La tristeza lo cubrió todo. El regreso a casa marcado por el silencio y por rostros que parecían perdidos, ensimismados. Tal la escena el día del accidente. Pasajeros que volvían a los suburbios en trenes cargados de dolor. Una vez más, la tragedia nos había sorprendido con su deriva de pérdidas de vida y heridos graves. Pero también la sensación de repetición estaba en el aire. Otro Cromañón, fue la referencia.
Como en ocasiones anteriores, pareciera que necesitamos que los hechos nos conmuevan para empujarnos, por reacción, hacia decisiones de cambio profundas. Las imágenes nos reenvían a accidentes en pasos a nivel, tragedias en rutas, muertes en lugares cerrados que no cumplen con mínimas condiciones de seguridad, riesgos en los estadios, en fin, una agenda extensa de temas que merecen un abordaje urgente y sin duda complejo, que requiere de acuerdos de múltiples actores (resistentes hasta el instante antes de las tragedias), la aplicación de ingente cantidad de recursos y una firme decisión política. Son muchos años de abandono de lo público, su recuperación llevará largo tiempo. Lo que no puede esperar es la seguridad. Lo que no puede repetirse es la pérdida de vidas humanas.
Pero junto a la dimensión del luto y el dolor es bueno, y en algún sentido reparador, rescatar, porque también habla de nuestra sociedad, que en medio de la tragedia volvemos a encontrarnos con actitudes solidarias que las crónicas señalan, de esos desconocidos que se disponen a la ayuda desde el momento mismo de los hechos. Y aquí vale recordar a los jóvenes que ingresaron en Cromañón a rescatar a otros jóvenes, entregando su vida en esa acción. Desde luego, no es un eximente de las responsabilidades empresariales y estatales, lo señalo como un signo de los valores que necesitamos anidar para poder construir una sociedad mejor. Sumémosle el amplio acompañamiento a las familias de las víctimas (también ellas víctimas) de amigos y desconocidos, ofreciendo su afecto y adhiriendo a las demandas de justicia.
Finalmente, merece una mención especial, que debe resaltarse, la forma en que las familias damnificadas reaccionaron, que pueden resumirse en la actitud de la familia de Lucas Menghini Rey, el joven que se convirtió en la imagen vívida de la tragedia y de quien todos estuvimos pendiente, una familia que con su dolor a cuestas y su templanza expresó sus exigencias de justicia y de decoro, y no agitó otras demandas que el dolor podría entender.
(*) Psicólogo, investigador de Flacso.