La clave está en las causas

La clave está en las causas


Tragedia en las vías: 212 heridos y 11 muertos; 48 horas después otro choque: 86 heridos. ¿Negligencia? ¿Errores? ¿Imprudencia?

Cualquiera de nosotros o de nuestra familia podría haber estado en alguno de esos colectivos o en los trenes. Lo ocurrido preocupa. Los comentarios escuchados también, y en esta nota me ocuparé de esto último: la actitud social ante una tragedia. Analicemos los comentarios más repetidos: “A pesar de Cromañón, nada ha cambiado”; “quiénes son los responsables”; “que vayan a la cárcel”; “todos prometen pero nadie hace nada”. Vayamos a lo primero: ¿es cierto que nada ha cambiado?

Cromañón enseñó que el abordaje de una emergencia masiva sin métodos, previsiones, procedimientos, coordinación ni disciplina institucional agrega tragedia a la tragedia. Aquella terrible noche del 30 de diciembre todo fue desorden. Esta vez, en cambio, hubo un despliegue rápido, eficiente y ordenado.

En menos de una hora todos los heridos estaban distribuidos en los hospitales que prevé la emergencia, decenas de ambulancias convergieron y las fuerzas de seguridad protegieron, ordenaron el tránsito y hasta el helicóptero indicaba desde lo alto la mejor ruta para la evacuación de los heridos. Fuerzas sanitarias, bomberos, ambas policías y el SAME supieron cómo actuar coordinadamente en ambas situaciones. ¿No es esto acaso haber aprendido del pasado, del dolor de Cromañón?

Al menos eso: el accionar ante una emergencia masiva ha cambiado, y es porque se ha aprendido precisamente de lo que fue la mala praxis del auxilio a víctimas aquel diciembre de 2004. Esto hay que destacarlo, y felicitar este avance, en lugar de decir que nada ha cambiado. Como hay que felicitar a los organismos que restablecieron en menos de 48 horas la circulación vehicular y peatonal.

EL VALOR DE LA CAJA NEGRA

Solo conociendo cabalmente por qué algo pasó se puede arribar al señalamiento de lo que se debe cambiar para que la tragedia no se repita. Pero la verdad sobre las causas es una construcción que requiere de una investigación con criterios técnicos y científicos para que los hechos dañosos no vuelvan a ocurrir. Es con el análisis de aquello que se hizo mal con lo que se aprende, más que con castigar gente. El valor de la caja negra en la aviación o de las pericias es el del estudio de un caso negativo para evitar que se repita. Sin embargo, la inmediata búsqueda de responsables y la reiterada demanda de cárcel siempre son los primeros comentarios que se escuchan, sean relativos a delitos o a catástrofes. Y algunos creen que el único objetivo del saber pericial es mandar a alguien a la cárcel, como si con la prisión de alguien se pudiera cambiar la historia de todos.

No obstante, es cierto que en algunos casos de accidentes hay claramente responsabilidades causantes (por ejemplo, en el caso de las picadas), que merecen, sin duda, la correspondiente penalidad, que debe ser la que la ley dispone para ese hecho. Pero en otras situaciones, cuando obra el cansancio o se comete un “error humano”, ¿corresponde penalizar? Y cuando sucede, como tantas veces, que hay concurrencia de varias y variadas causas que convergen en un momento y en un lugar, causas que por sí solas ninguna originaría una tragedia, pero en sincronicidad resultan fatales, ¿a quién adjudicar la responsabilidad final? Allí, lo primero que corresponde es llamarnos a la prudencia en lugar de salir a hacer comentarios desmedidos apenas ocurre el hecho.

Desde la seguridad vial se enuncia ciertamente que “si se puede evitar no es accidente”. Desde el humor, conocemos la Ley de Murphy (si algo puede fallar, fallará) y parece ser esta una ley vigente sin riesgo alguno de caer en desuso.

En cualquier caso, evitar un daño implica tener noción del riesgo, ver anticipadamente lo que puede pasar y razonar sanamente en consecuencia. Basta andar por la calle o en el transporte público y observar tránsito y peatones esquivándose mutuamente para pensar: o no hay noción de riesgo en nuestra sociedad o estamos invadidos por suicidas fracasados a punto de alcanzar el éxito.

En democracia, deberíamos preguntarnos para qué sirven algunas puniciones, sobre todo las que privan de libertad. Y si no será mejor construir la verdad sobre las causas, para que los hechos no se repitan.

Analizar las causas podría incluir también observar nuestra misma sociedad quejosa, opinadora sobre tragedias o crímenes, y a sus comentaristas mediáticos, jamás rozados por la prudencia.

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