflicto: el judicial y el político. Para quienes gustan comparar esta situación con la de Aníbal Ibarra, hay que recordar que a pesar de los 194 muertos de Cromañón, ninguna instancia judicial se desarrollaba en paralelo con el juicio político del ex jefe de Gobierno.
Para el caso de que finalmente logre saltar todos los obstáculos que genera transitar una medida como la que decidió atravesar Macri, aún le quedaría al ex mandamás boquense más escarnio desde la vereda judicial. Hay que tener en cuenta que la fecha para abrir la instancia del juicio oral y público la fija el juez federal de primera instancia Norberto Oyarbide, quien ya inició por otra parte el trámite de su jubilación para el año que viene, sabiendo que no resistiría nunca sin juicio político la salida del matrimonio presidencial. El plazo es imposible de determinar pero se especula que en ningún caso sería mucho menor a un año, lo que de por sí lo deja muy mal parado a Macri en el año electoral.
En un primer momento, allá, por febrero del corriente, los sectores más lúcidos y con más experiencia del macrismo apoyaron la teoría de que en Capital la reelección era posible, ya que con proceso firme sería bastante cuesta arriba avanzar en el resto del país más allá de su imagen. Pero ahora todo cambió. Los picos a escalar son en ambas direcciones. La Capital será un terreno de duras batallas políticas y mediáticas por el resto de la gestión.
La política como arte de la transformación social retrocede en la Ciudad, sobre todo a partir de gobiernos como el de Ibarra y el de Macri, ambos con el mismo desprecio por Buenos Aires. Dos juicios políticos (uno al borde de concretarse mientras esto es escrito) hablan de la torpeza de aquellos políticos a la hora de definir estrategias. Las amistades infantiles de los colegios Nacional Buenos Aires o del Cardenal Newman no pueden suplantar a los políticos operando desde el entorno de los jefes. Los resultados están a la vista. Los partidos desaparecieron y ésta es la génesis de estos terremotos. Ahora de qué se disfraza Jaime Durán Barba.