La verdad es que fue un gusto grande poder participar nuevamente este año de la marcha de la memoria, otro 24 de marzo. Algo pasó en la sociedad que esta vez fue bien diferente, con más frescura y menos apolillada, se rejuveneció repentinamente. Algo destacaron algunos colegas en otros medios, pero como esta celebración anual tiene su fuerza en lo colectivo pero es de vivencia íntima, entiendo que tiene algún valor volcar impresiones o imágenes personales de este cronista acerca de los momentos vividos en la larga tarde de ayer.
Ver a los de siempre es un placer ya que con muchos o muchas de ellos es el único día en el año en el que intercambiamos, abrazos, palabras, besos, recordatorios varios de alguna anécdota melancólica de aquellos años. El ya clásico comentario machista “recién la ví a Fulana, no lo puedo creer boludo, parece mi vieja” en alusión a la compañera de tantos años atrás puesta físicamente en claroscuro con las increíbles chicas de los centros de estudiantes del hoy que marchan como antes la hacía “esa vieja”. Claro, siempre está el vivo que se cree que sólo para él no pasan los años. Algunos Dorian Gray todavía existen como el Gomita que tiene puesta la camisa de jean abierta en el pecho, el jean al tono y los mocasines de Guido, como hace 35 años, el pelo un poco más canoso pero atado con colita. Pero no somos los Gomitas los protagonistas, sino que son ellos, los protagonistas hoy son muy jóvenes, los que pueblan todas las columnas, los que tocan todos los bombos y redoblantes, los que cantan “no nos han vencido” tienen 30 o 40 años menos que los que sufrimos la derrota militar, esa oxigenación imprescindible que te da el recambio si lo podés lograr en los tiempos históricos. Y está logrado.
Quizás había antecedentes en las otras marchas anteriores, jóvenes hubo en todas, si nosotros “ya no podemos saltar ni un tapial bajito, gracias que podemos caminar un rato” me decía ayer el gordo Chichín un combativo ex colectivero que hoy es funcionario en Quilmes con el Barba. Pero los jóvenes antes no marcaban el rumbo, acompañaban esa tradición devenida de la memoria que esa generación y sus madres y abuelas supieron construir, algo que ayer se invirtió.
Hablando de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de todos los organismos, de los sectores más kirchneristas y los menos, las otras fuerzas populares del pasado y de ahora, no haremos aquí el análisis de las causas del fenómeno, ya que estamos recién muy encima del mismo. Por supuesto que este gobierno no es para nada ajeno a lo que pasa pero tampoco es el dueño exclusivo, hay 34 años de trasmisión y construcción de padres a hijos y hasta nietos, en todas las condiciones, desde las peores hasta las actuales, pero la memoria fue y es un trabajo constante. Al menos desde aquí no focalizaremos el tema que nos convoca en sus artífices -algo que además no tengo tan claro en este momento- sino en el objetivo triunfo de la memoria, de la verdad sobre la generación mutilada, de la comprensión de estos jóvenes hacia aquellos, en una palabra de empezar de nuevo con la misma identidad y esperemos que con otro final.
Ellos son por suerte ahora los que empujan, la memoria tiene nuevos custodios a partir de ayer y eso de alguna manera nos saca un poco la presión y la responsabilidad de mantener viva la llama. Treinta y cuatro años después miles de pibes y pibas armaron una fogata que tiene un solo objetivo,: crecer y quemar con ella las prácticas políticas antipopulares para siempre. Nosotros seguiremos estando a su lado mientras diosito no nos llame a declarar, pero como dijera Saúl Ubaldini, con la satisfacción del deber cumplido (el trágico día de Modart en otra cita envenenada en la Plaza). Los veteranos y algunos algo más juniors ya estamos para sumarnos con toda tranquilidad a esa construcción magnífica que vio la luz ayer que más allá de las terminales políticas, hoy más oficialistas o no tanto, siempre populares, miles de jóvenes “imberbes” desfilaron bajo sus trapos –cada vez más modernos e imaginativos- pero con una vieja consigna que cambió la historia de este país: “Somos de la Gloriosa Juventud Peronista, somos los herederos de Perón y Evita”. Hay herederos, increíble.
Fue muy fuerte sentir que esta vez el canto no sonaba casi desesperado y languideciente de nuestras gargantas muchas enfermas, sino que sonó potente y renovado, llegó el día en que la sinergia en la marcha fue convincente, contundente, ya se puede asegurar que no nos vencieron, por suerte ya hay otros pies donde estuvimos.
Ah, la izquierda como siempre también estuvo, y también como siempre, llegó tarde y fue tan ordenada como sectaria, armando su propia historia que es la misma de todos los demás, pero todavía les cuesta darse cuenta que el país federal es uno solo. Como no se vio ninguna bandera alusiva se interpreta que los radicales deben haber sido todos los que iban por la vereda sin distintivos, confundiéndose con los turistas.
* Director de NOTICIAS URBANAS