Con la asunción del actual gobierno, Argentina ha entrado en una etapa de eliminación de la llamada “grieta”. Dirigentes representativos y la mayoría de la sociedad plantean el quehacer político como un dialogo constructivo, basado en el respeto al otro y sin verdades absolutas o dogmas totalitarios.
No obstante, no es posible desconocer que aún existen grupos aislados que entienden la política como una lucha de clases o intereses económicos e individuales.
Desde este entendimiento de la política plantean sus acciones como inflexibles y en términos binarios (buenos y malos), sin posibilidad de escucha y deslegitimando posiciones diferentes, independientemente de cualquier proceso democrático.
En la Ciudad de Buenos Aires vemos que la metodología más utilizada son los piquetes o cortes de calles, afectando desinteresadamente derechos de otros vecinos.
Ante esta realidad, la respuesta es insistir planteando la política como un proceso de dialogo social constructivo de realidades superadoras para todos (el bien común sobre los intereses sectoriales). Todo proceso de cambio social requiere un lapso de maduración, especialmente cuando afecta las reglas convivencia entre todos como sociedad.
Particularmente, desde el Gobierno de la Ciudad debemos continuar fortaleciendo la comunicación directa con los vecinos y tomar decisiones transparentes en base a planificaciones participativas y dar cuenta de las metas alcanzadas.