No es casual que en la “marcha kirchnerista” hayan estado ausentes los reclamos fundamentales que tienen los sectores populares de la Ciudad. No figuraba el rechazo a la implementación de la Ley Nacional de Educación que reclaman docentes y estudiantes. Se entiende por qué: es el gobierno nacional el que presiona para que la reforma educativa (que descalifica la escuela secundaria) sea aplicada en territorio porteño. Tampoco había carteles denunciando la construcción en terrenos ferroviarios de megatorres y shoppings, porque es el propio kirchnerismo el que impulsa esta política repudiada por los vecinos, lo que ocurre tanto en Caballito como en Palermo.
El grupo Roggio, que maneja el subterráneo, estuvo al margen de las críticas, porque los K le han dado el manejo de todos los trenes metropolitanos. Las referencias al Borda fueron para engañar incautos, ya que el bloque K votó construir el centro cívico en el sur utilizando para ello, como quería Macri, los fondos de la venta del Edificio del Plata. Lo mismo vale para las obras contra las inundaciones, que son responsabilidad de ambos gobiernos. En el caso del arroyo Medrano, requiere una obra que alcance a la provincia de Buenos Aires, pero los vecinos de Saavedra denuncian que a varios meses de la inundación todo sigue igual.Para los que piensan que las campañas electorales son pura demagogia de los partidos patronales, la marcha que realizó el kirchnerismo en la Ciudad a la jefatura de gobierno no hace más que darles la razón. Quienes se ‘movilizaron’ contra Macri fueron los mismos que votaron junto al bloque del PRO en la Legislatura los proyectos clave que hacen a los grandes negocios armados para favorecer al capital inmobiliario. Al frente de la marcha, Juan Cabandié, cabeza de la lista de diputados K en la Ciudad, fue el mismo que recibió el repudio de sus propios compañeros (“¡traicionaste a tu viejo!”, le dijeron) por defender la entrega de la Isla Demarchi al grupo Irsa. Aníbal Ibarra, el responsable de la Masacre de Cromanón, marchaba con carteles que denunciaban la “destrucción de la cultura”. Aquí directamente la demagogia se tornó en cinismo.
Con la movilización a la jefatura de gobierno, el kichnerismo mostró que su estrategia electoral es polarizar con el macrismo. Es un recurso desesperado, para evitar una fuga de votos que a esta altura parece inevitable. Pero la disyuntiva “o la derecha macrista o el kirchnerismo” como receta está agotada. Para peor, ya mostró que quien se beneficia de ella es, principalmente, el propio macrismo. De esto se deduce que el mejor aliado de campaña del kirchnerismo será Durán Barba, el ideólogo del PRO, como que también busca armar una polarización con el gobierno nacional. A su manera lo reconoció Cabandié al decir “aspiramos a mantener el senador por la minoría”; o sea, que gane Macri. Si el kirchnerismo fue incapaz de polarizar con el macrismo cuando Cristina Kirchner obtuvo el 54% de los votos, mucho menos podrá ahora, cuando el retroceso oficial es un dato incontrovertible. A su favor, sólo tienen un hecho: la derechización profunda del centroizquierda de Pino Solanas y el FAP, que han armado con el Unen un maridaje con los Prat Gay y Terragno. Pero la explotación de esta derechización requiere tener un programa del que carecen los kirchneristas. Los intereses inmobiliarios y financieros que están detrás del macrismo son los mismos que animan a los K y al Unen. En su lanzamiento de campaña electoral, el kirchnerismo dejó expuestas limitaciones insalvables. Incapaz de protagonizar una verdadera movilización popular, lo de Cabandié fue un corso a contramano. De aquí surge una conclusión: para enfrentar a la derecha macrista hace falta reforzar a la oposición que encarna el Frente de Izquierda.