Desde el 2005, cada 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Internet con el objetivo de difundir las oportunidades que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación para mejorar la calidad de vida de la comunidad. Considerando los avances al día de hoy, es indiscutible que internet nos ha transformado significativamente: nuestra forma de relacionarnos, de entretenernos y de aprender se han visto modificadas por la aparición de este fenómeno global.
La innovación en términos organizacionales hoy pasa por encarar una “transformación digital”, es decir, por reinventarse a través de la utilización de la tecnología digital para mejorar la forma en que la organización se desempeña y sirve a quienes la constituyen. Se refiere a cambios fundamentales tanto en los productos y servicios ofrecidos, como en la forma en la que los entrega, entre otras cuestiones.
Diversas organizaciones -empresas, agencias gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, entre otras- se animan a transitar esta transformación, por lo que internet se constituyó en el medio principal por el cual las personas realizan trámites, consumen medios de comunicación, se entretienen, compran productos, trabajan y estudian. Es un recurso mundial inherente a la vida en comunidad y, como tal -y en sintonía con las declaraciones de la ONU- es “un derecho fundamental para todos los seres humanos, ya que permite ejercer la libertad de expresión y de opinión”.
El hecho de estar conectados resulta ser una gran oportunidad, tanto individual como colectiva. Nos permite comentar, buscar información, hablar con un pariente lejano o comprar una entrada de cine. Pero también puede ser la clave para, desde la innovación, encontrar soluciones colectivas a los problemas que son de todos.
En este sentido, surge el concepto de “Ciudades Inteligentes”, definidas así ya que tienen a Internet como su columna vertebral. Copenhague es la ciudad más inteligente del mundo, a partir de una serie de factores que combinan la digitalización, la sustentabilidad, la conectividad y la participación ciudadana. La capital danesa, por ejemplo, cuenta con un sistema de estacionamiento inteligente que indica a los conductores dónde hay lugares para aparcar en la vía pública, evitando la pérdida de tiempo, reduciendo la emisión de gases contaminantes y mitigando la congestión innecesaria.
La Ciudad de Buenos Aires -que ocupa el puesto 96 en el índice de Ciudades Inteligentes- está lejos de protagonizar debates en cuanto al uso de ese tipo de tecnologías. Por el contrario, aún no pudo unificar las 20 aplicaciones móviles oficiales con las que cuenta, lo que implica la duplicación de funciones -hay más de una aplicación que alude a las bicisendas en la Ciudad- y la necesidad de realizar múltiples descargas. Esto ocurre en un marco nacional en el que el servicio de 4G es el tercero más lento de la región, y se encuentra en los 10 peores países del mundo.
Es así que los desafíos se presentan en dos planos. Por un lado, y conforme la importancia de internet en todas las esferas que componen a la sociedad, cabe preguntarse si no ha llegado la hora de proyectarlo como servicio público, siendo que internet es una necesidad de interés general. Por otro lado, es preciso que Buenos Aires se convierta en una verdadera “Ciudad Inteligente”: que el Estado y las organizaciones en general encuentren en la tecnología un aliado para resolver los problemas de la comunidad.
*Docente UBA