La Ruta Nacional N° 3 se llama en la Ciudad de Buenos Aires Juan Bautista Alberdi y del otro lado de la Gral. Paz Juan Manuel de Rosas. En vida, uno defendía los valores republicanos y democráticos, el otro encarnó la suma del poder público. Sin embargo, una ruta puedo unirlos.
Alberdi tuvo que exiliarse por su repudio al régimen rosista. Eran acérrimos opositores, con visiones e ideas opuestas, aunque en 1857, Rosas en su exilio en Londres, recibió la visita del Ministro Plenipotenciario Juan Bautista Alberdi. Dos viejos adversarios, unidos en un país extraño, bajo circunstancias especiales, sin odios ni rencores. Alberdi recuerda a Rosas como un hombre entretenido y de cierta distinción. Ninguno negó en ese encuentro sus ideas, su accionar, y su férrea oposición.
Esta metáfora, permite pensar en gran medida el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), compuesta por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y 32 partidos de la provincia de Buenos Aires, con una superficie total de 2168 km2 y una población aproximada que supera los 12 millones de habitantes, donde una misma ruta lleva el nombre de Alberdi, y de Rosas.
El AMBA, es el resultado de una historia de continuidades y rupturas, de acuerdos y contradicciones, de un proceso que resume en gran medida la historia de nuestro país. La Ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana son el fruto de la inmigración, de la expansión financiera, comercial e industrial. La primera fruto de las primeras colonizaciones españolas, de la creación del Virreinato del Río de la Plata. La segunda, producto de las migraciones internas, del auge de la industria de postguerra, de clase obrera, que según Halperin Donghi, puso su “silencioso sitio a la ciudad”.
Estas tensiones y contradicciones, dieron comienzo a un proceso político y social que continúa hasta el día de hoy. El rápido crecimiento del área que rodea a la Capital Federal, la expansión de los derechos sociales y la industrialización dieron lugar a la formación de lo que hoy se denomina AMBA. Este territorio, en el que vive un tercio de la población nacional, se convierte en un lugar donde distintas administraciones y facciones políticas deben intervenir e intentar confluir con el fin de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
El área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) como tal, fue creada formalmente en los años ’80 por Raúl Alfonsín, Alejandro Armendáriz y Elba Roulet, en el marco del “plan de regionalización”. No obstante, pensar actualmente en políticas de largo plazo, es un ejercicio difícil desde el punto de vista de la coordinación, ya que deben conversar: el Gobierno de la Ciudad, el de la Provincia de Buenos Aires, una treintena de municipios y el Gobierno Nacional. Algunos temas despiertan verdadera preocupación con respecto al AMBA. Pensar una “Ciudad Metropolitana”, es pensar en la gestión de los RSU (Residuos sólidos urbanos), la seguridad, la salud, la educación y el transporte, entre otros temas.
El tema de los residuos es un problema creciente, ya que el aumento de la población lleva a pensar nuevas políticas públicas que den soluciones integrales al tratamiento de la basura. La agenda pública desde hace tres décadas, ha incluido el tema de la basura y el tratamiento de residuos sólidos en el marco de las políticas medioambientales que aseguren una mejor calidad de vida de la población, pero también de su sostenibilidad en el tiempo. El AMBA, goza en gran medida de un plan de acción que se centra en la implementación de un sistema de tratamiento y gestión de residuos sólidos, a través de la Coordinación ecológica Área metropolitana Sociedad del estado (CeAmSe). Esta política, es el fruto de un acuerdo entre la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires a fines de los años ’70 y que con idas y vueltas, se mantiene vigente hasta el día de hoy. El objetivo es dar una respuesta metropolitana para el tratamiento de los residuos, y sobre todo su ubicación final, entendiendo la falta de espacio y la creciente urbanización del AMBA. Si bien, la CeAmSe ha sido objeto de numerosas críticas, es la solución que hace casi 40 años parecía viable, pero hoy habría que repensarla en función de su sostenibilidad y de su conveniencia. Esto por supuesto, requiere de un esfuerzo tanto de la población como de los gobiernos de las distintas administraciones, en donde las Universidades Nacionales no deberían estar ausentes.
El transporte también requiere de un esfuerzo colectivo, en primer lugar por la gran cantidad de gente que todos los días se desplaza de un lugar a otro, como en cualquier área metropolitana del mundo. En segundo lugar, por la necesidad de avanzar en políticas que entrecrucen distintas jurisdicciones y en la que hay que centrarse en distintos aspectos. El transporte público de pasajeros, requiere de la regulación del Estado, tanto Nacional, Provincial como Municipal, pero también de la combinación de redes de colectivos, trenes, y subtes, que permitan todos los días a millones de personas desplazarse en condiciones de seguridad y a un precio razonable. Esto requiere de grandes inversiones y de un esfuerzo conjunto en materia de obras públicas y regulación. El estado actual de la red de transporte público, invita a replantearse el tema de manera integral, y de comenzar a planificar políticas que permitan optimizar y maximizar la red actual, sobre todo, en una región con constante crecimiento demográfico.
La salud, la educación y la seguridad, son tres ejes sobre los que se debería trabajar de manera integral y coordinada desde los diferentes gobiernos. Desde la década del ´80 y sobre todo del ´90, con el traspaso de la educación y la salud de la Nación a las provincias, el Gobierno de la PBA y el de la CABA, desarrollan por separado sus propias políticas en materia de Salud y Educación. Esto lleva a la falta de coordinación, y sobre todo, de desarrollo de políticas para paliar el síndrome “sobra-falta”. La población del AMBA y en especial, los problemas sociales, no conocen de límites geográficos, políticos o de denominación de una calle. Por tanto, se debe avanzar en políticas de salud y educación que apunten a equiparar las diferencias que se dan dentro del AMBA. En esto, el Estado Nacional, debe desarrollar planes que apunten a pensar en políticas públicas de largo plazo, que se orienten a mejorar y unificar criterios en esta materia, y más aún, en función de la gran cantidad de personas que se desplazan dentro del AMBA para recibir educación o tratamientos de salud.
Por otro lado, la seguridad es un problema de coordinación aún mayor, sobre todo en función de la proliferación de fuerzas policiales locales en varios municipios del AMBA y en la Ciudad de Buenos Aires, y ni hablar de las agencias de seguridad privada. La seguridad requiere de la coordinación tanto de las políticas de seguridad y de las fuerzas de seguridad, como de las políticas sociales de todos los distritos que componen el AMBA. Si pensar políticas públicas donde sólo intervienen tres jurisdicciones (la CABA, la Provincia de Buenos Aires y el Estado Nacional) es un tarea compleja, aún más complicado es pensar políticas públicas donde intervienen una treintena de jurisdicciones, y donde el eje de acción se articula en un territorio de jurisdicción compartida.
En conclusión, el AMBA es el producto de luchas, rupturas y continuidades. Es una metrópolis importante a nivel mundial, y es a su vez el producto de los distintos procesos políticos y económicos del país, donde confluyen las ideas de Rosas, Alberdi, Roca, Perón, Yrigoyen, Alfonsín, Menem y Kirchner.
Sin rencores, ni rivalidades Alberdi se reencontró con Rosas y la ruta N° 3 los une desde la Ciudad de Buenos Aires, hasta más allá de la General Paz. Pensar en el AMBA es pensar en la continuidad en el tiempo de políticas que permitan atender los principales problemas, pero también coordinar y construir políticas públicas que mejoren la calidad de vida de sus habitantes y atienda las problemáticas comunes y propias de una ciudad metropolitana, que no conoce de límites, fronteras o ideologías.