Mauricio Macri -y su equipo- encaró su primera visita oficial a Rusia con escasa profesionalidad para este tipo de bilaterales de grandes ligas. La cara –y el humor– de Vladímir Putin fue algo mejor que la de la última reunión, y el agasajo en todo momento de la mini gira fue importante. La agenda incluyó a casi todos los poderosos de ese país. De todos modos, los resultados fueron escasos, por no decir casi nulos, para las expectativas.
Si bien es cierto que de Perón a esta parte la Argentina no se ha caracterizado por tener políticas internaciones de envergadura, también es cierto que el mundo cambió y tiene hoy tres grandes polos de poder: los Estados Unidos, del que la Argentina se sitúa cerca, abrevando en todos los think tank demócratas para alterar desde antes de su triunfo al presidente Donald Trump y ponerlo siempre de mal humor con nosotros; China, que si bien no es uno de los preferidos, es imposible sostener el “no” cuando sacan la billetera, con la salvedad de que esto es lo que pasa en todo el mundo, y Rusia, que se ha reinsertado en la cima del poder mundial al equilibrar su país económicamente a pesar de las sanciones y, sobre todo en base a un correcto accionar estratégico de su diplomacia y de su fuerza.
Luego está una Europa, bella y deseada por Macri y el Mercosur, pero complicada y haciendo equilibrio para no descender de categoría.
Tratemos de entender a un gran país. Rusia no define sus negocios en un encuentro bilateral en cuanto se presenta una oportunidad. Los planifica de antemano, genera con burocracia, pero a su manera, la factibilidad, estudia su proyección y sustentabilidad y además, por si fuera poco, los combina con una “empatía política” con los países, que no puede dar negativa. Puede no ser la mejor, pero nunca con el enemigo. Además, en el mundo nunca deja terrenos o espacios que ya ganó. Puede no avanzar pero lo toma solo como un descanso.
El respeto y la simetría son otras de las claves para entender su accionar y lograr sentarse a la mesa con la chance de ser escuchado y respetado. No es necesario estar de acuerdo, manejan muy bien ese lugar, sobre todo después de la Guerra Fría, pero las cosas que se digan o hagan tendrán siempre la respuesta que ellos creen adecuada, para bien o para mal.
La geopolítica acapara el interés de esta nación para encarar sus relaciones con el mosaico mundial de países. Y el cuidado de sus intereses, así los tengan o sean potenciales, guiarán la proximidad de sus inversiones. Si bien es un país con un PBI parecido al de Italia, su influencia en los cinco continentes es creciente y debe soportar la presión de defender un territorio tan grande que conecta Europa con Japón y China, por ejemplo, sin tomar en cuenta su poderío renovado en Oriente Medio.
En términos de relacionamiento económico y político con los demás países, la escuela rusa es de una seriedad y una eficiencia destacables. Se ocupan de preparar todos los temas tan a fondo que siempre saben qué les conviene y qué no en la mesa de negociación, más allá del dinero que se involucre en cada movimiento. El seguimiento y monitoreo de todo es una de sus claves, y las improvisaciones están fuera de su manual de procedimientos.
El poderío energético, científico-tecnológico y armamentístico, junto con su riquísimo bagaje cultural, hacen de Rusia un país seguro de sí mismo. El tema nuclear (pacífico) y gasífero, el alimenticio, sistemas de seguridad, de logística y aduaneros convierten a Rusia en un socio complementario ideal para la Argentina. El tema es dar la talla, algo que no parece posible por estos días.
Hay que estudiar adónde queremos llegar y cómo. Y luego salir a buscar las soluciones. Solo hay que saber perfectamente qué es lo que queremos, de quién lo queremos, cómo impacta eso en el país y en la región, hasta dónde podemos avanzar si están los grandes actores del planeta, con qué plan y su alternativa, con qué socios, sin autolimitarnos. Y no soñar y desear un país mejor sino interactuar de manera madura y con convicciones en el difícil mundo de hoy, para ver si podemos de a poco ir avanzando en ese sentido.
Allí vendrán las inversiones rusas que este martes nos ofrecieron, las europeas que queremos y no sabemos cómo traerlas y las estadounidenses que sí nos sirven y no solo las del plano financiero. Sacando eso, queda China, que por supuesto entra sin preguntar.