Las Malvinas son argentinas y la Argentina también

Las Malvinas son argentinas y la Argentina también


Los argentinos somos como el tango, protestones, llorones y con más vueltas y firuletes que perro para acostarse. Pareciera que vivimos la angustia existencial de los Siglos XX y XXI- que Discepolín expresa en Cambalache. A pesar de todo no perdimos la ternura, la solidaridad y la capacidad de dar vuelta la tuerca trabada.

Pero nos cuesta sumar voluntades, construir juntos y dialogar, se anteponen las diferencias y la permanente confrontación e intolerancia, de creer que somos los dueños de la verdad.

Terminamos enredados en discusiones interminables, como sobre la guerra de las Malvinas a 30 años, y todo lo que significa para nuestro pueblo. Surgen diferencias sobre la soberanía argentina. Grupos de ex soldados reclaman el reconocimiento de las autoridades. Grupos de intelectuales se manifiestan unos a favor de los kelpers, al derecho de autodeterminación, sin evaluar en qué consiste. Otros, en defensa de la soberanía argentina. Pocos tienen la sabiduría de profundizar en el análisis e historia de nuestro pueblo.

Hace un día, un amigo me dijo- Tienen que ver el Tratado de Torrecillas y allí comprobarán que las Islas Malvinas fueron territorio español y después de la independencia, de Argentina por derecho propio.
Los opositores están en contra de todo lo que hace el gobierno, no importa qué, lo importante es decir no a cualquier decisión, su objetivo es “serrucharle el piso, la silla y el edificio de la Rosada”, con eso les basta para justificar hasta lo injustificable. Así les fue, la falta de ideas y proyectos de país se proyectaron en la derrota electoral.

A esto se suma la situación y problemas en las provincias donde gobernadores, inescrupulosos y feudales, se venden por 30 monedas al mejor postor, a las empresas de la mega-minería, a los terratenientes para los desmontes y los monocultivos.

El gobierno con los miedos acumulados para no irritar a la fiera del Club de París, que reclama el pago de la deuda externa, más los intereses, termina subsidiando a un club que el único deporte que practica es expoliar a los países pobres y beneficiar a los centros financieros internacionales.

A todo esto, lamentablemente se suma el trágico accidente en la estación ferroviaria de Plaza Once, con 51 muertos y más de 700 heridos y aquí se desata la parafernalia de acusaciones. Todos buscan un culpable, no importa quien, es necesario encontrar un chivo expiatorio para que todo siga su curso hacia el tacho de basura y taparlo, para que no huela ha podrido.

La oposición culpa al gobierno, el gobierno a la empresa, la empresa al maquinista, los sindicatos ferroviarios defiende al compañero. Los familiares de las víctimas reclaman el derecho de Verdad y Justicia, quieren saber porqué, ese ser querido que salió de la casa no regresó más. La muerte lo arrebató. Los heridos volverán con el dolor a cuesta y la cicatriz en el alma. ¿Pudo evitarse la tragedia?

El gobierno no oye otra cosa que su ruido de estómago. Es necesario que comience a escuchar la voz del pueblo. No los ruidos. El gobierno de Cristina Fernández tiene muchos problemas a resolver.

Hay que hacer memoria y reconocer que tuvo muchos aciertos. El país logró salir de un pozo jodido de especuladores y empresarios inescrupulosos, que aplicaron, “el terrorismo económico”, vaciando el país, y bancos que estafaron a los ahorristas, empresas que sacaron el dinero del país y cerraron las fabricas, dejando al pueblo acorralado en un estado de indefensión total.

Los trabajadores no se dieron por vencidos, recuperaron las fuentes de trabajo y defendieron las fábricas recuperadas, las asambleas barriales y el trueque.

Tuvimos 5 presidentes de la Nación en una semana, batiendo todos los records del libro Guinness, fue una maratón en el menor tiempo posible, sin moverse del lugar. No fue una tarea fácil salir de la debacle a que llevaron al país. No hay delincuentes presos del terrorismo económico, quienes robaron al pueblo. Pero sí una ley antiterrorista para los movimientos sociales.

Ese vaciamiento y golpe de Estado económico fue posible por la falta de gobernabilidad y proyecto de país, por la complicidad de gobernantes y de un personaje nefasto para el pueblo que estuvo 10 años en el gobierno, quien, para complacer sus relaciones carnales con los EEUU, terminó malversando la soberanía nacional y entregando empresas, recursos y bienes naturales a manos de los capitales extranjeros. La política tiene que sustentarse en valores éticos, sociales, culturales y políticos, caso contrario se transforma en un lodazal podrido con olor a mierda.

Lo mismo pasa en las provincias feudales del país con la minería a cielo abierto, los monocultivos, los agro-tóxicos, la destrucción de los recursos naturales y los desmontes.

Cuando los movimientos sociales y los pueblos originarios reclaman sus derechos, la respuesta es aplicarles la ley antiterrorista y la represión. Por favor pongámonos de acuerdo en algunas cosas básicas:

Las Malvinas son Argentinas y la Argentina también.

El país no tiene soberanía nacional y esa situación la estamos sufriendo. El gobierno pedalea en la bicicleta de piñón fijo, sin poder avanzar y construir nuevos paradigmas de vida para el pueblo. Un país que no tiene capacidad de decidir sobre sus recursos y empresas base, es un país sin soberanía. Los que deciden el curso del país y toman las decisiones son los de afuera, que se comen a los de adentro.

La voracidad es infinita, como las empresas mineras, YPF, el agua, y el triste recuerdo de Aerolíneas Argentinas que fuera desmantelada por IBERIA y que todavía nos duele. Pongámonos de acuerdo, por lo menos en las cosas básicas.

Hay que apoyar al gobierno en el reclamo sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwiches del Sur y asumir el compromiso de continuar la lucha hasta lograrlo, tanto a nivel nacional, internacional y con el apoyo latinoamericano.

Esto va más allá del gobierno democrático de turno, es una causa nacional, no significa ser obsecuente con el gobierno, hay que apoyarlo y luchar para que el país no fracase y recuperar la soberanía nacional. Si fracasa el gobierno, fracasamos todos.

Debemos reclamar al gobierno políticas que permitan recuperar la soberanía nacional, los recursos y bienes naturales, las empresas estratégicas para disponer de la capacidad de decisión soberana. Las redes ferroviarias, con un nuevo diseño en función del desarrollo integral del país y no la estructura actual agro-exportadora heredada de los ingleses, obsoleta y decadente.

El desafío es construir un proyecto de país viable, que hoy no existe, la política que se lleva adelante es el neoliberalismo aggiornado que nos está fagocitando y el clientelismo político que no resuelve el problema de la pobreza y el hambre.

Estos cambios son posibles y debemos superar nuestras limitaciones y apoyar al gobierno en bien del pueblo y tener claro que las Malvinas son Argentinas y la Argentina también. Es el camino de un proyecto nacional y popular, más allá de las palabras y las buenas intenciones.

*Premio Nobel de la Paz

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