Violencia es callar

Violencia es callar

El caso de Florencia Trías, la chica de 19 años acusada de quemar vivo a su novio con agua hirviendo, puso sobre el tapete un drama que permanece socialmente oculto: el de los hombres hostigados por sus parejas mujeres. Una minoría silenciada a la que las políticas de igualdad de género le suelen dar la espalda.


En más de una oportunidad denunciamos desde Noticias Urbanas los hechos de violencia doméstica que en los casos más extremos culminan con el asesinato de una mujer a manos de un hombre. Dedicamos notas y tapas de nuestro semanario al grave problema del femicidio. Ahora, es momento de hablar de otro tema que concierne a la violencia de género y que es el exacto inverso del anterior: la violencia contra los hombres por parte de las mujeres, que a veces terminan también con el asesinato de la víctima. No se trata de embarrar la cancha frente a la problemática de las mujeres maltratadas. De ninguna manera. Tampoco de equiparar estadísticas: la violencia contra la mujer hoy alcanza cifras alarmantes, mientras que su situación inversa aparece como un fenómeno más esporádico, al menos en la superficie. Sin embargo, precisamente por esto último, es necesario prestarle atención: se trata de una minoría cuyos derechos básicos son vulnerados. Y lo que es más delicado aún: de una minoría silenciada.

El caso de Florencia Trías, la chica de 19 años acusada de quemar vivo a su novio con agua hirviendo, puso sobre el tapete un drama que permanece socialmente oculto, en parte, por las mismas pautas culturales que perjudican a las mujeres y que comúnmente se engloban bajo el concepto de “machismo”. Bajo estas pautas, es difícil de comprender que el mal llamado “sexo débil” pueda ejercer violencia contra el hombre. Cuando esto ocurre, la víctima no suele denunciar los abusos por vergüenza. Además de por miedo a las represalias por parte de su pareja contra su persona o contra algún familiar cercano.

Familiares de Matías Cuello, la víctima de Florencia, denunciaron que temía que ella le hiciera daño a la beba de ambos. No es una locura pensar esto, cuando aún resuenan en nuestros oídos, por su impiedad, las palabras de Adriana Cruz, la mujer que ahogó a su hijito de seis años, según confesó públicamente, para “cagar al padre”. Volvamos al caso de Matías. Según su hermano, él no dejó a su pareja antes porque sentía que lo iban a cuestionar socialmente por abandonar el hogar, siendo padre de una criatura. No se le ocurrió hacer la denuncia, irse y pelear por la tenencia de su hijo. Habría que preguntarse por qué. Y qué chances él creía que tenía para convencer a la Justicia de que era la víctima y no un padre ausente.

Florencia Trías, Adriana Cruz y Susana Freydoz, quien durante una discusión asesinó de un balazo a su esposo, el gobernador de Río Negro, Carlos Soria, son tres casos que ocurrieron en poco más de tres meses y que demuestran que los hechos de violencia entre hombres y mujeres no siempre tienen a los primeros como victimarios y a las segundas como víctimas. Quizás el último se encuadre en un caso de emoción violenta más que de violencia de género, pero ¿cuántos casos más hay de violencia de género de mujeres hacia hombres que no conocemos? No hablemos solamente de violencia física. ¿Cuántos son los padres separados a quienes las madres de sus hijos no les permiten verlos por medio de diferentes artilugios legales? ¿Hasta dónde llega la igualdad ante la ley en los casos de tenencia de hijos menores? ¿Por qué la tenencia monoparental es la regla y la tenencia compartida no está legislada y hay que pedirla especialmente? ¿Quién defiende los derechos de los hombres? ¿Por qué las batalladoras por la igualdad de género suelen callar ante estos hechos? ¿Y dónde están los batalladores? Silencio.

El feminismo acostumbra a llevar su lucha al campo de las palabras. La violencia de la mujer contra el hombre, por el contrario, está tan silenciada que ni se puede nombrar. Les propongo un juego. Vayan al diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es) y busquen “machismo”. Van a encontrar: “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Busquen su lógica contraposición: “hembrismo”. No existe. Busquen “feminismo”: “Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”. Busquen su lógica contraposición: “masculinismo”. No existe. Este silencio dice algo, ¿no?

Ahora vayamos a la ley que se discute en el Congreso para modificar el artículo 80 del Código Penal donde se consideran los delitos agravados contra la vida, que tienen penas de reclusión y prisión perpetua. Allí se incorporó, en su inciso 11, la figura del femicidio para castigar el asesinato de “una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”. Puede ser un paso importante para erradicar un fenómeno repudiable. Ahora, ¿por qué no se incluye otro inciso que castigue con la misma vehemencia la situación contraria?

Vamos a otra parte del artículo cuya modificación ya tuvo media sanción: la que considera los atenuantes para los asesinatos de familiares directos, uno de los casos penados con perpetua. En el artículo original del Código se considera que cuando “mediaren circunstancias extraordinarias de atenuación, el juez podrá aplicar prisión o reclusión de ocho a veinticinco años” en lugar de la pena máxima. Y la modificación recientemente propuesta añade: “Esto no será aplicable a quien en una ocasión anterior hubiera realizado actos de violencia contra la mujer víctima”. De nuevo, ¿por qué se escribió solamente “mujer víctima” si existen casos inversos? Si lo que queremos es evitar el patrón de violencia de humillaciones previas al asesinato, deberíamos hacerlo para proteger a la víctima, sea esta mujer u hombre. ¿Cómo es posible que esto fuera votado por unanimidad en Diputados y a nadie se le ocurriera plantear esta cuestión tan simple? A las defensoras de la igualdad de género, continúen su lucha pero, por favor, considérennos a todos. Y a los políticos varones, defiendan a las mujeres, pero no legislen solamente para agradar al sexo opuesto. No sean machistas. Sean hombres, nada más.

(*) Jefe de Redacción de Noticias Urbanas

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