El cumplimiento de la ley como modernidad

El cumplimiento de la ley como modernidad


Pese a la existencia de una ley de elecciones internas simultáneas y obligatorias, ningún partido hizo uso de ella.
Pese a la obsolescencia de los padrones electorales partidarios – en los partidos tradicionales – o la inexistencia de suficientes afiliados en los más nuevos, nadie propuso la afiliación masiva para llenar los partidos de sangre nueva militante.

Pese a la obligación de presentar programas electorales, nadie debatió ideas ni propuestas en Congresos partidarios organizados.

9 de cada 10 ciudadanos ignoran el significado de las siglas que se citan en las boletas electorales (no las hay del PJ, de la UCR o del PS o del PC, que eran partidos históricos), porque son trabalenguas insustanciales.

El 80% de los electores se sienten “independientes” y expresan apoyo a individuos – la presidenta o, muy lejos, otros candidatos presidenciales, gobernadores, intendentes y algún que otro legislador).

La Constitución, la República, los Partidos, son entes abstractos y lejanos. La ley se convierte así, en un producto de bajo o nulo consumo.

Por eso su violación, por parte del gobierno o la oposición (o de los particulares), es un elemento descartable.

Hasta los escándalos que rodean cotidianamente nuestra vida, se los traga el que le sigue en el orden periodístico.

El mundo vivió en los últimos 20 años (1990 – 2010) intensas modificaciones planetarias que incluyeron la caída del Imperio Soviético, el nacimiento y crisis del Euro, los atentados producidos por el terrorismo internacional, la primavera árabe, el surgimiento de los 3 grandes emergentes (China, India y Brasil), la debacle económica del 2008 y su actual continuidad, el aumento del déficit norteamericano de 2 a 14 trillones de dólares y la revolución tecnológica más espectacular de la historia.

Nosotros, en cambio, fuimos sólo del Menemismo al Kirchnerismo pasando por el default.

Es cierto que la sociedad, sin representación política adecuada, se organizó en ONG’s, modificó la estructura productiva rural, expandió la producción de software y otras tecnologías y buscó desesperadamente evitar que nos cayéramos del mapa.

Pero no hay sociedad que pueda realizarse sin tener un esquema de representación política que le garantice su equilibrio y su progreso.

En la Constitución y las leyes está plasmado todo el instrumental necesario para cumplir con esos dos objetivos.
Lo único que falta es dar cumplimiento a esa normativa.
En forma lenta pero imparable se fue desarrollando durante los últimos 50 años (3 generaciones) la cultura de lo “extra-legal” y lo “supra-legal” vaciando de contenido y significación a los preceptos legales.

No hay presupuesto nacional, ni Indec, ni Banco Central independiente, ni división de poderes, ni partidos políticos organizados.

El verdadero cambio institucional a producir es hacer cumplir lo que tardamos 200 años en sancionar.

Lo nuevo es hacer lo que no hicimos pese a que nos comprometimos a hacerlo.

Construimos un “modelo legal” plural, democrático, republicano, de progreso y justicia, con Paz interior e integración con los vecinos, plasmado en la Constitución.
Los ejemplos internacionales son abundantes y concordantes. Se puede crecer con partido único (China) o con sistema de partidos. Es imposible hacerlo desde el populismo más o menos autoritario pero siempre arbitrario y efímero, marcado por el cortoplacismo y el personalismo.

Podemos y debemos cumplir la ley. Los nuevos medios electrónicos son colaboradores eficaces para mejorarla.
Hoy podemos afiliar por internet, interactuar en red evitando el “punterismo” y el “clientelismo”, debatir, convocar a la movilización y organizarnos en partidos modernos y creativos.

Si se puede comprar por internet en supermercados o agencias de viajes o administrar la cuenta bancaria debe existir la forma digital que acredite automáticamente la afiliación.

También, como hizo el partido socialista francés en la última elección interna, puede habilitarse la inscripción de independientes para la elección de los candidatos a cargos electivos previa manifestación de acuerdo con los principios y programas partidarios.

Lo que no puede hacerse es negar la necesidad de los colectivos políticos o crear “partidos virtuales” que reproducen los “movimientismos” en boga hace 60 o 70 años. Estos se basaban en una suerte de “comunicación telepática entre el líder y la masa” como contrapropuesta a los ultra-verticales y burocráticos partidos comunistas que, detrás de organizaciones muy disciplinadas, ocultaban un mensaje muy similar: la voluntad omnímoda de un Fuhrer, un Duce, un Rais, un caudillo o una nomenklatura.

El PP o el PSOE españoles, el PT o el PSDB brasileros, el PAN o el PRI mejicanos, no tienen en sus filas más del 1 o el 2% de la población total de sus países. Pero esos cientos de miles de militantes expresan a una cantidad mucho mayor y debe encarar la tarea de representar a los intereses de los pueblos y ciudades de los cuales provienen.

Con simpatizantes a su alrededor más otros partidos aliados se constituyen “coaliciones” que logran acordar programas y garantizar la gobernabilidad.

El Sistema peronista-radical ha muerto. De sus cenizas deberá nacer uno nuevo que exprese a las nuevas generaciones y nos enganche con los avances que ya han logrado nuestros vecinos.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

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