Luego de la invasión del estadio de Belgrano de Córdoba, en Barrio Alberdi de la Capital Mediterránea, imaginarse que podría desatarse la locura en caso que River se fuera al descenso era lógico, previsible, atenta la consecuencia demente que provoca el sinsabor de la pasión futbolera multiplicada a la enésima en este caso, porque se trataba de uno de los más grandes, de uno de los únicos tres que jamás habían atravesado por esa situación.
Muy a pesar de que muchos aún sufrimos, nos desvelamos y gozamos como pocos con el juego de la "pelotita", siempre reflexionamos sobre la irracionalidad que la pasión suele despertar como consecuencia de las diferentes circunstancias que se producen por el fútbol; de ¿Cómo? para muchos argentinos puede ser más importante si fue o no off side, penal, o mano; que la mortalidad infantil, la corrupción, la falta de justicia y jueces probos, etc., etc., etc.
Sabida y conocida esta irracionalidad, desde muchos lados sonaban sirenas de alarma sobre la imperiosa necesidad de que el partido se disputara a puertas cerradas, que era casi suicida que más de 50.000 personas llegaran hasta el Monumental de Belgrano. Inclusive desde un plano estrictamente futbolístico, a River le convenía jugar sin su gente, sin que apareciera el murmullo que todos sabíamos que llegaría si las cosas no salían bien, tal cual se verificó en el transcurso del segundo tiempo, complicando muchísimo más la suerte de la escuadra albirroja.
A pesar de todo ello, y de que se producía una irreparable iniquidad con otras instituciones como Vélez Sarfield, Huracán, Nueva Chicago y Almirante Brown, por citar solo algunos ejemplos en los que, de haberse producido el incidente de Barrio Alberdi y no llamarse River Plate, el segundo encuentro no se habría jugado ya que el Antonio Vespuscio Lebertti habría sido clausurado y, encima, se habría producido la quita de puntos al equipo millonario (estas dos últimas cosas aún pueden llegar a suceder, dependiendo claro está de lo que termine disponiendo el Tribunal de Disciplina de AFA), se resolvió abrir el estadio al público.
Pero volviendo a los incidentes, a pesar de aquellas sirenas de alarma, desde la AFA, la Policía Federal y el Ministerio de Seguridad, e incluso hasta de la Presidencia de la Nación, se priorizó a la demagogia por encima de la vida. A la potencialidad de no restar ningún puntito de intención de voto para las elecciones nacionales sobre los bienes y la integridad de quienes concurrirían al estadio y a los propietarios de bienes muebles e inmuebles de la zona de la cancha, disponiéndose final y locamente que el partido se jugara a puertas abiertas. Mientras tanto, Grondona y AFA temían que los borrachos del tablón se hicieran presentes en Viamonte y Uruguay e incendiaran AFA, si se bajaba la orden de jugarlo a puertas cerradas…
Dentro del estadio se desató la locura que se esperaba, y fuera de él todo tipo de acto de pillaje sin que en las cercanías del Monumental estuviera la Policía Federal y, por supuesto, tampoco la Metropolitana. Farmacias, mueblerías, verdulerías, y todo tipo de comercios rotos y saqueados; sólo para no perder unos votos para los políticos o, para evitar lo dicho por Julio Grondona o por alguno de sus acólitos: “para que no quemaran la AFA”. Verdaderamente mezquino y lamentable.
Como siempre digo, la mala entraña de quienes atacan al Gobierno Nacional sosteniendo que todo lo que hace está mal solo es un comportamiento que por detrás trata de defender intereses económicos y corporativos en perjuicio de los intereses nacionales; pero a su vez, idéntico sofisma se produce con aquellos que consideran que todo lo que hace el PEN está bárbaro y, que quien critica al Gobierno tiene mala fé. Ambos extremos están viciados de un fanatismo retrógrado que perjudica de manera irreparable de quienes nos encontramos en el centro de la pelea, léase la población de la República Argentina.
El Gobierno Nacional se ha equivocado feo esta vez y debería reconocer su error. El Dr. Blanco a cargo de la Seguridad en los Estadios de Capital Federal habría avisado que la tragedia sucedería y no fue escuchado, entonces como hombre de honor debiera dar un portazo y renunciar. La ministra Garré tendría que pedir disculpas públicas y reconocer que solo ha concurrido a algún estadio de fútbol para escuchar algún discurso político o recital. La Presidente de la Nación debería tomar las medidas correctivas con todos aquellos que la hicieron participar de la decisión incorrecta, en última instancia es su responsabilidad en orden a ser ella quien detenta la Administración y Gobierno de la Nación. Por su parte Macri, quien ha sido presidente de otro de los clubes grandes de la Argentina, y debió destacar en la zona de posible conflicto, móviles de la Policía Metroplitana. Claro, tampoco lo hizo atento que le convenía también por mezquinos intereses electorales que se armara la gran podrida y así, echarle la culpa al Gobierno Nacional…
Finalmente, la AFA tendría que hacer alguna vez justicia o tratar de hacerla para despejar todo ápice de sospecha y, a la vez, evitar que se cometa una nueva iniquidad. Debiera equiparar a River con aquellos clubes chicos a quienes cercenó puntos, clausuró estadios o hizo salir campeones a cancha vacía. De otra forma, no será más que otra mancha para el tigre. Aunque a esta altura de los acontecimientos… "Otra mancha a la AFA ¿Qué le hace?
En cuanto a los motivos económicos, de corrupción y futboleros que llevaron a River Plate a la segunda división del fútbol argentino, quedan para otra ocasión y pueden ser leídos en los suplementos deportivos de los diarios o escuchados en los programas especializados de las radios.
Aquí y con este comentario solo esperamos que, como tantas otras cosas, el desdén por la vida, la seguridad y los bienes de los argentinos no vuelvan ponerse en juego por mezquinos intereses electorales, sectoriales, económicos y/o corporativos.
Nunca más.
Jorge Rizzo, líder de la agrupación Gente de Derecho