Algunos apresurados ya hablan de que a partir de la aprobación del Presupuesto y del aumento del ABL, el año llegó a su fin, a la espera de que se concrete la designación de los cargos en los distintos organismos de acuerdo con la lógica preestablecida, o sea la del acuerdo entre los Pro, los K y un grupo de buscadores de mayorías y cargos. Pero si bien esto es parcialmente cierto, la indefinición del gabinete nacional, los lugares que pelean los macristas en las futuras estructuras, el reparto de los cargos, las leyes que faltan y, muy especialmente, las elecciones en Boca Juniors le ponen un condimento especial a este momento que atraviesa la política porteña.
Es una etapa rara signada por algunas indefiniciones respecto de cómo va a ser la convivencia a futuro entre las dos fuerzas mayoritarias que cohabitan en la Ciudad. Todos los días hay una razón para esperar un mejor diálogo para este período que se inicia, pero a su vez, los chisporroteos son constantes a la hora de ir definiendo los temas importantes y dejan todo adormecido. Sobre todo parece haber una diferencia de tiempos en las definiciones. Mientras que los K no son amantes de la planificación y deciden las cosas en minutos y las largan a los medios con un nivel de iniciativa temerario y pocas veces visto, los macristas reaccionan como pueden ante tanto giro inesperado, ya sea que les convenga o no, algo que por impensado les sucede a menudo. Subtes, seguridad y espacio público están en la cima de la agenda común. Por ahora, poco y nada.
Mauricio Macri tiene en mente un segundo período con algunas certezas: no habrá mayores cambios en la estructura de gobierno, aunque los nuevos ministerios creados no son improvisados. Por uno pasará el desarrollo de su proyecto presidencial, más allá de que se lo maquille con otras misiones, y por el otro pasará el diseño del nuevo gobierno local que Macri alguna vez soñó desarrollar como modelo de gestión. En la vocería política del Gobierno porteño y por decisión del propio Macri ya está en funciones María Eugenia Vidal. La rubia vicejefa electa y el joven ya canoso Marcos Peña son los pilares que eligió el ingeniero para que le cuiden la retaguardia mientras intenta avanzar sobre el resto del país.
Una de las buenas decisiones que tomó el jefe porteño es la de no meterse en las contradicciones en las que no tiene elementos para su transformación. En el pasado buena parte del deterioro que tuvo en su relación con el Gobierno nacional fue por cuestiones en las que, desde su lugar, nada podía hacer, por ejemplo las referidas al rumbo económico. No opinar sobre aquello que no puede cambiar es una decisión tomada.
A la mayoría de los argentinos les debería parecer sensato (si uno piensa en cómo votaron) el sinceramiento de la economía con el recorte de los subsidios, más allá del tarifazo que sufrirán sus vidas. Pero esta movida podría haber sido menos traumática con un equipo económico ya definido, si hubiera una cabeza visible y no cinco jugadores discontinuos. Parece lógico que en el próximo período, un economista elegido por CFK genere y soporte el peso de estas medidas, reservándole a la Presidenta solo algunas correcciones o matices con cero costo. Es el momento de que alguien con entidad para el sector funcione como escudo –y eventualmente fusible– de Cristina Fernández, y ese nombre no es Julio de Vido, indispensable para que todo funcione, pero no para manejar las variables económicas y financieras. La inminente salida de Amado Boudou hacia la Vicepresidencia complicó más este punto, donde más de uno se prueba el traje y crea un problema donde no lo hay.
En el distrito porteño, el armado de los K parece por ahora frágil o al menos confuso, teniendo por delante entre otras cosas el recambio partidario, que se realizará seguramente en abril junto con el PJ nacional, previo trámite de extensión de los mandatos locales. Allí medirán fuerzas los distintos espacios, pero todo indica que La Cámpora podría aprovechar para conducir un distrito vidriera como este. También existe algún ruido en el bloque que lidera Juan Cabandié a partir de la tensión del Gobierno con el sindicalismo –que tiene dos legisladores– y la actitud que pueden tomar algunos aliados, como los de Martín Sabbatella.
Se viene fin de año con los proyectos de ley pendientes para este jueves, mientras sale a la calle este semanario, y con la certeza de un Boca campeón pero que nadie sabe quién conducirá. Hasta el diario del lunes.