Los conflictos con los que arrancó esta semana la Ciudad – que exasperan la vida cotidiana de sus habitantes, a contramano de la búsqueda espiritual que propone el jefe de Gobierno – no disimulan su crecimiento en intensidad, sea por la mala gestión o por la “falta de gestión” del gobierno local.
Empecemos por el paro de subtes. Según tomamos nota, el día tres de enero Macri estampó su firma en un documento redactado para principiantes, por el cual aceptó la transferencia de los subtes a la órbita de la Ciudad. Dos días más tarde, aumentó la tarifa haciendo uso de su nueva autoridad – y actuando en contra del bolsillo de los porteños – en un 127%. Menos de un mes después, se arrepintió y los dejó de lado como un chico que se cansa de jugar a los trencitos. ¡No se podía creer! Hasta el día de hoy, en el que su inoperancia nos condujo a esta estación que sigue sin salida a seis días de paro, y que, no es menor, se apropia también del tiempo de los ciudadanos. En contradicción con su postura de no ser el responsable (jamás se hace cargo), convoca a los diputados de la oposición para que ayuden a destrabar el conflicto, pero añadiendo su toque personal: mientras reclama diálogo al gobierno nacional, no invita a la reunión a los diputados del Frente para la Victoria ni a sus aliados en la Legislatura, Nuevo Encuentro y mi bloque, el Frente Progresista Popular. Una demostración más de que su conducta responde a la antigua política de realizar maniobras por debajo de la mesa.
O en las sombras, como fue la irrupción violenta de la Policía Metropolitana en el Hospital Borda, sin orden judicial y por la puerta de atrás. Mientras tanto, treinta y tres hospitales públicos comenzarán mañana un paro que dejará a los porteños – sobre todo, quién lo duda, a los más indefensos– con una asistencia sanitaria ínfima. El paro estalla por los incidentes en el Santojanni, que está sin seguridad suficiente porque el PRO dice que no tiene policía. Sin embargo, para que las empresas privadas que se beneficiarán con el gran negocio inmobiliario de “su codiciado centro cívico” pusieran una cerca, el jefe de Gobierno sí pudo disponer de seis móviles y personal policial de varias áreas. No. No le importó que los pacientes de salud mental sean casi los más débiles de nuestra sociedad, y que una situación de violencia como la padecida puede generarles trastornos muy difíciles de reparar.
Ayer al mediodía, por si hiciera falta, hubo caos de tránsito en Plaza de Mayo por la marcha convocada por artistas, directores de teatro, representantes de la cultura y trabajadores del espectáculo, que esperan cobrar el subsidio que les corresponde desde mayo pasado. El mismo que supone amparar cien espacios teatrales con un monto total que no llega a un cuarto del dinero que consume el Teatro Colón. Pero claro, las salas independientes no significan un gran negocio. Por eso, los artistas que pasan por sus escenarios son manipulados como ciudadanos de segunda. Sé de qué hablo. También yo formé parte de sus filas alguna vez.
En el súmmum del desprecio a la inteligencia de los porteños, Macri ocupa un espacio respetado por la mayoría de la prensa, que se las ingenia para disimular estas verdades.
Junto a otros pocos legisladores, estamos ya hartos de los atropellos que se cometen a diario en la Ciudad, y tratamos, como podemos (y como a veces nos permiten) de encontrar mecanismos que pongan freno al padecimiento cotidiano al que nos somete el responsable a cargo y sus huestes respectivas. Porque, de verdad, los porteños merecemos paz mental, pero también social. Y esto sí es una decisión política.
*Legisladora por el Frente Progresista Popular