La mesa estaba dispuesta, pero dos de las sillas seguían vacías. Cuando llegó el jefe, se permitió una broma. “Esta se la guardamos a Lilita”, dijo Mauricio Macri. Fue su manera, en código de humor, de volver a dar pistas de hacia dónde buscará encaminarse el armado del Pro de cara a 2015. En el almuerzo con sus colaboradores, el Jefe de Gobierno daría algunas pistas más. Faltaban apenas horas para la noticia política de la semana: el lanzamiento del Frente Amplio Unen, del que Elisa “Lilita” Carrió es uno de los cinco pilares fundadores. Curioso: en el partido amarillo les restan chances electorales a los precandidatos de ese espacio (además de la líder de la Coalición Cívica, los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos, el socialista Hermes Binner y el peronista progre Pino Solanas), pero hacia allí apuntan sus intenciones aliancistas.
La presentación de la nueva alianza no peronista terminó de configurar el trazo grueso del escenario preelectoral, con cuatro focos principales: los mencionados Unen y el Pro, más el peronismo no oficial de Sergio Massa y el kirchnerismo light que intenta liderar Daniel Scioli. Nadie, como en otras épocas, se atreve a vaticinar ni en chiste un triunfo en primera vuelta. Pero cada uno, por separado, traza un panorama positivista que lo depositaría en un balotaje.
En el macrismo se entusiasmaron con la idea de la “tercera vía”. Con la mirada clavada obsesivamente en las encuestas, el Pro insistirá en vender la idea de cambio. Una fuerza distinta a las dos grandes fuerzas que gobernaron (y colisionaron) el país en las tres décadas de democracia moderna, pero con experiencia de gestión en el segundo distrito más importante del país. El reciente segundo puesto en la elección de la capital de Mendoza, y no tan lejos de la emblemática UCR local, generó un entusiasmo quizás desmedido.
El acuerdo que los macristas exploran con algunos dirigentes progresistas apunta por ahora a los dirigentes “con gestión y votos”. El emblema de ese conglomerado es el cordobés Ramón Mestre (hijo). Macri ya se juntó y fotografió un par de veces con él. “Si quiere pelear la gobernación, Ramoncito se va a dar cuenta de que los 10 o 15 puntos que puede tener (Héctor) Baldassi (el referente del Pro en la provincia) pueden significar el plus para ganar. Y, además, va a buscar pegarse con un presidencial con votos”, razonan en Pro, y juran tener sondeos que lo dan primero a Macri en la provincia. “El efecto metrobús”, exageran otra vez.
El caso cordobés es sintomático de los ronroneos previos. Mestre también coquetea y habla seguido con Massa. Incluso, el intendente de la capital cordobesa se divierte en privado con mensajitos del líder del Frente Renovador (un fanático del chat por BlackBerry), en los cuales es tentado (más en broma que en serio) con una eventual candidatura a vicepresidente. Pero Mestre, en lo formal, no es ni macrista ni massista: como radical, forma parte de Unen. Paradojas de ese armado: su principal rival provincial, y quien lo denunció en la Justicia por supuestas dádivas, es Luis Juez: el senador chistoso también integra el frente progresista.
En Unen, el tema Macri derivó en los peores cruces previos al lanzamiento. Para evitar que la polémica creciera al borde de la ruptura, quienes ven con mejores ojos un acuerdo con el Pro hablaron de una negociación “para la segunda vuelta”. En el macrismo no le dieron entidad. Tildaron la propuesta como una “boludez”. Lo explicaron así: “El acuerdo tiene que ser para primera vuelta, es lo que les va a interesar a los radicales que gestionen o quieran gestionar y necesiten un candidato que traccione como Macri”. Otra vez, el ninguneo a las figuras presidenciables del flamante frente.
El factor Macri, de todos modos, no es el único tópico que dispara internas en Unen. En casi todos los grandes distritos hay desafíos gruesos por resolver. En Córdoba, la mencionada pelea entre Mestre y Juez, más otra figura de peso como el radical Oscar Aguad (aunque este podría correrse de la batalla provincial). En Santa Fe, donde gobierna el socialista Antonio Bonfatti, la visualización del narcotráfico sacó también a la luz las diferencias con su antecesor e impulsor, Hermes Binner. Se da por hecho que el actual diputado pujará por la presidencial, pero esto abre otro problema: ¿quién será el candidato en Santa Fe, donde Bonfatti no tiene reelección? Rubén Giustiniani, otro socialista santafesino, tampoco tiene buena relación con Binner.
En cuanto a la Ciudad de Buenos Aires, bastó que el radical Sanz postulara al economista Martín Lousteau para que se agitara otra vez el avispero. Por su última muy buena elección, Carrió se siente la dueña del distrito. Tanto, que mantiene latente la posibilidad de ser ella misma candidata a jefa de Gobierno. Muchos no le creen. Pero lo seguro es que la diputada quiere ser la conductora del espacio en tierra porteña. Incluso ya estuvo llamando a algunos dirigentes del espacio para organizar un posible acto en la segunda quincena de mayo. La idea sería mostrar a todos los precandidatos porteños. Lousteau, con apoyo radical; Alfonso Prat-Gay, más cercano a Libres del Sur; Roy Cortina, por el socialismo; más Fernando Sánchez y Fernanda Reyes, de la Coalición Cívica. No sería más que una puesta en escena para marcar la cancha: en cualquier encuesta, el exministro de Economía de Cristina los pasa por arriba.
Del lado de Massa, el camino sigue los surcos trazados desde principio de año. Robo de dirigentes del kirchnerismo o radicalismo –en lo posible intendentes– e instalación de temas en público, como el rechazo al nuevo Código Penal o los reclamos por Ganancias. El exintendente de Tigre ya juntó 80 jefes comunales y apunta a los 100 para una foto de campaña. Más allá del número, el armado en el interior no le está resultando fácil. Otra vez el ejemplo de Córdoba: allí, sus referentes, por ahora, son un residual del menemismo local. Esto lo van anotando sus rivales. Así como salieron a recordar el pasado de Raúl Othacehé, el exintendente K de Merlo que se sumó al redil massista, le tirarán por los medios los antecedentes de próximas incorporaciones.
Quien por ahora se mantiene ajeno a estas chicanas es Daniel Scioli. Pero no por estrategia. La realidad lo está acorralando. Sus seguidores cercanos se habían entusiasmado con un supuesto repunte en las encuestas desde que el gobernador dictó la emergencia en seguridad en su provincia y se puso, en público, al frente de los anuncios sobre el tema. Desde entonces, hace poco más de un mes, no dejan de aparecer en los medios noticias sobre robos, amenazas y muertes. Una realidad que bajonea hasta a un optimista como Scioli.