Qué hará la presidenta Cristina Kirchner el 28 de octubre? La pregunta pasó a ser recurrente entre los hombres de la política y de la economía. Hoy llamados “círculo rojo”.
El kirchnerismo conoció dos derrotas con diferentes líderes. En 2003, Néstor Kirchner sacó menos votos que Carlos Menem. El operador político era Eduardo Duhalde. El riojano terminó abandonando la competencia y surgió el transversalismo.
En 2009, elecciones legislativas, el gobierno de Cristina tuvo el 34 por ciento de los votos a nivel país aunque perdió en la provincia bonaerense.
El jefe y operador de este proceso fue Kirchner, quien al día siguiente comenzó a trabajar desde la quinta de Olivos para rearmar las nuevas alianzas y alejarse del PJ.
En esta oportunidad, Cristina es la jefa y responsable de administrar el resultado de las elecciones del domingo 27 de octubre. Esa jornada, más de 30 millones de argentinos están habilitados para votar. También es la fecha en que se cumplirán tres años de la muerte del ex presidente.
Un intendente se preguntaba si las medidas sobre seguridad que tomó el Gobierno y la suba del mínimo no imponible podrían cambiar el rumbo de la elección. Sin embargo, todo indica que la mayoría de la sociedad escogió una decisión y pasará la factura a la Presidenta.
La institucionalidad que pregonan los líderes de la oposición y los empresarios será necesaria. Para un país como la Argentina, 30 años de democracia y práctica de la emisión de votos de manera ininterrumpida parecen suficientes para su garantía, pero no. No lo es para la historia.
La tentación de comparar a la república con naciones europeas o los Estados Unidos no se ajusta a la realidad por la sencilla razón de que estos tienen sistemas maduros.
Y también deberíamos revisar la región cuando en Uruguay suma adeptos la candidatura de Tabaré Vázquez, o Lula Da Silva en Brasil, o Bachelet en Chile. La renovación que requiere la democracia “occidental” está teniendo inconvenientes.
Cristina Kirchner está frente a un escenario para demostrar que la institucionalidad en la Argentina funciona. Que no son indispensables los líderes.
Pasó con Raúl Alfonsín y la promoción del Tercer Movimiento. Con Menem, que sabía que no podía tener un mandato más pero gastaba tiempo del Estado para lograrlo. Y con Fernando de la Rúa también sonó la reelección, pese a que estuvo solo dos años en el poder.