Esta elección en la Ciudad tiene la particularidad del cortísimo desarrollo de su campaña. Las causas son varias. Más allá de la restricción en el tiempo que define la ley, no deja de sorprender que recién esté empezando a tomar un poco de temperatura cuando faltan menos de tres semanas para los comicios. Hay que ver de dónde se venía. Un PRO que se tomó su tiempo tanto para definir el intento reeleccionista como para seleccionar a la compañera de fórmula de Macri; una oposición K que tuvo tres cabezas durante tres meses y que se movilizaba quizá más antes que ahora. Los demás batallan como pueden, sobre todo Pino Solanas, que quiere recuperar los dos años de ausencia en el distrito desde su sorpresivo segundo lugar en 2009, algo que no podrá repetir. En tanto, en cuarto lugar, la Coalición Cívica parece ir tomando algo de forma (nada espectacular), empujada por Elisa Carrió, y luego viene un tren que espera que la elección se abra para tener una performance razonablemente buena y salir de esa meseta bajita en la que se encuentran media docena de candidatos. Alguno posiblemente despegará y será la sorpresa, pero la mayoría quedará allí.
Uno de los graves problemas es que la mayoría de las encuestadoras tienen por estos tiempos dos terminales bien definidas que distorsionan la percepción social en función de sus clientes. Las hay más serias y menos serias, pero por costumbre el lápiz se va afilando recién sobre la última semana. Veamos, a grandes rasgos, un panorama general.
Hoy, si hubiera que usar la vara de las encuestas, en el cuartel K la diferencia entre Macri y Filmus oscila entre los 4 y 7 puntos, dependiendo de los profesionales a los que se consulte. Si a esto le sumamos que en Bolívar 1 estiman que la misma diferencia se encuentra entre 9 y 11, uno puede inferir que el mejor escenario de Macri en el de Filmus es parecido al mejor de Filmus en el de Macri, por lo que no sería extraño que una diferencia media sea al día de hoy entre 7 y 9 puntos. Después vendrán las tendencias en las que se lo ve a Macri algo mejor posicionado, beneficiado por el tema Schoklender e Inadi, y a su colorida y costosa tropa más movilizada, dentro de la quietud a la que asistimos.
También se viene ahora el tramo final de las campañas gráficas, en el que se verá la guerra creativa. La realidad es que los candidatos dedicarán su energía a los futuros debates de TV. Toda la adrenalina política estará puesta allí, más allá de las visitas académicas, barriales y sectoriales que se hayan hecho.
No parece haber en la calle mucho interés en la elección, quizás por la pobreza de la oferta: los dos políticos favoritos son fríos e individualistas, más un veterano cineasta que no parece ser lo que la gente estaba esperando. Pero es lo que hay. Al menos en el podio. La política vuelve a estar ausente detrás de los escándalos y no deja de ser un combate conocido, previsible, un déjà vu de algunas caras como las de Macri, Filmus, Ibarra y Telerman, aunque éste no mida o no lo midan. No hay sorpresas entre los que pelean arriba. Si se llega a romper la polarización, será desde abajo. En ese caso, oxigenaría la asfixia.
Las comunas son la novedad y la incógnita en esta elección. Aquí La Cámpora, los Jóvenes PRO, los partidos chicos y las ONG darán combate cuerpo a cuerpo y eso se vio en el sangriento cierre de listas PRO y K. También es cierto que, salvo los que por cargos comunales compiten, la descentralización política está muy débilmente instalada. Aquí también Macri cuenta con la ventaja de tener organizados los barrios con los CGP, que seguirán existiendo para todos los trámites generales ya descentralizados. También habrá consejos consultivos para las fuerzas vivas (obligatorios por ley), por lo que la convivencia de tanta cosa nueva en los barrios llevará un poco de locura a la tranquilidad de los más alejados del centro. Esperemos que no descentralicemos los piquetes, los cortes, la corrupción y todo lo malo, y que tengamos una nueva usina de ideas, que si bien es local no debe ser ombliguista ni ciega de su alrededor; nunca se deberá olvidar la globalidad de la Ciudad a la hora de plantear sus reclamos. Hubo una vida histórica centralizada en la política, y eso no se resolverá en 10 ni en 20 meses, ni aún con las mejores ideas. Aquí el sentido común –y la paciencia en la construcción– marcará el éxito o el fracaso de esta nueva etapa.