Es imposible morir de aburrimiento en Argentina. Cuando todavía resuenan las maquinas de La Rosadita contando grandes sumas de dinero de Lázaro Báez antes de hacerlas emigrar hacia algún lugar desconocido del planeta, sorprende la furtiva aparición de un ex funcionario kirchnerista revoleando por encima del portón de un convento de monjas bolsos con dólares, euros, monedas chinas y de Qatar.
A José López, ex secretario de Obras Públicas de la Nación, le quedaba nada más que una valija atiborrada de billetes para ingresar al convento cuando llegó la policía a esa zona inhóspita de General Rodríguez, donde descubrió al hombre en plena maniobra.
El Ministro de Seguridad bonaerense Cristian Ritondo no pudo dar demasiados detalles sobre el monto total secuestrado por la policía porque al conteo de dólares y euros se sumó la sofisticación de las monedas asiáticas, de difícil conversión a pesos argentinos o a dólares.
La moneda de curso legal en China es “renminbi”(RMB), que significa moneda del pueblo y su unidad básica es el yuan. El yuan se divide a su vez en 10 jiao, y cada jiao se subdivide a su vez en 10 fen. En realidad al yuan le dicen “Kuai”, y al jiao “mao”. La moneda china no cotiza en los mercados internacionales de divisas, es el Banco Popular de China el que establece el cambio de cada moneda extranjera con su homónima china y por eso es más estable que otras monedas. Hay que consultar un conversor de moneda en tiempo real para saber cuánto tenían los bolsos de López.
Es más fácil convertir las monedas de Qatar encontradas en el tesoro de López. Se denominan Qar, o Riyal qatarí. Un riyal se divide en 100 dirhams y se cambia por un dólar a un precio de 3,64 QAR, desde 1980.
Desde el lugar del ciudadano común surgen interrogantes como quién pagó en yuanes o Qar, y por qué negocio o servicio; o que hacía López con tanto dinero efectivo en su auto, y si ese dinero era solamente suyo. Muy incómoda situación, por cierto, especialmente después de ofrecer una coima a los efectivos policiales que, encima, le dijeron que no.
Los ex funcionarios kirchneristas no dejan de asombrar con tanta sofisticación en sus formas de hacerse con dinero indebido. Ya quedaron atrás las formas de corrupción ensayadas por el constructor Báez para disimular la retención de fondos provenientes de las licitaciones de obras públicas con las que fue beneficiado durante doce años. También el despropósito de quemar fuertes sumas de dinero desenterrado y quemado porque la humedad terrestre inhabilitó los billetes, como contó el arrepentido Leonardo Fariñas. Una burrada. Más atrás en la historia reciente quedaron la desaparición de bóvedas y cajas fuertes incrustadas de los lugares menos pensados, y las doscientas y pico de propiedades y campos adquiridos en distintos puntos del país. Como quedaron en el pasado los increíbles domicilios fijados por el ex presidente Amado Boudou para comprar o vender un auto o una motocicleta lujosa. Y los fondos de 2,5 millones de dólares extraviados en Enarsa, o el barco fantasma que trasladaba gas y nunca salió ni llegó, o los desvíos de subsidios a Milagro Sala y a la madre de Marita Verón que luego volvían a manos del hijo de la ex presidenta de la nación, según consta en la justicia.
La codicia humana no tiene límites, sólo llega a su fin cuando alguien delata al ladrón o comete errores como el de López, quien en absoluta soledad y bien entrada la madrugada del martes 14 de junio quiso engatusar a dos monjitas diciéndoles que alguien quiso robarle el dinero que él “había robado” para ellas.
Hasta el lenguaje se ha vuelto procaz. La única explicación a estos desatinos es que la noción de impunidad caló tanto en los cerebros de los ex funcionarios que, aún fuera del poder, siguen creyendo que son inmunes a la ley.
La manipulación de semejantes cantidades de dinero en efectivo supone que el delito está planificado para burlar el sistema bancario y financiero donde, de una u otra forma, quedaría registrado como perteneciente a alguien con nombre y apellido. Eludir los controles no tiene otro sentido que esconder el robo, disimular las acciones cometidas, para finalmente disfrutar de la sustracción de los dineros públicos.
Hoy, la codicia se volvió patética por lo burdo, por la desesperación de un hombre que tiene en sus manos algo que no le pertenece y le quema los dedos. Entonces inventa, vulnera un convento, se arriesga a que un vecino insomne lo observe como a un sospechoso y llame al 911, y tenga la mala suerte de que un patrullero llegue en tres minutos para agarrarlo con las manos en la masa.
La pirámide del poder que rigió hasta el 10 de diciembre pasado se tambalea frente a estos hechos y descubrimientos. Es cuestión de tiempo para que otras figuras de mayor envergadura queden comprometidas por apropiación de dinero de los otros, es decir de los argentinos.