Hoy se celebra el Día de la Juventud a nivel mundial y nos ofrece la oportunidad para reflexionar sobre nuestro rol en la sociedad, cuál es nuestra historia como grupo generacional y los desafíos que nos tocan asumir para el futuro.
Pues bien, ¿Quiénes somos los jóvenes? Los jóvenes constituimos un grupo heterogéneo, clasificados como tales por edad, que suele ser entre los 15 y los 30 años, según la normativa, y a quienes la mirada de nuestros mayores nos colocan en ángeles o demonios, según la necesidad de turno. Pero, lo cierto es que los jóvenes compartimos mucho más que problemas y desafíos generacionales, compartimos el futuro y, por ello, la necesidad de ser solidarios entre nosotros y ser protagonistas en el impulso de cambios en nuestra sociedad.
Los problemas que más nos afectan como juventud, que debemos atender con prioridad son la discriminación, la exclusión social, los niveles cada vez más elevados de violencia y la deserción escolar. Además, en el ámbito laboral somos uno de los grupos etarios más vulnerables y con mayores dificultades para conseguir empleo debido a la escasa experiencia laboral, calificación y nivel de instrucción, pero también es importante notar que, por nuestra creatividad, formación, energía e ideales, somos considerados un colectivo espontáneo, rebelde e irreverente. Éstas son nuestras herramientas para el cambio.
Por ello, nuestra capacidad para generar incidencia y participar en la vida pública es enorme, sobre todo en perspectiva histórica. La juventud de las décadas de 1960 y 1970 tenía la necesidad de resistir las dictaduras, los totalitarismos y las censuras, el miedo era el elemento predominante porque la vida se ponía en juego. Los años 80 fueron la gran oportunidad de la incorporación de los jóvenes en la vida política y partidaria con la promesa de que con la democracia se comía, se educaba y se curaba, y con un hito histórico a nivel mundial, como fue el Juicio a las Juntas. Con los 90 llegó la frustración por las promesas incumplidas de la democracia y, sumado a ello, la política y la corrupción se volvieron sinónimos, generando la idea de que participar ya no servía para nada.
Nuestra generación es la que comenzó a despertar a principios del nuevo milenio, con la crisis política de 2001 y con la seguridad de que podemos participar, sin miedo, porque estamos en democracia. Los canales y las tecnologías para la participación se abrieron y nuestros mensajes llegan por múltiples vías. Es importante que nos animemos a participar en el presente, porque es nuestra responsabilidad construir una ciudadanía democrática, plural y tolerante a través de liderazgos aspiracionales, que miren hacia adelante. Debemos comenzar a pensar y dialogar sobre nuestro futuro, para generar una mejor sociedad.
*Legislador del PRO