Responsabilidades compartidas

Responsabilidades compartidas

“Examinemos lo que aún nos queda con un coraje viril y resoluto. Los quebrantos de los individuos y de los reinos quedan reparados en más de la mitad cuando se los enfrenta abiertamente y se los estudia con decidida verdad”. (William Pitt)


La victoria estadounidense en la guerra por su independencia llevó a Gran Bretaña a una crisis de proporciones desconocidas. El clima de derrota se apoderó de los ingleses. Sin embargo, hubo un hombre que se rebeló contra el fatalismo general y apostó por un porvenir de grandeza, creando las bases de una nueva etapa de prosperidad. El conductor de la resurrección fue el dos veces primer ministro, entre 1783-1801 y 1804-1806, William Pitt, quien en el peor momento de la crisis redobló la apuesta afirmando: “Examinemos lo que aún nos queda con un coraje viril y resoluto. Los quebrantos de los individuos y de los reinos quedan reparados en más de la mitad cuando se los enfrenta abiertamente y se los estudia con decidida verdad”.

La cruda sinceridad de su mensaje se convirtió en una lección para los gobernantes de todos los tiempos. En síntesis: los problemas debían ser afrontados con honestidad implacable y mirándolos de frente.

El consejo del británico les calza a la perfección a los máximos funcionarios del Gobierno de la Ciudad y a sus pares de la provincia de Buenos Aires, luego del contrapunto mediático que se produjo esta semana por el tratamiento de la basura de la Capital Federal –que tiene como destino el predio de la Ceamse, ubicado en la provincia–, cuya reducción está íntimamente relacionada con la aplicación de la ley denominada Basura Cero. La pelea involucró, nada menos, que al gobernador bonaerense Daniel Scioli, al ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santilli; a los jefes de Gabinete provincial y porteño, Alberto Pérez y Horacio Rodríguez Larreta, y al auditor capitalino Alejandro Fernández.

La actitud de evitar responsabilidades y culpar a los mandatarios del distrito vecino no resolvió la cuestión sino que, a los ojos de la ciudadanía, cimentó la teoría de la mala política vernácula que fogonean intencionadamente opinólogos rentados. La complejidad de la problemática requiere de soluciones compartidas y de la imperiosa necesidad de aunar esfuerzos.

Por eso, la única manera de hallar una salida beneficiosa para tal cuestión requiere del trabajo en común entre la Ciudad y la Provincia, porque el problema les atañe a ambos. Y para colmo no es el único: al tema de la basura se le pueden agregar el de la salud y los hospitales porteños que atienden a muchos bonaerenses debido a la saturación que sufren los nosocomios provinciales, el del tránsito y el transporte –por la gran afluencia de personas que durante el día vienen a trabajar a la Ciudad–, sin descartar la álgida cuestión de la inseguridad que no conoce de fronteras, ya que muchos de los autores de robos en la Ciudad utilizan como vía de escape el camino que más rápido los conduzca al territorio del conurbano.

La magnitud de estos problemas no da lugar para las chicanas políticas, maniobras que además son rechazadas por la población de ambos distritos. Los ciudadanos exigen respuestas concretas y para ello se necesitan dirigentes serios y a la altura de las circunstancias, que no esquiven el bulto y actúen con la grandeza necesaria. La misma que se precisa para juntarse con el mandatario del territorio vecino y planear en conjunto políticas de Estado que sobrepasen las ideologías en pugna y los vedettismos de ocasión.

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