Las principales figuras emergentes de la última elección fueron dos personas que, pocos años atrás, jamás habrían soñado con poseer estatus de electores privilegiados: el vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, y el diputado nacional que venció al ex Presidente Kirchner en la provincia de Buenos Aires, Francisco de Narváez. El radical hoy hace la plancha en el centro del terreno político, adonde fue llevado más por la persecución a la que fue sometido por los Kirchner que por virtudes propias o de sus espacios aliados.
Hasta su despacho peregrinan gobernadores, políticos de todos los pelajes y hasta la propia Gabriela Michetti, víctima por estos días de un despiadado ataque del larretismo por la sucesión tras su escaso caudal de votantes en la Ciudad de Buenos Aires. Macri tiene un panorama bastante complejo para armar una propuesta que lo contenga entre los posibles presidenciables. Por el momento, la alternativa que maneja es la de ir juntando equipos temáticos ligados a fundaciones nacionales o internacionales. El ex presidente español José María Aznar es el espejo donde gusta mirarse. Este modelo de derecha es el que seguirá guiando la gestión porteña –con todas sus virtudes y defectos–, pero eso parece una plataforma débil para ir en busca del sillón de Rivadavia. El país federal y los gobernadores peronistas siguen siendo la gran traba en el proyecto de avance de su candidatura.
El peronismo vive uno de los momentos más confusos de su historia. Las distintas vertientes del gigante invertebrado siguen buceando en busca de una salida, en la cual, centralmente, faltan coincidencias, candidatos y un tema –nada menor– que pasa por qué hacer ante la retirada de los Kirchner. Por el momento nadie sacará los pies del plato, y el peronismo por 2009 será peronismo y el macrismo será PRO. Agua y aceite. Difícil para Macri esta instancia.
De Narváez analiza los movimientos de los demás mientras hace los necesarios
para proteger lo ya ganado. Nadie duda que esté más para elegir él que para que le digan qué tiene que hacer. Lo mira el peronismo, con quien se juntó esta semana en un acto; lo mira Cobos, haciéndose ambos los distraídos, y por último, Macri, quien atorado por los problemas municipales depende de que los demás se equivoquen en su construcción
para mantenerse como socio del Colorado.
Por último, la sucesión de Mauricio en la Ciudad tuvo una semana agitada. Con Macri afuera, Rodríguez Larreta salió a operar por todos los medios como el delfín de Mauricio que siempre desea ser hasta que las encuestas, cada dos años, le marcan lo contrario. Desde atrás, y silencioso, avanza el vicepresidente de la Legislatura (de futuro ejecutivo), Diego Santilli, un dirigente que equilibra las virtudes de Larreta (trabajo) con la de Michetti (carisma). Nace un jugador local a tener en cuenta si Mauricio juega arriba, una posibilidad, hoy por hoy, bastante alejada. El peronismo federal –o sea todo, los K y los anti-K– es el que juega, y Macri debe esperar y mover callado. Si el PJ resuelve sus problemas impondrá un candidato propio y las chances nacionales del jefe porteño serán casi nulas. Si esto no ocurre, Macri quedaría automáticamente en situación de disputar la próxima elección cara a cara con Cobos.