Fue un día histórico. Y tuve la oportunidad de estar allí, a metros del primer papa latinoamericano, del primer papa argentino, del primer papa jesuita, del primer papa que se llama Francisco. Tanta peculiaridad potencia el significado que de por sí tiene la asunción del máximo pontífice de la Iglesia Católica.
La emoción es muy grande, pero no impide pensar en las esperanzas que encarna el nuevo pontífice
En varias ocasiones, en las más de tres horas que duró la ceremonia (y aún ahora) uno se dice que “parece mentira”. Pero es real.
Es pronto aún para adelantar contenidos concretos, pero muchos compartimos la idea de que el papa Francisco representa un cambio en la Iglesia Católica y que ya ha definido el rumbo a seguir.
“El carácter es destino”, decía Heráclito. Que los valores, los principios y las ideas de los hombres son su destino, sería una manera distinta de decir lo mismo. El camino elegido está orientado por la humildad, la caridad, la misericordia, el amor al prójimo y a la naturaleza, el desprecio por lo material, la sensibilidad ante la injusticia y la necesidad de predicar con ejemplo. No por casualidad eligió el Papa el nombre de San Francisco de Asís para su pontificado.
Me ilusiono con la idea de que con su papado, la Iglesia Católica, predicando con el ejemplo, vuelva a ser fuente fundamental de valores indispensables para la construcción de una humanidad más justa.
Sin cambios en la visión moral de los seres humanos, no sólo no avanzaremos, sino que es posible que retrocedamos. Ya lo estamos haciendo. Y las religiones (no sólo la Católica), si son capaces de corregir los errores del pasado y de encarar esta tarea con humildad y tolerancia, como dice el papa Francisco, pueden ser fuentes fundamentales en la tarea de elevación de la conciencia moral de la humanidad.
No es una tarea sencilla. Al contrario, es muy compleja, pero muchos creemos que Francisco dará pasos en ese sentido. Ayudémoslo.