La Historia se está acelerando, y la Globalización se ralentiza a consecuencia de la pandemia del COVID 19. Lo afirman especialistas internacionales como el ex diplomático y autor Richard Haass y Ian Goldin, profesor de Globalización en la Universidad de Oxford.
Haass dijo claramente para la BBC News Mundo que actualmente no solo se aceleran los procesos de cambio que ya venían observándose sino que es la Historia misma (con mayúscula) la que se acelera: “lo que el mundo está viviendo debido a covid-19 es obviamente terrible y extraordinario. Mi argumento es que, a pesar de todo esto, no necesariamente va a ser un punto de inflexión en las relaciones internacionales, porque muchas de las tendencias ya existían antes de que el virus nos impactara”.
A su juicio la sociedad civil se debilita. En ese marco no es descabellado afirmar que también se debilitan aceleradamente los liderazgos políticos en todo el mundo porque responden al modelo de los líderes tradicionales, verticalistas y autoritarios en su mayoría.
Haass cree que esta crisis le está agregando un nuevo grado de estrés al sistema político, genera más demandas de la sociedad por ayuda económica y seguridad, y se manifiesta en distintos tipos de reacciones. Afirma que todas las democracias lo están experimentando y cree que en naciones no democráticas, como Rusia o China, podría enfatizarse el autoritarismo. Es decir, Haass no confirma la reaparición de nacionalismos extremos, inclinaciones abruptas a la derecha, ni a la izquierda, tampoco a los totalitarismos.
El ex diplomático estadounidense aplica esa mirada estratégica en las relaciones internacionales. Sin embargo, misma visión puede asimilarse a los cambios producidos en el corto tiempo que lleva la pandemia. La Historia se acelera tanto, y al ritmo de las aceptaciones tecnológicas que impuso el Covid 19.
Por ejemplo, en medio de las cuarentenas, la población de cada país dio un salto digital enorme, superior a todos los anteriores en la marcha de la revolución tecnológica. Las necesidades se hicieron tan evidentes que no pudieron ser ignoradas. En Argentina, en menos de un mes, quedó expuesto el atraso en el uso de herramientas tecnológicas, no por ausencia de materiales específicos sino por la rémora humana para adaptarse y aceptar los mecanismos digitales. La cuarentena bancaria se levantó de repente para abonar jubilaciones y subsidios “face to face” porque millones de personas no quisieron usar por décadas sus tarjetas de débito en los cajeros automáticos y defendieron a rajatabla, por temor y cultura, la atención “personalizada” de la cajera entregándole dinero “cash”. El papel, la viyuya, plata en mano.
La resistencia al cambio forzó a una fuerte bancarización, entrenando a las personas en el uso de las tarjetas en los cajeros automáticos, de los home bankings e innumerables sistemas de pago o traspaso de dinero en forma digital, sin tocar los billetes. La tendencia, más propia de las nuevas generaciones, dejó en cuarentena los puestos de trabajo en los bancos. Más de un argentino se dio cuenta del tiempo que los mecanismos de cobro y pago le hacían ahorrar, en lugar de padecer colas interminables, con barbijo y alcohol en gel en mano. El futuro de los locales de pagos facilitados está entre paréntesis.
Ése es un ejemplo acerca de cómo cambiará el trabajo y el consumo. Este último ya tiene sus modalidades “on line”, para todo: comidas, ropas electrodomésticos, aparatos de gimnasia y ortopédicos, calzado, entre tantos otros. Los “delivery” -aunque precarios- son puestos de trabajo del futuro que ya llegó, y con él la nueva explotación de los inmigrantes. Los envíos a domicilio pelearán por quién es el que paga: si el empresario o el cliente.
No se sabe si continuará en el futuro, pero en el presente ya se empezaron a negociar reducciones en los salarios a cambio de que las empresas no cierren ni despidan trabajadores. La depreciación salarial ahora es aceptada por los mismos sindicatos que antes defendían las actualizaciones anuales en Paritarias que, tal vez, a corto plazo, definan si se conservan. Toda la estructura del trabajo y la producción se modificará. No es nuevo, se sabe desde la década del ´90 y nadie hizo nada para adelantarse a esta crisis cuando todavía no existía el COVID 19.
El Teletrabajo, tan proclamado desde los inicios del siglo XXI hoy existe aquí, está vivo, es el centro de atención en los hogares, junto con los celulares y las computadoras a través de los cuales son cotidianas las teleconferencias a través de diversas plataformas. El zoom, en menos de un mes, se volvió tan familiar como los fideos de los domingos de la década del 70. Los más jóvenes ya suben sus videos para vender lo que se les ocurre, los profesores se suman a las disposiciones docentes para chicos y dan clases para grandes de gimnasia, teatro, astrología, cocina; para crear un “feed” bonito, aprender a hacer “lettering”, “crear cuadros para decorar tu cuarto”, ver y hacer Tiktoks, todo por youtube. Son los youtubers tardíos que por lo menos llegan, de cualquier edad.
En cuanto a la Globalización el profesor Goldin considera, a diferencia del aceleramiento de la historia que, en una corriente subterránea la pandemia ralentizó los procesos globales, justo en el momento en que debían hacerse los cambios más significativos. La ralentización se extenderá particularmente en el intercambio comercial y las relaciones entre los países, seguramente por la inactividad de las economías nacionales, regionales y continentales a causa del virus, y por la lentitud implícita que lleva la reanudación de la productividad en el marco de fuertes endeudamientos nacionales, defaults, y efectos de inflaciones o hiperinflaciones precedentes en las naciones.
A diferencia de Haass, Goldin lamenta que en este momento el mundo carezca de un liderazgo fuerte, como el de Estados Unidos en otros quiebres históricos. La sede del capitalismo se conforma hoy con un liderazgo de tiro corto, vuelo rasante y nacionalista, más inclinado a resguardar los números propios que las vidas ajenas.
No se exagera si se compara esta circunstancia histórica con la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética. Hoy, tampoco Vladimir Putin exhibe vocación de liderazgo mundial, y China retrocede en esa ambición a causa de las acusaciones y culpas por el origen del virus que nació en sus laderas, y se ocultó en el corset silencioso del comunismo gobernante.