El interés superior del niño
La Convención Internacional sobre Derechos de los Niños/as – actualmente norma constitucional- incluye en su texto la brújula para casos de conflicto de derechos: ese norte es el “superior interés del niño” al que debieran subordinarse todas las medidas que le conciernan.
Que se vulnere una convención internacional de DDHH no es novedad en nuestro país. Pero cuando dichas vulneraciones se producen en plena democracia la cuestión es preocupante, y vale la pena si se reiteran llamar la atención, no sobre el contenido del conflicto sino sobre la manera en que se desenvuelve.
Son también derechos los legítimos reclamos sectoriales. El problema es la escasa imaginación para reivindicarlos puesto que no optan por otras medidas que no sean privar de sus derechos a los chicos. Peor aún, originan otro conflicto de índole superior, acorde con el supremo interés que manda el derecho constitucional y que podría llegar a ameritar intervención judicial.
Anestesistas que suspenden cirugías o docentes que obligan a mantener escuelas cerradas para más de la mitad de los chicos del país, son dos ejemplos de algo muy esquizofrénico: dentro de unos días gran homenaje en memoria de los DDHH pero ahora se los vulnera y nadie reacciona.
Vale aclarar que los actores involucrados tienen derecho a reclamar por sus honorarios o sus salarios, pero entiendo que no se debiera utilizar el único recurso de la huelga, en temas que afectan salud o educación, es allí donde se deben encontrar variantes.
El derecho de huelga nació y se desarrolló como arma de la clase obrera contra la explotación patronal, y así está legitimado. La fuerza de trabajo, al suspender la producción, se convierte en instrumento de lucha que daña el corazón del sistema capitalista industrial : la plusvalía. Así, los trabajadores organizados defienden su participación defendiendo sus salarios.
No es aplicable este instrumento cuando no hay plusvalía en debate y el daño por no ir a trabajar recae en otros desprotegidos. Por más repercusión mediática que se gane en pos del objetivo hay que medir el precio, porque en este caso en las distintas Provincias y en la Ciudad, el precio lo pagan las familias y sus chicos.
Hay que inventar otros métodos. Con más astucia laboral, los trabajadores de los subtes, trenes o peajes hallaron formas de lucha (liberar molinetes o barreras ) igualmente efectivas y que retoman la esencia del derecho laboral al reclamo sin dañar al pueblo del que provienen y además son servidores públicos.
Huelgas en servicios esenciales, cortes de calles o carpas en espacios públicos debieran ser sustituidas por métodos de reclamo con mayor calidad democrática. Hay derechos superiores que no debieran vulnerarse nunca. Hay que persuadir a los distintos gremios para que adapten en cada ocasión sus formas de reclamo respetando como límite los derechos de los más débiles. Es posible y con el aporte y el compromiso de todos podremos lograrlo.