Cristina, Scioli y el modelo alemán

Cristina, Scioli y el modelo alemán


Era su primera entrevista como presidenta electa y decidió no asumir riesgos. Cristina Kirchner acababa de ganar las elecciones, en dupla con el entonces radical transversal Julio Cobos, y dejó una definición hoy consumida por la (triste) realidad. Pasaron casi siete años. “Me gustaría un país como Alemania”, sintetizó una ambiciosa Cristina. Y fue por más: habló de la dinámica exportadora del gigante europeo, del valor agregado, la innovación tecnológica. No hace falta profundizar demasiado para concluir que, desde aquel deseo no tan lejano, la distancia entre un país y otro se agigantó todavía más. La reciente defensa del modelo que hizo uno de los escuderos mediáticos del kirchnerismo, el periodista Víctor Hugo Morales, diciendo que la gente elegía vivir en las villas y por eso había aumentado su población, es quizá el ejemplo más brutal entre una realidad y la otra. En Alemania no hay villas. Existen algunos problemas de empleo, xenofobia, una nunca concluida integración a 25 años de la caída del muro, pero nadie nace y muere en la miseria como aquí.
Para la agudización de la brecha, incluso, las necesidades económicas fueron crueles en estos años de despedida de la Presidenta. Después de tragarse sus bravatas discursivas y acordar con el Club de París, el Ciadi y otros demonios como Repsol, fue la Justicia norteamericana –con Thomas Griesa a la cabeza, pero con la Corte local como respaldo– la que trabó su anunciada vuelta al mundo. El golpe en el bolsillo obligó a otro giro de 180 grados para un regreso sin gloria al indeseado aislamiento y la queja seudorrevolucionaria. Por si se necesitaban más pruebas del contraste, algunas de las peores críticas por el nuevo default y la historia de los argentinos con sus deudas vinieron justamente de funcionarios germanos. La Argentina que soñó Cristina no viró hacia Alemania, sino más bien se mimetizó aún más con la América latina profunda.
Pero la política autóctona permite algunas delicias. El principal candidato del kirchnerismo, si así puede definirse a Daniel Scioli en función del lugar privilegiado que ocupa en las encuestas, volverá en estos días con la idea del modelo alemán. Lo hará durante un viaje que tiene previsto a Frankfurt, un distrito muy ligado a la industria automotriz. Allí se hace la exposición de autos más importante del mundo. El gobernador irá a una muestra ligada, justamente, al sector autopartista. Mientras en su país se debate el tenor de los despidos y suspensiones, hay una pelea abierta entre el gremialismo tradicional del PJ y la izquierda combativa, y la Presidenta puja con empresarios del rubro por un plan por los autos “encanutados”, el gobernador podrá chequear como testigo presencial el abismo entre ambos mercados.
En su periplo europeo, al gobernador lo acompañarán unos pocos colaboradores, posiblemente su esposa modelo y el ministro de la producción bonaerense, Cristian Breitenstein. De origen alemán, el exintendente de Bahía Blanca participó activamente de la previa del viaje. En declaraciones a algunos medios provinciales, dejó en claro el mensaje que buscan transmitir. “Alemania es el modelo político, económico y social a seguir”, sintetizó Breitenstein. Como Cristina hace siete años. Pero en el mientras tanto, el plan de diferenciación del sciolismo luce embarrado. A las defensas públicas de Scioli, se mezclan algunos mensajes algo ambiguos a los medios del propio candidato y críticas en privado de todo su entorno. El gobernador supone que la gente entiende con esas señas que es distinto a ella. En la Provincia vuelven con el ejemplo alemán: “Mientras Daniel se va para allá, Cancillería manda una misión comercial a Rusia. La diferencia es clara”. ¿Lo será para los votantes?
Los sciolistas mencionan una encuesta cuando explican por qué el gobernador intenta recorrer ese delgado equilibrio. El sondeo diría que la mayoría de la gente (cerca de un 60 por ciento) pide “continuidad con cambios”. El resto se ubicaría en las bandas: o quieren que siga todo igual o quieren cambiar todo. Scioli apuesta al grueso del medio. Curioso: Massa, que ahora se presenta como opositor, también intenta caminar por ese sendero. Se supone que representan cosas distintas. En el Gobierno bonaerense reconocen, de todos modos, que la ubicación política puede cambiar según transcurran los tiempos económicos. Si la economía sigue complicada pero sin provocar un estallido, no habrá necesidad de corregir el rumbo mediático. Si las cosas se complican, Scioli se verá obligado a proponerse realmente como algo distinto, una variante que hasta ahora nunca se animó a plasmar.
Mientras lamentan que no haya una sola señal de arreglo con los fondos buitre, en el sciolismo miran con atención un par de variables económicas propias: preocupados porque el default frenó la emisión de un bono de 500 millones de dólares, aseguran tener ahorrados los millones necesarios para “llegar a fin de año”; esto es, pagar sueldos y aguinaldo. Pero ya piensan en una paritaria docente y estatal complicada para el año que viene. Reconocen una inflación del 40 por ciento y admiten que podrían ser un poco más flexibles con sus empleados que este año: “Lo que cerremos, lo va a terminar pagando la próxima gestión, je”.
A tono con el perfil del jefe del espacio, la mirada en el grupo es en general optimista. Pero si se profundiza la crisis económica, la provincia de Buenos Aires quedará golpeada y su gobernador inevitablemente emparentado al proyecto político al que suscribe desde 2003. Entonces, prometer el modelo alemán será aún más extemporáneo que en 2007. Casi expulsivo.

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