Con la reciente aprobación legislativa a la firma del acuerdo con Irán para crear una Comisión de la Verdad, los argentinos hemos asistido a otra de las acciones del repertorio político kirchnerista. Un juego perverso de engaño permanente.
Se cuelgan de las grandes causas nacionales, esas que mueven pasiones, como Malvinas, YPF, las AFJP y ahora la Causa AMIA. Y las destrozan, las aniquilan, las vacían de contenido y las resignifican.
¿Quién puede oponerse a semejantes causas patrióticas? Sólo los antipatrias, los antiargentinos. ¿O acaso no queremos que nuestros recursos naturales y energéticos sean administrados por el Estado? ¿No pretendemos esclarecer de una vez por todas y para siempre los dos atentados más sangrientos de nuestra historia? Absolutamente. Pero no expropiando sólo las acciones de Repsol, mientras siguen beneficiando desde YPF a los amigos del poder como Eskenazi. Y finalmente, no pisoteando la memoria de las 85 víctimas, que a casi dos décadas de la voladura de la AMIA no encuentran paz ni justicia.
El kirchnerismo nos marca la agenda, nos dice sobre qué discutir y mantiene ocupada a laopinión púbica con temas siempre “urgentes e ineludibles”. Como si tuviera en reserva diferentes causas nacionales para ir administrando de acuerdo con el contexto político.
Existe un intento desesperado y permanente por “judeizar” la Causa AMIA, como si sólo afectara a un sector minoritario de la sociedad. Frente a esto, nuestra obligación es desentrañar la falacia kirchnerista, en la que cada decisión es una batalla épica. Un gobierno que intenta apropiarse de la bandera de los Derechos Humanos decide resignar los Derechos Humanos de las víctimas y de la sociedad argentina, aprestándose -según asegura nuestro canciller- a “indagar” en un país negacionista (que promueve borrar a Israel del mapa y viola permanentemente las libertades individuales de sus ciudadanos) a los imputados del más grave atentado de nuestra historia.
No debemos tolerar el engaño.