En el gobierno de la Ciudad se vive por estos días un estado de angustia generalizado que se empezará a develar cuando la Cámara defina si acepta o no el pedido de inhibición que le solicitara el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, al juez federal Norberto Oyarbide. Esos tres jueces ya se pronunciaron una vez dándole la espalda al Gobierno, tras lo actuado por Oyarbide en primera instancia. En esta ocasión la Cámara es el centro de todas las operaciones políticas y judiciales.
Según razonan en Jefatura, esa –la decisión de la Cámara– sea quizás la señal que esperan los implicados en la causa para tener una idea de lo que les espera en el corto y mediano plazo. Con un optimismo desmedido, los macristas de Bolívar 1 entienden que es casi imposible que el affaire comprometa seriamente al Jefe de Gobierno. Incluso las escuchas a su cuñado Leonardo, hecho que, según entienden, se le endilgará a papá Franco.
Según analizan algunos dirigentes del PRO, la mayor preocupación es que la cuestión recién empieza y ya están contra las cuerdas. Son pocas las voces que se alzan desde el Gobierno nacional o incluso en el ámbito local que lastimen con sus declaraciones a los imputados. Como si una calma tensa se anticipara al bombardeo, por ahora sólo suena alguna declaración aislada del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y poco más en la Legislatura porteña, como si allí se estuviera esperando el resultado judicial para empezar el combate final con viento de cola. Los oficialistas porteños son conscientes de que la política aún no empezó a jugar su partido y que el desgaste a su gobierno es producto únicamente del accionar de la Justicia y el apoyo silencioso de la Policía Federal. Ya habrá tiempo para entrar al juego, piensan desde la oposición, confiados en que los “seguros procesos” de Oyarbide abran el camino hacia el escarnio público.
Pero hay cosas que no están claras tampoco en el tratamiento de la causa. Si bien las escuchas, más allá del grado de organización que tuvieran, son una realidad irrefutable, también es cierto que es absurdo que al espía Ciro James, en tanto empleado del Ministerio de Educación, se le permitiera retirar escuchas en la Secretaría de Inteligencia. ¿Cuántos empleados del Ministerio de Educación porteño tienen la entrada franca al edificio del señor Cinco de 25 de Mayo? ¿O habrá alguna otra razón distinta para que James pudiera acceder a esa data y otros miles de empleados de la misma cartera no? Es ahí donde la pesquisa entra en zonas nebulosas, grises, donde pareciera que el haz de luz de la Justicia ilumina sólo una parte de las disfunciones del Estado.
Lo cierto es que más allá del curso que tome la investigación, Mauricio Macri vive hoy una soledad política que le torna imposible armar una candidatura presidencial. Son sus principales causas: el error de Palacios, el pobrísimo resultado de su debut nacional en Mendoza, por la pésima estrategia de Durán Barba (y otros) de creer que lo nuevo (Macri) en política es ganador por sí solo y no es valor agregado de lo que ya funciona, el ninguneo que está empezando a cosechar en casi todos los referentes nacionales del peronismo federal y su distanciamiento con su ex socio Francisco de Narváez. De persistir en ese camino, el Jefe de Gobierno podría poner en serio riesgo hasta su liderazgo local, que, aunque no lo quiera ver, no es transmisible a nadie, ni siquiera a Gabriela Michetti. El único que garantiza el triunfo del PRO en la Ciudad, frente al avance de Pino Solanas y otros sectores de la oposición, es el mismo Mauricio. Dicho de otra manera: o Macri cambia de estrategia o en 2011 se quedará sin nada.